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La africanización de la América hispana

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Los resultados de la reciente elección presidencial en Colombia, en que Gustavo Petro, un exguerrillero, asume el poder en una importante nación suramericana, complican aún más el futuro de América Latina.

Cuba cumple 63 años gobernada por una dictadura indestructible, en la que cualquier asomo de oposición es sofocado drásticamente por el régimen de Díaz-Canel.

Las últimas jornadas de protesta en julio de 2021 dejaron 297 personas detenidas, de las cuales más de 30 fueron condenadas a penas por sedición.

México bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, AMLO, quien se ha distanciado de España y también de los Estados Unidos, al no asistir a la última Cumbre de las Américas, continúa con una crisis de seguridad interna y con un gobierno sin claridad en sus políticas de desarrollo.

AMLO se muestra cercano a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Argentina, y últimamente se acerca al joven Gabriel Boric, nuevo presidente chileno de extrema izquierda.

Nicaragua gobernada por Daniel Ortega, que ha estado en el poder en 4 mandatos, sumando más de 20 años como gobernante y en la última oportunidad, con una modificación constitucional que le permite reelegirse.

En los últimos tiempos ha detenido y encarcelado a todos los líderes opositores, que pudiesen amagar su poder. Ortega gobierna acompañado de su esposa Rosario Murillo, quien ejerce como vicepresidente. Ambos son guerrilleros, fundadores y miembros originales del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Venezuela completa 23 años de dictadura, desde que asumiera Hugo Chávez y se iniciara el proceso de destrucción del país. De Venezuela ya han emigrado siete millones de habitantes que se han movilizado a Centro América, México, Estados Unidos, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Chile.

Las dictaduras venezolanas –primero de Chávez y después de Maduro– han transformado a ese país en uno de los más pobres del mundo, tras haber encabezado los niveles de riqueza en América Latina, principalmente por su exportación de petróleo.

El Perú de Castillo

Perú, gobernado por Pedro Castillo –no se sabe por cuánto tiempo– es un profesor de zonas rurales, quien no ha logrado gobernar con tranquilidad, pues su gabinete ministerial es derribado permanentemente por casos de corrupción y distintas acusaciones provenientes del legislativo.

De los últimos presidentes de Perú: Fujimori, Toledo, García, Humala, Kuczynski y Vizcarra, han terminado sus mandatos por causas judiciales, algunos de ellos actualmente en prisión.

Bolivia no logra la estabilidad. Hoy gobierna Luis Arce, de tendencia socialista, admirador del Che Guevara y de Salvador Allende. La anterior presidenta, Jeanine Añez, hoy está en prisión, y es quien sucedió a Evo Morales.

Chile tiene de presidente, desde hace 100 días, a un joven de extrema izquierda, apoyado por el partido comunista y con un proceso de cambio constitucional ad portas, repleto de irregularidades.

El terrorismo y el narcotráfico azotan el país por el norte y por el sur. Chile fue considerado por muchos años un país muy próximo al desarrollo, pero la inmigración ilegal generada bajo el gobierno de Bachelet, el creciente indigenismo y un gobierno de jóvenes inexpertos tienen a Chile sin crecimiento, con creciente inflación y con fuga de capitales por falta de seguridad legal y altos riesgos para el derecho de propiedad.

Boric pretende potenciar un Estado poderoso, incursionando en actividades tradicionalmente reservadas para el sector privado.

La decadencia crónica de Argentina

Argentina es un caso de decadencia crónica, desde que el peronismo condenara a un rico país a un populismo desenfrenado. Hoy el Presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, gobiernan y disputan una nación que alguna vez fuera de las más ricas del mundo.

La economía argentina enfrenta alta inflación, creciente déficit fiscal y un riesgo crediticio de los más altos del mundo, por sus reiterativos incumplimientos con el sistema financiero internacional.

En Brasil tendrán lugar elecciones el 2 de octubre de 2022 y las encuestas le asignan altas opciones a Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores, quien ya fuera presidente durante ocho años y estuviera en prisión por 19 meses por casos de corrupción.

El resumen de la actualidad y del futuro de América Latina es muy preocupante, toda vez que gobiernos progresistas-izquierdistas han ido tomando el control de la región, sin obtener reales avances en sus economías.

La delincuencia, el narcotráfico, la inmigración ilegal, la chino-dependencia y gobiernos populistas no auguran días mejores. Estados Unidos se preocupa poco de la región y el vínculo de España con sus antiguas colonias se desvanece, por campañas plurinacionales que pretende renegar de los aportes históricos que hizo España en América Latina.

Centroamérica es bastante intrascendente –salvo Costa Rica y Panamá– y solo se habla de sus países como lugar de tráfico de migrantes hacia Estados Unidos.

Es difícil anticipar cambios favorables, toda vez que no existen alianzas regionales efectivas que puedan permitir enfrentar mercados o lograr integración entre gobiernos.

La brecha cultural por sistemas de educación deficientes, alejan cada vez más a América Latina de los países desarrollados. Los niveles de productividad son mucho menores que los europeos y se han introducido políticas de países del primer mundo en economías que no están preparadas para implementar cambios radicales.

Aunque el nuevo Presidente de Colombia anuncia planes moderados, su compañera de fórmula electoral Francia Márquez, una activista afrodescendiente, feminista, medioambiental y racial, anticipan complejos escenarios para el desarrollo económico de Colombia.

El panorama regional proyecta a la actual América Latina más hacia una África subdesarrollada, que a una Europa desarrollada.

Los niveles de pobreza se reducen con crecimiento, con desarrollo económico, y con deberes más que con derechos. La mayoría de los nuevos líderes de América Latina, van más por los derechos de sus pueblos, que por la promoción del trabajo y de la responsabilidad individual.

Cortesía del diario El Debate

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