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Karl Popper, el Círculo de Viena y la Escuela de Frankfurt

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Karl Popper

Quien sea incapaz de hablar claro

debe callar hasta poder hacerlo

Karl Popper

Había empezado mi artículo hablando sobre el manejo del argot empleado por ciertos grupos delincuenciales, cuando leí en las redes sociales una sarta de insensateces sobre Karl Popper y de la Escuela de Frankfurt, que me obligó a “cambiar el tercio”.

He insistido desde hace muchos años en señalar, de manera enfática, que la confusión conceptual nos ha conducido a equivocar los diagnósticos de nuestra crisis. Una de las razones fundamentales de esa distorsión es la simplicidad con la que se opina sobre cualquier materia y, además, la facilidad con la que algunos “opinadores”, que no analistas, se erigen en conocedores de corrientes y autores filosóficos, políticos, culturales sin jamás haber accedido a sus obras; mucho menos, a seguir la trayectoria y los posibles cambios que se hayan producido en el camino de una corriente o de un pensador.

¿Quién fue Karl Popper? En cualquier enlace de la red, se pueden encontrar estos datos biográficos. Karl Raimund Popper, nacido en Himmenlhof en Ober St. Veit, Viena, 1902 y fallecido en Londres, 1994, de padres judíos convertidos al protestantismo, fue un filósofo de origen austríaco, quien adquirió la ciudadanía británica.  Por ello, cuando a Popper se le cita, se dice que fue un filósofo de la ciencia británico.

En sus primeros años de juventud se involucró en la política, e incluso, se le consideró comunista; sin embargo, Popper rechazó el marxismo, y dicen sus biógrafos que este rechazo se produjo “después de presenciar una matanza de manifestantes desarmados por parte de la policía. Sintió repugnancia ante una doctrina que llevaba a sacrificar vidas ajenas en aras de unos ideales abstractos”.

Su fama la adquiere, entre otros méritos, por su célebre teoría del método científico, además de la profunda critica que le hace al determinismo histórico. Obtuvo su doctorado en Filosofía en la Universidad de Viena en 1928.

Fueron los años de la fundación del Círculo de Viena por parte de Moritz Schlick, organismo que se dedicó a estudiar la concepción científica del mundo. La lógica de la ciencia fue su motor y consideraba la filosofía como una disciplina encaminada a diferenciar entre ciencia y lo que no es considerado ciencia; además, tenía como objetivo la elaborar “un lenguaje común a todas las ciencias”. La posición filosófica del Círculo de Viena ha sido llamada empirismo lógico, positivismo lógico o neopositivismo.

Aunque Popper no fue miembro del Círculo de Viena, fundado en 1921 y disuelto en 1936, coincidió con su posición científica; sin embargo, desaprobó algunos de sus postulados. Desde 1937 hasta 1945 ejerció la docencia en la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda) y, más tarde, en la Universidad de Londres.

Destaca, entre su producción, la Lógica de la investigación científica (1934), donde calificó de errónea la idea, dominante hasta ese momento, que estimaba a la ciencia de forma esencialmente inductiva. Su propuesta consiste en un “criterio de comprobación”, llamado por él “falsabilidad”, que permitía verificar la validez científica; con ello, acentuó el carácter hipotético-deductivo de la ciencia.

Parafraseando a Popper, la falsabilidad se fundamenta en un examen que se les realiza a los sistemas teóricos, tanto en sentido lógico, como empírico. El primero consiste en estudiar la coherencia lógica interna del sistema y confrontarlo con otros sistemas preliminares, semejantes, contrincantes y rivales. El test empírico aplica experimen­talmente los enunciados predictivos, que han sido deducidos de la teoría y de las condi­ciones iniciales de un evento, para después cotejar los resultados de la expe­riencia con la predicción deducida.

Son varias las consecuencias que se derivan de esta posición. Entre ellas, el carácter provisional de los sistemas de la ciencia. Es decir, enfatizar en que es indispensable tener presente que un enunciado o una conjetura científica nunca es definitivo. “La ciencia no debe ser considerada como un cuerpo de conocimien­tos, sino más bien como un sistema de hipótesis”.

