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Jugarle limpio a Venezuela

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Aparentemente es sugestivo el título que encabeza estas notas. De ser así, cabe una interrogante: ¿a quién corresponde hacerle ese juego limpio a esta gran Venezuela? Fácil de responder, a todos los venezolanos, sin excepción. Pero, a algunos les toca hacerlo en la más alta proporción puesto que disponen de amplias posibilidades para ello, valga la expresión, lo tienen todo; otros venezolanos con menos poderes y de limitadas influencias sociales la proporción se ajustará a sus alcances, lo  importante es la voluntad en hacerlo.

Entonces, la carga es repartible proporcionalmente. Si se cuenta con un gobierno honesto, responsable, serio y democrático que sienta como suyas las necesidades de la población, el jefe de ese régimen vivirá siempre preocupado en cuanto al cabal cumplimiento de los mandatos constitucionales, como es lo referente a  la protección de la vida y la salud de los venezolanos, la protección del ambiente, la seguridad pública, el abastecimiento alimentario y medicinal, la educación, la producción agropecuaria  y los servicios públicos del país.  La Constitución lo establece: la primera y gran obligación del presidente de la República es “cumplir y hacer cumplir la Constitución y la ley”. Todo lo cual si es cumplido a cabalidad conducirá al bienestar físico, mental y espiritual de  las personas a quienes las reanimará y estimulará en el estudio y en el cumplimiento de las tareas habituales del  quehacer diario. Al no cumplirse esos mandatos, la situación seguirá empeorando.

Ciertamente, el presidente de un país debe extremar los cuidados en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones constitucionales, así como también en  lo que respecta a su comportamiento personal; para ello procurar asemejarse a un buen maestro: vocabulario adecuado, decencia en sus expresiones, respetuoso de las ideas ajenas y ponderado en todas sus actuaciones. Esto por cuanto, tanto los suyos como los otros, aunque con propósitos distintos, se esmeran en auditar sus actuaciones.

En el caso actual de Venezuela, no contamos con evidencias que demuestren el cumplimiento cabal de esas sagradas obligaciones. Razón por la cual, el país está deshilachado, desbandado, destrozado y sumido en toda clase de carencias. El pueblo sufriendo y abandonado, sin los necesarios abastecimientos alimentarios ni medicinales, sin los indispensables servicios públicos; como sin dolientes y, lo peor de todo ello, hambreado. Así, las cosas, es muy grave para un padre de familia la imposibilidad de poder atender satisfactoriamente las necesidades de alimentación, salud y educación de sus hijos.

El cumplirle a Venezuela, como país, no se trata de  dádivas económicas. Sino con lecciones de responsabilidad, fundamentalmente con el trabajo productivo, con el pago de los impuestos nacionales y municipales, con todas las demás obligaciones que en el mundo social y económico se contraen. En fin, con el cumplimiento de cuantas obligaciones sociales asumimos en las relaciones humanas durante la vida estamos dando ejemplares lecciones de responsabilidad, respeto y honestidad, y con ello dejamos ejemplos de buenos ciudadanos. Ciertamente, todas y cada una de las personas con el comportamiento habitual  pueden ser educadores y educandos. Los recursos humanos constituyen, con sus tecnologías y saberes, ricos aportes para el engrandecimiento de Venezuela. Cada persona con su vida activa laboral, honesta y productiva puede ser una  escuela.

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