OPINIÓN

La antología de Javier Vidal

por Rodolfo Izaguirre Rodolfo Izaguirre

La adorable vida que comparten Javier Vidal y Julie Restifo se ilumina plenamente con la vida que juntos viven en la portentosa mentira del teatro que ellos logran transformar en una verdad absoluta. Ambos configuran uno de mis Dardanelos preferidos. ¡Tengo varios! Se originan en la visita a tomar té que hizo la Duquesa de Windsor a un selecto grupo de sus amigas. Una de ellas, muy alborozada, dijo que acababa de llegar de un largo viaje por el Lejano Oriente. iOh!, dijo la Duquesa, ¿entonces conoció usted Los Dardanelos?, refiriéndose al célebre estrecho que separa a Europa de Asia, el Helesponto de los antiguos griegos porque fue allí donde Heles se mató al desprenderse del carnero alado que Zeus puso a su disposición para escapar de la malvada madrastra que quería asesinarla junto a su hermano Frixio.

«¿Dardanelos?», pestañeó la invitada. «Oh, sí. Una pareja encantadora!».

Javier Vidal es catalán porque nació allí, pero es más venezolano o caraqueño que yo, a pesar de que se me ocurrió nacer en Caracas mucho antes que él naciera en Castaluña y lo es aún más porque varias de sus obras teatrales tienen que ver con la historia política y familiar de este país.

Recuerdo haber asistido hace años a una lectura dramatizada de una pieza de Alicia Álamo Bartolomé en la que una de las actrices entra en escena gritando: «¡Mataron a Eutimio Rivas!» aludiendo, creo, a una de las víctimas de Félix Galavís en febrero del 36. Y yo me sobresalté porque era la primera vez que escuchaba en el teatro un nombre vinculado a la historia política venezolana de mi propio tiempo. También lo hizo a su tiempo Neco Sadel con Juan Vicente y todos los Gómez convirtiéndolos en personajes teatrales y por eso considero una gloria que Javier Vidal haya puesto a volar las camisas de Diógenes Escalante en julio de 2011 y nos haya estremecido con el enfrentamiento entre Medina Angarita y Estrella Serfaty, la judía sefardita que le tocó ser la íntima del presidente, desdeñada por él la víspera misma de su consagración como presidente de la República desafiando ella a la sociedad venezolana al abandonar marido e hijos para casarse luego con mi tío Alfredo y convirtiendo un escándalo social medinista y político en uno básicamente Izaguirre y familiar.

No contento con esto, Javier mira hacia atrás y se entromete en la áspera historia de la traición que Juan Vicente Gómez le hizo a su compadre el Cabito mandándolo enfermo para Alemania, desprestigiándolo y adueñándose del poder; pero hay en esta pieza, la vigésima primera de Vidal, una ampulosidad retórica propia de su tiempo porque en realidad es una suerte de sátira, de burla despiadada y artera maniobra de Javier para ridiculizar el aclamacionista intento de Cipriano no solo de emboscar a Juan Vicente en su contra sino de revelar la enfermedad del Cabito cuando se quejaba y decía «pedo por donde medo.

Javier es magíster en teatro latinoamericano, licenciado en comunicación social; es actor de teatro, cine, radio y televisión y profesor universitario. Ha hecho una bella familia. Lo que navega de catalán en sus venas se suma a la grandeza de sus compatriotas que viven o han vivido entre nosotros construyendo el país venezolano: Pedro Grases, Manuel Pérez Vila y tantos otros.

Se trata de una Antología teatral, 2023, de 350 páginas que recoge 11 piezas seleccionadas por el propio Javier. Se agradece este libro porque nos permite recrear el privilegio que se alcanzó con sus estrenos.

En La catira del general, Camilo José Cela, Marcos Pérez Jiménez, Laureano Vallenilla Planchart, un inventado albañil gallego llamado Paco Ogando y «La Catira», una contratada y olvidada novela de Cela de 40.000 dólares destinada a oscurecer políticamente el nombre de Rómulo Gallegos, quedan convertidos en personajes y remembranzas teatrales que se activan en una de las obras más atractivas de Vidal porque conjuga la dureza del franquismo y la ridícula y evanescente propuesta del Nuevo Ideal Nacional de los Vallenilla Planchart-Pérez Jiménez con los corruptos y malintencionados propósitos de la literatura.

Lo mejor de Javier Vidal es la solapada sorna y escondida sonrisa con la que aborda y enfrenta momentos y personajes estelares de la pequeña y grande Historia de nuestro atolondrado país y en mayor grado por el apasionado interés que muestra por tan estremecedoras historias y personajes.