Designan a un nuevo fiscal de la Corte Penal Internacional, a simple vista pareciera que esta es una noticia sin ningún impacto para los venezolanos; sin embargo, sí posee una enorme significación.
¿Por qué es importante este nombramiento para nuestra sociedad? Pues, los venezolanos no podemos olvidarnos nunca del juicio penal que en cualquier momento se activa en el CPI en contra de Nicolás Maduro por los gravísimos delitos cometidos.
El expediente de Maduro en la CPI es enorme; ya el ente de justicia internacional ha evaluado los méritos para acusar a Maduro como violador de los derechos humanos de los venezolanos y crímenes contra la humanidad. Y es por esto que tal nombramiento es de interés para Venezuela.
Si se empieza un juicio formal en contra de Maduro, y el fiscal que lleve la causa es una persona firme en sus consideraciones y en aplicar todos los procesos válidos, entonces existe una altísima probabilidad de que Nicolás Maduro termine tras las rejas, no en Venezuela, sino en una prisión internacional.
Las violaciones de los derechos humanos, los delitos de lesa humanidad son una verdad; por tal razón, Nicolás Maduro trata de eludir sus responsabilidades, y busca, a como dé lugar, no enfrentarse en tribunales o de crear una ilusión de «cooperación» con el simple propósito de hacerse con la suya y no dar la cara por sus acciones y omisiones.
Nicolás Maduro tiene todas las de perder en un juzgado mundial, por ende se las juega. Por ese motivo pudiera intentar negociar –en última instancia– una salida del poder que le garantice impunidad, es decir, un exilio dorado en el que puede disfrutar de todas las riquezas poseídas a través del erario público nacional.
Maduro pretende con sus diálogos crear un ambiente de complicidad interna y externa que le dé sustento a un cambio de su estrategia y que le sirva de aval para la llegada del punto de no retorno. Así de claro, así de sencillo.
Maduro no quiere responder por las torturas cometidas, el ajusticiamiento de líderes democráticos, los encarcelamientos políticos, la censura a los medios de comunicación, no quiere rendir cuentas por los resultados de estos 20 años de socialismo, por los 300.000 muertos, muchos de ellos en manos de los cuerpos de seguridad civiles y militares, ni por el narcotráfico y el terrorismo de Estado, quiere salir «caballo blanco», y si es mejor continuar en el coroto hasta «que la mar se seque».
Maduro sabe –en lo más profundo de su ser– que un juicio penal internacional sería su final en todos los sentidos, y esto no es una exageración, es una realidad tangible, y una realidad que se palpa en su actitud y en la de todos los que lo rodean.
La usurpación, que no tiene vocación suicida, emprende todos los procesos necesarios para evitar ir a un juicio en la CPI, por lo que no descartan la posibilidad de ceder el poder sin mas derramamiento de sangre y solicitar ser juzgado en el país, ya que encontrarían más indulgencia en lo interno que en lo externo.
El mundo sabe lo que Maduro representa, y él sabe que está en una posición muy similar a la que vivieron Slobodan Milošević y Sadam Hussein, y –tal vez– el final de los 3 sea similar; y no podemos perder la vista que Maduro no es un Radovan Karadžić, el genocida serbio que pudo, por algún tiempo, burlar a la justicia mundial, no obstante su suerte no le duró para siempre.
Esta situación es posible y allá en Miraflores son conscientes de ello; saben que están contra las cuerdas, ellos saben que les quedan pocas opciones y márgenes de maniobra, y a causa de esto están empeñados en sobrevivir a como dé lugar.
Su plan tiene dos opciones, perpetuarse en el poder y así esquivar toda sanción y todo castigo, y la otra negociar y mantenerse impunes hasta el fin de sus días.
En ninguna de esas dos opciones, ganaría ni la justicia ni la dignidad de los venezolanos. Pero es así.
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