“Cuando alguien está en problemas,
aquellos que pueden ayudar deben actuar…”
Gregg Hurwitz
Recientemente un vecino me envió el video del presbítero Juan Jaime Escobar, donde hace referencia a la indiferencia colectiva ante los problemas ajenos. Me impresionó el contenido del video. Su franqueza, su empatía con el mundo. Demasiada sinceridad y sensibilidad social para estos tiempos. El padre identifica a la apatía, como la raíz de todas nuestras desgracias. Me refiero a la involución del antirreflejo del sentir de la humanidad hacia lo inhumado.
Fiel a su filosofía académicamente aprendida y a su formación católica cristiana, este siervo de Dios refleja en su discurso que su sentimiento no solo es parte de su sacerdocio. No. Su retórica es auténtica, digna, ilustrativa y ejemplar. Es pedagógica y útil. Es sumamente educativa.
Juan Jaime. Filósofo, motivador, conferencista y rector universitario. Admirador incesante de Ernest Hemingway y de sus libros: El viejo y el mar y Por quién doblan las campanas. Intérprete certero y sabio, sobre la frase “El hombre es un ser colectivo”, ha complementado su diagnóstico al citar un pensamiento de John Donne.
“… Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la masa. Si el mar se lleva un terrón, toda Europa queda disminuida, tanto como si fuera un promontorio, o la casa señorial de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti…”
La apatía nos hace indiferentes ante las desgracias ajenas. Nos desliga del dolor y del sufrimiento colectivo. La apatía nos aleja de la humanidad y de los más nobles sentimientos como el amor, la caridad, la bondad, la humildad, la gratitud, la justicia y la templanza. La apatía nos vuelve lejanos y hasta cómplices, de quienes por codicia, destruyen bosques y montañas. Contaminan ríos, lagos y mares. Desprecian la fauna y el valor de la vida.
Apatía es no dejarnos estremecer por el dolor ajeno. Juan Jaime Escobar.
Tiene que dolernos el hambre de todos. Tiene que importarnos la sonrisa de los niños. Tiene que partirnos el corazón las injusticias, la desigualdad social y la mengua de los más necesitados. Tiene que estremecernos en lo más profundo de nuestra fibra, la necesidad de los demás.
Debemos cambiar para ser mejores. Seres humanos plenos de humanidad. Es una obligación que entre todos demos lo mejor de cada uno -sin vanidades y excesos- para hacer más humana la humanidad. Para salvar nuestra esencia, nuestro corazón, nuestro planeta.
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