OPINIÓN

Juan Bimba y el volcán

por Carolina Espada Carolina Espada

Una casa dividida no puede mantenerse en pie.

Una nación no puede existir siendo mitad esclava y mitad libre.

Abraham Lincoln, discurso “La casa dividida” (1858)

Campo de Carabobo, Tierra de Independencia. Sábado 5 de marzo de 1960. A 31°C y sin una sombrita. Dos Rómulos, el presidente político y el expresidente escritor, se estrechan la mano con determinación y se sostienen la mirada como diciéndose “a mí no se me olvida”. Rafael Caldera, presidente de la Cámara de Diputados, ve con innegable admiración a Gallegos, mientras que Jóvito Villalba, máximo líder de URD y el tercer miembro del Pacto de Puntofijo, luce imperturbable tras sus lentes de sol. ¿Y el presidente del Congreso? ¿Dónde estaba Raúl Leoni? Tal vez tomándose una Kolita Dumbo, porque adeco que se precie no toma Green Spot. Les dije que hacía calor, ¿no?

Arranca Betancourt con su discurso en el acto de la Firma de la Ley de la Reforma Agraria; de inmediato apela a su habitual profusión de adjetivos floridos y al habla enciclopédica mezclada con un profundo conocimiento de lo popular. Todos los presentes: senadores, diputados, empresarios, dirigentes sindicales, miembros de la prensa, docentes, estudiantes, representantes del clero nacional y de las Fuerzas Armadas, y probablemente algún coleado, escuchan sin parpadear cosas como estas: irrenunciable corolario, plebeyez aristocratizante, isonomía niveladora e igualitaria, geofagia latifundista, hábiles rábulas, masa depauperada, Reparto de Tierras de Chuquisaca. Una alumnita resabiada le comenta bajito a su profesor:

—Profesor Aveledo… ¿y esto lo entenderá Juan Bimba?

—Juan Bimba entiende más de lo que tú crees…

Ya en el primer mes del año, y ante los incidentes terroristas en todo el país, Betancourt había decretado con fiereza: La orden es ésta: sobre quien sea ubicado por un cuerpo armado colocando una bomba o lanzándola, se aplicará la ultima ratio de una descarga. No fue otro el método que utilizó un país como Estados Unidos para ponerle cese al gansterismo de los años treinta. No es otro el método que recomienda hoy el canciller Adenauer, cuando pide que se golpee duro y en la nuca a quien sea ubicado en las calles pintando la esvástica hitleriana. No se llegó a aplicar esa última ratio de una descarga y a nadie le dieron su coscorrón pero, en Caracas, 23 civiles fueron arrestados bajo acusaciones de golpismo y conspiración… y aún no había terminado enero. Rómulo, que no daba puntada sin hilo, en este discurso le lanza un par de flechas con curare a la guerrilla armada: El defraudado y mayoritario sector campesino se fue por eso, a lo largo de todo el siglo XIX, detrás de quien agitara una bandera de promesas reivindicativas y le echara la pierna al caballo, en plan guerrillero. Dijo “guerrillero” y no, “caudillista” o “como jefe absoluto de una montonera”. ¿Te quedó claro, guerrilla?

Para Rómulo, el pensamiento de Bolívar se basaba en tres fundamentos: la conquista de la soberanía nacional y que el pueblo eligiera a sus propios gobernantes; la abolición de la esclavitud; y la democratización de la riqueza mediante el usufructo de la tierra para una población eminentemente agrícola. Las dos primeras ya se habían logrado, Betancourt se proponía conquistar la tercera y para ello bautizó su plan de acción con el nombre de “Operación Rescate del Campesinado”.

Esta operación consistía en la inversión de 2.500 millones de bolívares en los próximos 4 años; la emisión de bonos de la deuda agraria; la dotación de tierras y, también, escuelas, sanidad rural, caminos vecinales, electrificación del campo y la formación de peritos agropecuarios e ingenieros agrónomos; la incorporación del campesinado al disfrute de las ventajas de la sociedad moderna; la garantía de que las tierras particulares que estaban siendo cultivadas o utilizadas para la cría del ganado no serían expropiadas, aun cuando fuere con adecuada indemnización, pues sus propietarios, en vez de represalias, merecían y recibirían estímulo, apoyo y respaldo de parte del gobierno; la distribución de tierras sería hecha con instrumentos legales, por métodos pacíficos y ajustados a las normas jurídicas, pues nadie estaba autorizado a hacerse justicia por su propia mano; y la instrucción al campesinado para que participara en la edificación sus propias casas, acueductos rurales, caminos vecinales, escuelas y capillas, así como su adiestramiento para manejar plantas eléctricas que dotaran de luz y energía la región donde vivían, cultivaban y criaban. Por último, Betancourt implementaba lo decretado por el Libertador en 1825: la repartición de tierras sólo para quienes las usaran para el cultivo o la cría, pues de lo contrario se les separaría de la posesión y propiedad de dichas tierras y serían para quienes las trabajesen como correspondía.

Antes de terminar el discurso con su “Conciudadanos” —declarando que estamparía su firma en la habría de convertirse en la Segunda Acta de Independencia de Venezuela, pues ya el pueblo no estaría atado económicamente a la pobreza, al aislamiento y a la incultura—  Betancourt dio un enérgico  ultimátum: No volverá a recibir más crédito del Banco Agrícola y Pecuario todo  aquel  que prefiera beberse en aguardiente el crédito que se le ha concedido. Porque la reforma agraria no es una cruzada de beneficencia sino una empresa de trabajo y de redención campesina, que debe beneficiar y beneficiará a la inmensa mayoría de hombres de trabajo y no a aquellos creídos de que la vida es sólo joropo, jolgorio y copiosa libación de mostrador”. 

Y uno no puede evitar preguntarse con amargura ¿en qué se parece el joropo, jolgorio y copiosa libación de mostrador de aquel entonces al reguetón-con-perreo, bochinche-rochela-y-guachafita y rajadera de caña-puyada-y-aliñada de nuestros días? Porque cuando uno se mete barrio adentro, un día de semana cualquiera, y ve que hay gente que se está cayendo de la pe… de la rasca sin que aún anochezca, puede asegurar que algún bono fue cobrado. Porque como dijo Simón Bolívar, lo de ahora es: Edificar sobre una base gótica un edificio griego al borde de un cráter en peligro de erupción.

Dios nos libre de la lava.

@carolinaespada