Esta vez sin sombrero de cogollo ni bollito de pan bajo el brazo. Va en rotas alpargatas, con viejo gorro y un banano rescatados del basural. Es Juan Bimba en plena revolución soberana quien fue símbolo democrático venezolano contra dictaduras tradicionales. Duda si debe votar en las regionales junto a los llamados alacranes y partidarios adictos al voto ritual “manque sea fallo”. Es por si acaso, quién sabe, puede ocurrir un milagro y esta vez su deseo es tomado en cuenta porque dicen que 90% de la población es anticastrochavista.
Le contaron unos tipos ambulantes clandestinos con la paciencia del maestro de escuela, que el nuevo Consejo Nacional Electoral ilegal de cinco miembros seleccionados por el régimen tiene allí a tres de sus militantes y los otros de algún modo fueron adictos al comandante eterno. Y que nadie sabe con cuál dinero compraron el nuevo aparataje electoral ni a los técnicos que los programan. Es que volvieron ceniza y polvo a los antiguos equipos para liquidar las pruebas de fraudes.
Esa gente callejera opuesta, que sabe a fondo de la Constitución vigente, le explicó que ahora se inscribió una buena cantidad de votantes nuevos pero ningún organismo oficialista ha confirmado ni deja supervisar a Súmate o equivalente sobre si limpiaron el antiguo Registro de sufragistas fallecidos por causas naturales o criminales, de dobles y triples cedulados, en especial si son empleados públicos obligados a depositar su papelito marcado, de si conservan en lista aparte de los 6 millones de venezolanos cuyo derecho a votar debieron repartirse en una elección presidencial entre escapados, parias, caminantes, perseguidos, expulsados, presos y los ya ejecutados o cremados. Son datos de poca importancia para ex partidos políticos locales (urgente es ocupar espacios como gobernador, alcaldes y otros puestecitos), anhelos por igual de los llamados organismos humanistas y humanitarios de la ONU, hartos ya de tanta denuncia estéril, a la cabeza España del neo PSOE y cualquier otro país de la Unión Europea o similares, pues lo vital para ellos consiste en legitimar gobernantes con quienes hacen buenos negocios, sean o no de las dinastías Hitler o Castro.
A pesar de todo, Juan Bimba acude a un local habilitado especialmente para el magno evento. En su ruta a pie nota que lo vigilan a cierta distancia, no como antes por soldados del Plan República y sus colectivos, sino por vestidos en franelas y camisas, eso sí, calzados con la misma clase de altas y fuertes botas. Los reconoce a pesar de las mascarillas por sus gestos, en especial su poderosa mirada. Son sus nuevos vecinos de los llamados ELN, FARC, Hamás, Hezbolá y otros nombres raros, porque desde hace meses, antes de entrar violentamente a su calle, su cueva o domicilio portando esas siglas en su vestimenta, armados hasta las uñas invadieron a su estado, toditas sus parroquias, comisarías, medicaturas, escuelas, botiquines, bodegas. Ahora lo reciben con abrazos en la mesa electoralista donde todos llevan botas de distintas clases.
Pero hay que tener fe y cuando se dirige a la máquina le dicen que mejor deposite en el cajón de papel. Introduce entonces la tarjeta del otro partido nuevo que los callejeros amigos opositores le garantizaron durante semanas que es la de su defensor seguro, muy distinta a la del gobierno.
Le dan constancia del cumplido deber tiñéndole un dedo en color sangre.
Nuestro protagonista , uno de miles en los que fueron veinte estados, dos territorios y un Distrito Federal de nuevo fue atrapado, esta vez sin reclamo posible porque la puesta en escena -guion, director, productor y actores- fue impecable.
La esperanza es lo último que pierde. Seguirá esperando mucho tiempo más pero en adelante solo por la ayuda de José Gregorio, el santificado médico protector de los pobres.
Es el meollo del cuento largo que relata Juan Bimba XXI en baja y débil voz entrecortada.
Apenas un fragmento de crónica rural en vías de científica Historia política urbana para desgracia de la vasta zona hemisférica occidental llamada Latinoamérica, continente de los continuos Descubrimientos.