La anomia es un concepto utilizado por el sociólogo francés Emile Durkheim en su libro Le Suicide (París, 1897), para designar un orden social desarticulado con respecto a las normas y leyes. El término ha recobrado actualidad como consecuencia de la ya larga transición que se da entre el descenso del periodo industrial y el auge de modos digitales de producción, común en los albores del presente siglo. Como toda transición, el nombrado periodo produce desarticulaciones personales, pérdidas de identidad social y también desocupación laboral.
El término fue recogido más recientemente por Robert K. Merton en su libro Social Theorie and Social Structure (Nueva York, 1964) y llevado hacia el campo de la psicología social. Generalmente se usa como sinónimo de disociación de las personas o grupos con respecto al mundo real, por una suplantación de lo existente por lo simbólico y por la desviación de los deseos hacia objetos no equivalentes.
En nuestro contexto, la anomia social es un fenómeno que se manifiesta a diario en el estado anímico y en el comportamiento social del grupo afectado, los venezolanos. Es la respuesta a la desesperanza, ausencia de fe y a las desigualdades políticas, sociales y económicas; conectadas de manera directa a la corrupción, al nepotismo, a la injusticia. En otras palabras, la anomia social ha transfigurado el carácter social de los venezolanos y le ha origina modelos de conducta con ciertas complejidades que se producen en la ideología dominante y se imponen desde el gobierno central y sus instituciones.
Mientras la oposición aún continúa trazando algunos de sus diversos objetivos, el gobierno estratégicamente potencia el fenómeno de la anomia y apunta hacia lo mediático para continuar su plan de la psicología inversa, además, contando aún con algunas fortalezas relativas (TSJ), su desafío permanente es y será reflotar su agotada revolución. Para nadie es un secreto que la mayoría de los venezolanos viven un eterno estrés, desanimados, agobiados por la crisis económica, social, valores, obstinados de los discursos oficialistas apuntalados donde lo malo es bueno y lo bueno es lo malo.
Finalmente, la anomia social se desliza hacia una visión sesgada del gobierno de Maduro cuyo desarrollo depende de aprovechar en su favor lo “legal”, controlar a su antojo lo económico, los proyectos sociales, los proyectos de salud, los proyectos de educación… del todo sobre sus partes. El gobierno mantiene sus estrategias y tácticas bien orientadas hacia una estabilización que le permitiera mantenerse en el gobierno nacional por un poco más de tiempo, caso revelador poselectoral 29 de julio. No obstante, es significativo vincular las estrategias y tácticas de Maduro con la potenciación del fenómeno de la anomia social como una de sus últimas esperanzas para no perder el legado de Chávez.
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