En La sociedad abierta y sus enemigos (1945), Popper defendió la democracia y mostró reparos a las implicaciones autoritarias de las teorías políticas de Platón y Karl Marx.

Popper recibió distintos reconocimientos a su labor, como ser nombrado caballero por la reina Isabel II del Reino Unido. Obtuvo la insignia de Companion of Honour, el premio Lippincott de la Asociación Norteamericana de Ciencias Políticas y el premio Sonning. Así mismo, formó parte de la Sociedad Mont Pelerin, grupo de estudios liberales; también fue miembro de la Royal Society de Londres, y de la Academia Internacional de la Ciencia.

En cuanto a la Escuela de Frankfurt, también trataré de realizar un breve recorrido.

La Escuela de Frankfurt estuvo integrada por investigadores comunistas, quienes se aglutinaban alrededor de los planteamientos de pensadores como Hegel, Marx y Freud. Trabajaban en el conocido Instituto de Investigación Social, inaugurado en 1923 en Frankfurt del Meno (Alemania). A su vez, han sido considerados los representantes de la teoría crítica desarrollada en sus estudios e investigaciones. Esta discusión, catalogada como crítica-ideológica, se centró en razonar sobre las condiciones sociales e históricas en las que ocurre la construcción de toda teoría y la crítica de esas condiciones sociales.

La denominación teoría crítica se remonta al título del ensayo programático Teoría tradicional y teoría crítica de Max Horkheimer de 1937. Se califica como la obra principal de esta escuela la colección de ensayos Dialéctica de la ilustración, compilada y editada conjuntamente por Horkheimer y Theodor W. Adorno entre 1944 y 1947.

Hablar de la Escuela de Frankfurt obliga a contextualizar su surgimiento; nació en un entorno y un momento muy específico: la Alemania en la fase comprendida entre las dos guerras del siglo XX. Es decir, un momento extremadamente agitado.

Ese período histórico se caracterizó por el reinado del caos, un continuo conflicto y cada intento por sacar a la sociedad alemana de aquella situación había fracasado, ocasionando una profunda frustración en su ciudadanía.

La Escuela de Frankfurt se ocupa, precisamente, de analizar las causas que condujeron a esa debacle social, económica y política. Para Max Horkheimer y Theodor Adorno, la causa radicaba en la forma cómo habían sido planteadas las sociedades de la Modernidad. Observaron que fueron construidas sobre la base de contradicciones y de allí los grandes males que se sufría.

Su énfasis estaba en la renovación del marxismo, focalizándose en la interdisciplinariedad y la reflexión filosófica sobre la práctica científica. En la Escuela de Frankfurt, se congregaron pensadores de muy distinta tendencia y formación; fue la primera asociación alemana de carácter académico que subscribió explícitamente el marxismo; por ello, junto al origen judío de muchos de sus miembros, debieron exiliarse durante el nazismo. Se radicaron en los Estados Unidos, para volver a Frankfurt al final de la II Guerra Mundial.

Se habla de primera generación, en la que se encuentran, Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Friedrich Pollock, Erich Fromm, Walter Benjamin, Leo Löwenthal, Franz Leopold Neumann, Georg Rusche. En la segunda generación, Jürgen Habermas, Karl-Otto Apel, Oskar Negt, Alfred Schmidt, Albrecht Wellmer; en la tercera, Axel Honneth.

Se puede estar de acuerdo o no con Popper. Se pueden refutar sus propuestas; pero, hay que hacerlo razonadamente, no mediante aplicación de etiquetas simples y falsas. Podemos oponernos a las ideas del Circulo de Viena; criticar y enfrentar los planteamientos de la Escuela de Frankfurt; justamente de esa discusión franca y abierta se nutre la Filosofía. Lo que es inadmisible es que se pretenda rotular a los seguidores de estas corrientes o a sus representantes con lemas, no solo reduccionistas, sino insultantes, sin ni siquiera haberse detenido a leer concienzudamente sus obras y planteamientos.

@yorisvillasana

 

 

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