Con su accionar constante y su firme personalidad, María Corina Machado se ha colocado a la altura de Juana de Arco (Jeanne D’Árc: c. 1412-1431). Fue corta la vida de esta última figura, pero su accionar y ejemplo han hecho posible que sea recordada en estos tiempos revolucionarios. Estoy seguro de que mis lectores sabrán valorar la relevancia y extraordinaria personalidad de esa gran luchadora por la libertad.
Juana de Arco nació en Francia, el 6 de enero de 1412, en el seno de una familia campesina acomodada. Su infancia estuvo marcada por la sangrienta Guerra que enfrentó al primogénito de Carlos VI de Francia con Enrique VI de Inglaterra por el control del trono francés. Según ella, San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita le aconsejaron llevar una vida devota y piadosa. En buena parte, esa misión la cumplió Juana con pasión cristiana, brillantez y acierto al liderar un ejército francés, conformado por cinco mil hombres. Con ellos pudo derrotar al bando enemigo, lo que permitió la coronación de Carlos VII de Francia, en 1429.
La ya consagrada lideresa decidió entonces regresar a su hogar. En esa coyuntura sus superiores le exigieron su participación en contra del ataque que estaba llevando a cabo Inglaterra contra Francia. Lamentablemente, en el cumplimiento de sus funciones, la gran figura francesa fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses. Juana de Arco fue entonces juzgada por un tribunal eclesiástico, acusada de prácticas brujeriles. La absurda imputación tuvo como propósito principal colocar a Carlos VII como seguidor de una criatura maligna para así desprestigiarlo ante sus seguidores. Nada pudo detener lo inevitable: la heroína fue llevada a la hoguera el 30 de mayo de 1431. Para ese dramático momento había apenas alcanzado los 19 años de edad.
Lo que quiere la gran mayoría del pueblo venezolano es vivir en paz y hermandad. Más allá de las diferencias políticas, lo que importa y conviene a todos es volver al estado de libertad y el nivel de progreso que antes teníamos. Que haya alternancia en el ejercicio de la más alta magistratura es fundamental. No hay nada peor a un gobierno que se perpetúa en el poder y a un pueblo que se acostumbra a obedecerlo. Esto último lo reconoció el Libertador Simón Bolívar. En su conocido “Discurso de Angostura” (Ciudad Bolívar) nuestro Libertador dijo, entre otras cosas, lo siguiente:
“La continuidad de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente (…). Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el patriotismo; la venganza por la justicia (…). Los anales de los tiempos pasados os presentarán millares de gobiernos. Traed a la imaginación las naciones que han brillado sobre la tierra, y contemplaréis afligidos que casi toda la tierra ha sido, y aún es, víctima de sus gobiernos. Observaréis muchos sistemas de manejar hombres, mas todos para oprimirlos; y si la costumbre de mirar al género humano conducido por pastores de pueblos, no disminuyese el horror de tan chocante espectáculo, nos pasmaríamos al ver nuestra dócil especie pacer sobre la superficie del globo como viles rebaños destinados a alimentar a sus crueles conductores (…). El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas”.
El Discurso de Angostura fue pronunciado hace 205 años por nuestro Libertador Simón Bolívar. Hoy, más que nunca, su valor y vigencia se mantienen incólumes. ¡Viva la democracia!
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