Es un rumor sólido. Se ha conocido que el fiscal Karim Khan de la Corte Penal Internacional tiene intenciones de venir a Suramérica este ya avanzado último trimestre del año. Atenderá una invitación colombiana y muy posiblemente la venezolana. Marta Lucía Ramírez le extendió por Colombia, por Iván Duque, las pretensiones de ese país para que constate en el sitio los avances en los casos por los que el Estado ha sido denunciado ante esta instancia. Por Venezuela, quien ocupa el cargo de fiscal general de la República, Tarek Williams Saab, hizo lo propio para que el régimen de Maduro demuestre, según él, en escasas horas, que aquí no ha pasado nada y así el fiscal aquel pueda cerciorarse de lo poco o casi nada que pudiera haber ocurrido mientras los poquisimos culpables han sido sometidos a procesos «justos». Todo esto en la ficción del fiscal venezolano.
Mucho hay que discernir ante este hecho, de ser cierto el planteamiento del que no tenemos por que dudar con razones valederas. Un fiscal relativamente nuevo en el cargo de la Corte recibe invitaciones de constatación y las atiende. Eso no significaría mucho, si no se tratara, como en el caso venezolano, de una solicitud que no busca solo mostrar papeles y un paseíto para asomarse tal vez a alguna cárcel vaciada y remozada especialmente para la recepción. Como si se tratara de engañar y tapar a quien en su escritorio tiene el expediente suficientemente examinado por su antecesora, así como por él mismo. Como si las denuncias de países: Colombia, Paraguay, Canadá o Chile, no fueran realmente férreas. Como si la Organización de Estados Americanos no fuera un órgano regional con credibilidad e idoneidad suficientes. Como si los informes de la Organización de Naciones Unidas, todos, no resultasen tan lapidarios como para poder buscar acallarlos con reconocimientos de unos pocos crímenes y la encarcelación de quienes ejecutaron de primera mano, en esos «mínimos» casos simuladores, «órdenes superiores».
Si Karim Khan llega a Venezuela en las próximas semanas se tiene que cuidar en muchos sentidos. El primero de ellos es el hecho de que no constituya de ninguna manera, discreta o indiscreta, el reconocimiento o la exaltación oficial, por parte de la Corte Penal, de un régimen criminal que, como señalan informes y demandas, ha matado, secuestrado arbitrariamente, torturado, maltratado prisioneros y cometido otras muy diversas atrocidades reconocidas como violaciones a los Derechos Humanos, de manera sistemática. ¿Hay duda de ello? Además, en un país caracterizado por la indefensión judicial de sus ciudadanos ante un régimen al que no le ha temblado el pulso para aterrorizar a la población.
Todos los especialistas coinciden en la posibilidad de que en diciembre, en este diciembre, el fiscal se pronuncie en función de la definitiva apertura de la investigación del caso venezolano. Eso reviste una gravedad inmensa para un régimen que no las ha tenido todas consigo recientemente en sus diversas fechorías. La extradición de Álex Saab y de Hugo Carvajal no son detalles nimios. ¿El fiscal vendrá a adelantarle al régimen criminal (aunque todavía no inculpado, a pesar de la cantidad de pruebas presentadas por familiares, ONG, varios países y otras organizaciones como la OEA) que abrirá la investigación? No parece lógico algo como ese adelanto de información. ¿Tiene Michelle Bachelet algo que ver en ello, en la visita?
Pasa el tiempo y la tiranía venezolana, como sobran los ejemplos en la historia de la humanidad, no es propiamente procesada ante la justicia internacional por los delitos contra la humanidad de los que recurrentemente ha sido acusada. Todo transcurre con una abismal lentitud que pudiera permitir el avance en la concreción de más crímenes, como en efecto se estima que ocurre casi a diario. Detenciones arbitrarias siguen abundando, torturas y tratos crueles tambien, muertes sin duda, la más reciente la del general Raúl Isaías Baduel, en prisión.
Karim Khan no tendría que venir a Venezuela, por más cortés que sea, como posiblemente es. Debería centrarse en acelerar el proceso con el inmenso expediente y pronunciarse por la apertura de la investigación que el mundo democrático y defensor de los DDHH reclama dentro y fuera del país. Venezuela y los denunciantes se preguntan con avidez: ¿A qué viene o vendría el fiscal de la Corte Penal Internacional a Venezuela? ¿Es una visita oficial? ¿Por que el rumor no se aclara y se explica? ¿Es parte del secreto procesal de este caso? ¿Por que no resulta igual de «secreto» el caso de Colombia? La Corte Penal Internacional puede ser protagonista singular e impulsora eficaz de la liberación venezolana. Una visita que pudiera confundirse con un espaldarazo «amistoso» lograría enturbiar altamente la situación. Los criminales en estos casos reciben sentencias ejecutadas aun muchos años después de transcurridos los hechos imprescriptibles. También esto lo hemos apreciado. Venezuela espera justicia. Justicia, encima, oportuna.
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