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La agenda de reconstrucción

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Lo primero es salir de «la piedra de tranca», remover el obstáculo, limpiar el camino de barricadas y eso se logrará sacando a Nicolás Maduro del poder que usurpa.

La urgencia es salir de la narcotiranía primero. Lo demás es posible. No digo que será “pan comido”. No, para nada. Pero sí hay futuro, porque Venezuela tiene muchos recursos de todo orden y ahora se suman las lecciones que deja esta crisis.

Aprendimos que no hay riqueza fácil, que eso del maná se acabó. Que las riquezas se forjan con trabajo. Asimilamos la enseñanza de que sin instituciones sólidas no funciona ningún país, por más petróleo que tenga. Por eso una misión urgente es levantar las columnas del Estado y sus entes fundamentales. Ya nadie debe dudar de que “la educación es el petróleo que no se agotará jamás”. Por eso hay que dejar atrás ese modelo que coloca a la educación como “la Cenicienta”. Alumnos bajo un sistema de calidad y maestros calificados como el servidor público de mayor significación del país.

Un proyecto de Estado, no de “gobierno” circunstancial, sino uno que responda a una visión compartida de mayor alcance. Con líneas esenciales que no varíen, aunque cambien los gobiernos.

Hay que hacer una audaz renegociación de la deuda pública. Detener el déficit fiscal aprobando una ley que evite endeudamientos indiscriminados; parar “en seco” esa hemorragia de la devaluación de nuestro signo monetario y enfrentar la inflación con políticas eficaces. Crear empleos con salarios justos.

Dotar a Venezuela de una agencia nacional de hidrocarburos que recupere nuestras instalaciones petroleras, que se abra a las inversiones internacionales y apunte al incremento de la producción. Lo mismo hay que hacer con las empresas de la Corporación Venezolana de Guayana. Con populismo y demagogia no servirán de nada ni el hierro ni el acero, ni la bauxita ni el aluminio.

Iniciar una estrategia de “siembra y cosecha” en Venezuela. Censo de tierras, regular la titularidad, garantizar semillas certificadas, fertilizantes, pesticidas, herbicidas, créditos oportunos, riego, iluminación y seguridad. Retomar las buenas experiencias de las razas Carora y Limonero en el campo ganadero, con ensayos de doble propósito. Lo mismo con las empresas avícolas y porcinas. Para todos, garantizar seguridad jurídica.

Un plan de recuperación de la infraestructura: carreteras, autopistas, acueductos, sistema eléctrico y de riegos, silos, puertos, aeropuertos, escuelas, universidades, hospitales y ambulatorios.

Combatir la hambruna, las endemias y las bandas criminales, ameritará, una emergencia nacional. Sobre estos tres puntos anteriores, cabe advertir que serán de alta prioridad para un gobierno de transición.

Progresivamente debemos incorporarnos a la economía del conocimiento. Sin avances científicos y tecnológicos no tendremos éxito en ningún desafío que asumamos. Por supuesto que desarrollaremos el turismo y construiremos nuestros polos farmacéuticos y petroquímicos.

Reunificar al país, el retorno de la diáspora será glorioso. Asegurarnos de que se haga justicia, sin ella “no habrá nunca paz”.

Partir de la premisa de que necesitaremos mucha familia, familia y más familia. La lucha contra la amoralidad será descomunal. Esa es la crisis más severa que tendremos por delante.

Por último, todos somos necesarios y en cualquier trinchera útiles al país.

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