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Justicia social

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Cuentan que una vez, vivía una familia pobre en una pequeña casa muy humilde al lado de una gran mansión habitada por un hombre rico. En la casa más pequeña y humilde, una pareja vivía junto a la Pobreza y era esta última quien se encargaba de sentarse junto a la chimenea y de soplar para apagar las llamas… o se sentaba a la mesa y hacía que la comida fuera menos sabrosa. Era ella quien se acostaba en la misma cama que la pareja, llevándose la manta y haciendo que el hombre y la mujer pasaran frío…

«La Pobreza». Cuento popular de Polonia

El 20 de febrero se conmemora el Día Mundial de la Justicia Social. En 2023, el esfuerzo se centra en las siguientes recomendaciones contenidas en el documento Nuestra Agenda Común (2021), elaborado por Naciones Unidas: 1. apostar por la solidaridad mundial y trabajar de manera conjunta; 2. renovar el contrato social entre los gobiernos y la población, y dentro de cada sociedad; 3. acabar con la “infodemia” que asola nuestro mundo. terminar la guerra contra la ciencia, las decisiones públicas deben responder a fundamentos científicos; 4. corregir la falla en la manera en que medimos la prosperidad económica y el progreso; 5. pensar a largo plazo, hay que hacer más por la juventud y las generaciones futuras y estar siempre listos para enfrentar los posibles desafíos; y 6. contar con un sistema multilateral sólido, interconectado e inclusivo, el cual tenga como eje las Naciones Unidas.

Nuestra Agenda Común, no es solo una respuesta al impacto de la pandemia de COVID 19 en la población, el cual agrava las multicrisis presentes mucho antes de 2020. Los efectos de la aceleración del cambio climático, las consecuencias de los desastres naturales en las sociedades más vulnerables, las tensiones geopolíticas, los conflictos armados, el avance del populismo y la erosión del Estado de Derecho en buena parte del mundo, son sólo algunos elementos del complejo contexto actual.

Específicamente, la pobreza (aquellos que viven con menos 1,9 dólares por día) mundial se incrementó por primera vez en el curso de una generación y las pérdidas de ingresos sufridas por las poblaciones en riesgo provocaron un aumento de las desigualdades internas y entre los países. Para 2015, la pobreza había disminuido de 1,9 mil millones de personas en 1993, a 689 millones. Sin embargo, los efectos de la pandemia han provocado una regresión de personas a la pobreza (Banco Mundial, 2022).

Si hablamos de salud, las cifras son preocupantes. En países de bajos ingresos, se registra 0.3 médicos por cada mil personas, mientras que, en los países de mayor ingreso, existen 3.0 profesionales de la salud por la misma cantidad. Desproporciones similares se registran en el número de infraestructuras y profesionales auxiliares de la salud. Aunque, enfermedades como tuberculosis, polio o VIH, habían sido relativamente controladas en casi todo el mundo, la pandemia de la COVID-19 ha redireccionado los escasos recursos, originando repuntes en los casos de estas enfermedades (Banco Mundial, 2020).

A nivel mundial, el desempleo entre hombres y mujeres que sólo tienen educación primaria se elevó en 70% de los países (Banco Mundial, 2022). A nivel global, la pandemia afectó más a específicos sectores laborales. Al mismo tiempo, hombre, mujeres y jóvenes han sufrido consecuencias de manera diferenciada en sus condiciones de trabajo. De acuerdo con la OIT, el 42% de las mujeres se encuentran en dichos sectores laborales más afectados, mientras que 32% de los hombres son empleados en los mismos sectores. De igual manera, 77% de jóvenes se encuentran en los sectores más vulnerables, frente al 60% de los hombres en edad adulta.

Se trata solo de un brevísimo panorama de nuestra realidad global. Sin embargo, cuando hablamos de Estado de Derecho, los resultados son desalentadores y explican la dramática desigualdad a la cual es sometida la población mundial. El Índice de Estado de Derecho correspondiente a 2022, advierte de la grave realidad de la transparencia, las leyes justas, el gobierno abierto, así como la accesibilidad y la imparcialidad de la justicia. Los resultados de este índice no son ambiguos y coinciden con otros que miden el impacto de la pandemia y otras crisis provocadas por causas diferentes. No se trata de teorías conspirativas o viejos discursos seudorrevolucionarios, se trata del efecto de la crueldad con la que actúan grupos de personas, y la impunidad con que otros cometen sus crímenes en cualquier lugar del mundo. Esta la otra cara de la moneda, la complacencia, la neutralidad y la apatía de otro grupo de personas. Ante lo anterior, si hay opciones y si es posible rectificar y dejar el mundo mejor de cómo lo encontramos. Es una decisión.

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