La agricultura es la responsable del nacimiento de la civilización y la cultura humana. Cuando el hombre empezó a cultivar la tierra y a criar animales dejó de ser nómada y se asentó en un lugar, se hizo sedentario y comenzó a producir alimentos, no sólo para su supervivencia sino para el sustento de los otros, al incrementarse la productividad y generar excedentes. De allí la división del trabajo, el surgimiento de las ciudades y de la ciudadanía.
Hoy los agricultores, esas familias que cultivan la tierra de sol a sol, día a día, producen 70% de los alimentos en el mundo, pero a su vez representan la mejor forma para la sostenibilidad del planeta, el equilibrio ecológico y la biodiversidad. Son cerca de 3.000 millones de personas que viven de producir alimentos, más de 500 millones en predios familiares de pequeño tamaño, es decir, son campesinos. Ellos son la base de la seguridad alimentaria mundial.
Pero muchos de los agricultores tienen que abandonar los sistemas agroalimentarios tradicionales, que son en general más respetuosos del ambiente natural, para sustituirlos por la creciente dependencia de semillas y agroquímicos o agrotóxicos producidos por unos pocos monopolios mundiales. Muchas de las semillas ya vienen atadas a sus propios pesticidas, vienen programadas para que sus frutos no produzcan semillas fértiles y así mantener la dependencia frente al monopolio. Toda una integración perversa.
Hoy Monsanto, Delta & Pine Land, Dupont, Syngenta, Groupe Limagrain, Land O’Lakes, KWS AG, Bayer, Takii, Sakata y DLF-Trifolium controlan en mercado mundial de las cadenas agroalimentarias desde semillas, fertilizantes, agroquímicos, farmacéutica animal, genética ganadera y maquinaria agrícola. Es necesario agregar otras como John Deere que, además de maquinaria agrícola, se asoció con las seis compañías dominantes de semillas y plaguicidas.
Todas estas complejas integraciones entre estos grandes consorcios avanzan en la masiva compra de terrenos, empresas de almacenamiento y comercialización, hasta llegar a los propios consumidores mediante el comercio minorista. Todo para imponer un modelo de agricultura industrial, haciendo creer que es más eficiente para alimentar el mundo, cuando lo está envenenando en aras de su única razón de ser: alimentar su codicia.
En estos procesos de megafusiones para controlar la agricultura mundial toma peligrosa importancia China y sus empresas estatales como Syngenta que es la empresa de semillas, pesticidas, fertilizantes más grande del mundo, junto con su hermana Cofco, en la comercialización de productos agrícolas que ya es la segunda en el mundo después de Cargill.
El poder de estas grandes corporaciones es muy grande y poderoso, al punto de que ya quiere convencer a la humanidad de que sin ellas se va a morir de hambre, cuando la verdad es que son los principales responsables del envenenamiento del mundo, de la pérdida de la biodiversidad y que los transgénicos, fertilizantes químicos, la supermecanización de los suelos, los monocultivos, los agrotóxicos son el camino al modelo especulativo y empobrecedor de suelos y personas.
Ya son muchas y de diversas fuentes las advertencias, incluyendo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que se ha comprometido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para conseguir “una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor para todos sin dejar a nadie atrás”.
Así mismo, diversas y activas organizaciones civiles como Amigos de la Tierra Internacional, que es la federación ambientalista de base más grande del mundo; el Grupo ETC, que monitorea el impacto de las tecnologías emergentes y las estrategias corporativas sobre la biodiversidad, la agricultura y los derechos humanos; IPES-Food, que es un panel independiente de expertos que dan forma a debates sobre cómo hacer la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles en todo el mundo.
En Venezuela existen varias organizaciones que trabajan con estos fines, como por ejemplo la Fundación Tierra Viva, Fudena, Provita, Fudeci, el Programa Andes Tropicales y Acción Campesina, entre otros. La red Sinergia Asociación Civil tiene entre sus asociadas varias dedicadas a estos temas, que investigan y proponen caminos alternativos a ese de la especulación y la codicia.
“Somos lo que comemos” dice el refrán. Cuidado pues con que nos cambien no por el cerebro, sino por la boca.