OPINIÓN

La “anticorrupción”

por Ismael Pérez Vigil Ismael Pérez Vigil

La Semana Santa, como época de reflexión, lo es también de descanso del acostumbrado reflexionar político −en mi caso electoral− sobre el impacto de la primaria 2023, sobre las decisiones de la Comisión Nacional de Primaria, sobre la oportunidad de la elección presidencial de 2024 y un largo etcétera.

Sin embargo, aprovecharé la ocasión para abrir un paréntesis y comentar sobre el tema de la corrupción “descubierta” en Pdvsa. Lo malo de escribir sobre este tema es que seguramente repetiré buena parte de lo ya vertido en cientos de páginas desde hace dos o tres semanas. Pero lo bueno de hacerlo después de haber transcurrido ese tiempo es que ya mucho está dicho, así que me puedo ahorrar comentarlo y concentrarme en una nota con algunas “aristas” del tema.

Lo primero que llama la atención cuando se denuncia la “desaparición” de varios miles de millones de dólares −cantidad difícil de imaginar− por actos de corrupción de altísimos funcionarios del gobierno es: ¿Cómo sería la magnitud de la corrupción en este caso que el propio gobierno la denuncia y persigue a sus “corruptos”? Sí, “suyos”, porque todos ellos son, o fueron, altos, altísimos, funcionarios del régimen, que seguramente tienen relaciones y ramificaciones en los más altos niveles del Estado.

Pero no se trata de algo nuevo; desde sus albores este régimen se destacó por ser “poco escrupuloso” en eso de los manejos del erario público y así lo fueron denunciando sus propios ministros −cuando lo eran o dejaban de serlo− y hasta la Asamblea Nacional, controlada por el régimen (casos como el Plan Bolívar 2000, Cadivi, diversos casos anteriores de Pdvsa, las cajas CLAP, Fonden y cientos de obras inconclusas en las que se gastaron miles de millones y por las que se pagaron millonarias comisiones), lo demuestran a la saciedad. No voy a seguir enumerando cosas que otros con mayor propiedad han hecho, por ejemplo, el Dr. Fernando Fernández en un artículo de esta misma semana en El NacionalExtinción de Dominio y fachada contra la corrupción«).

En el caso actual de Pdvsa, hasta no hace mucho, varios de los conspicuos personajes envueltos en él, hoy presos o buscados, eran alabados y ensalzados, desde los más altos niveles del gobierno y del partido de gobierno. Incluso, algunos de sus “escritores” estrellas  y “destacados intelectuales” se rasgan las vestiduras justificando el delito con aquello de que donde todos roban −hasta la oposición, dicen ellos− hacerlo es algo común e idiosincrático.

Así, por ejemplo, hace poco el gobierno y algunos analistas económicos resaltaban el “arreglo” del país y surgían como vivo ejemplo de esa supuesta pujanza económica vistosas obras, edificaciones e inversiones, de algunos de estos “prohombres” de la patria que, como ya dije, ahora están presos, sometidos a tribunales o prófugos y supuestamente perseguidos.

Obviamente, todo lo “bueno” que ocurría en el país, durante la “era del arreglo” y antes, lo atribuía el gobierno a su “política económica”, preparando así el camino para mantenerse en el poder con la elección presidencial de 2024, que la veían fácil, segura, un paseo; bastaba tan solo afincar su estrategia de dividir a la oposición e intimidar al pueblo, blanco de sus prebendas populistas y el trabajo estaría hecho. Pero últimamente las cosas ya no eran, ni son, tan sencillas; el descontento se hacía y hace cada vez más evidente y hasta vimos y vemos que siguen proliferando manifestaciones de empleados públicos, maestros, jubilados, etcétera, y el camino a 2024 deja de ser tan favorable.

Ensayaron culpar a Estados Unidos y la UE por las sanciones internacionales, impuestas desde 2019, a pesar de que los males del país los arrastramos desde hace casi un cuarto de siglo; y ahora, cuando les revientan en la cara eventos como el reciente de Pdvsa, que nos ocupa desde hace tres semanas, tratan de justificar con “esos” delitos todos los añejos males del país: que no hay buenos sueldos, ni servicios públicos, ni empleo, ni seguridad social, ni tantas otras cosas, es porque “nuestros” corruptos, dicen, se robaron −probablemente sin compartir de manera adecuada− varios miles de millones de dólares, que nadie sabe a ciencia exacta si son 3.000, 20.000 o 100.000. Se obvian todos los desmanes cometidos desde 1999, todos los males que nos aquejan desde ese fatídico año, pareciera que son producto de la “corrupción 2023”.

No me voy a enfrascar en entender o explicar si se trata de corrupción en el alto gobierno, que obviamente lo es, o si se trata de ajustes de cuentas, luchas “fratricidas” por el poder, que también lo es, o de una “purga” al mejor estilo estalinista o cualquiera de las otras explicaciones que han circulado o si es una mezcla de todas ellas; cada quien lo interpretará desde su sesgo particular y el mío, como es el político electoral, trataré de ajustarlo a él, por eso, para mí −y es la vuelta que buscarán darle− el corolario es el mismo que el del “arreglo” de la economía: “Vean cómo luchamos contra la corrupción…” y parafraseando una reciente intervención de un alto funcionario de la Asamblea Nacional: “… pues como somos el gobierno que más ha luchado contra la corrupción desde 1830…” dirán que merecen seguir en el poder.

El problema no es buscar unos culpables, en esta ocasión sin duda lo serán los que “perdieron” el forcejeo interno; ni encontrar una nueva excusa para justificar los desmanes y ruinas causados durante este cuarto de siglo, cualquier excusa les es válida; su problema es como desestimar lo ocurrido y convertir todo eso en demagogia e instrumento electoral; pero, una vez que sea evidente que la población no cree en el discurso de lucha “anticorrupción», ¿qué seguirá?

Quién sabe. Preparémonos para cualquier exceso, pero sin perder objetivo ni rumbo: una exitosa primaria en 2023 es la preparación a la elección presidencial de 2024 y la general de 2025 en la que estarán en juego la Asamblea Nacional, gobernaciones y alcaldías. Volveremos la próxima semana con los temas políticos y electorales acostumbrados.

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