Cuando era niño correteaba por los potreros de una hacienda de caña y ganado apostada en jurisdicción tocuyana, en donde había acrecido su progenitora quien era la criada de los señores de aquellas tierras de buen abolengo.
Desde niño José Vicente Pérez demostró cualidades excepcionales que, pese a la ruralidad de aquella Venezuela donde el auge petrolero comenzaba a ser un rumor, las letras y los pocos libros a los que podía tener acceso, desafiaban su curiosidad y su talento.
Pronto la fatalidad enlutará el destino del afanoso José Vicente, cuando su madre biológica lo deja en aquel fundo al cuidado de otra criada para poder cumplir con una encomienda personal en la capital del país, en donde el infortunio segará la vida de su madre al ser arrollada por un automotor.
El desastroso terremoto de El Tocuyo, el 3 de agosto de 1950, obligará a la madre sustituta y al pequeño José Vicente a emigrar a Barquisimeto, instalándose en una casa rural en los predios del Campo de Aviación de la ciudad, solares que comenzaban a poblarse de campesinos que llegaban a la capital larense en busca de oportunidades de trabajo.
Los primeros años de educación inicial los desarrolló José Vicente en casa, pero su ardor de conocimiento lo condujo a que su protectora lo inscribiera en una escuela rural «porque fíjese maestra, este niño no tiene sosiego con la lectura», fue la advertencia de su madre a la maestra de sexto grado, quien sin vacilar reparó que José Vicente era muy pequeño para el único nivel que había en la escuela.
El bachillerato fue un paseo para este mozalbete que se devoraba los libros de literatura en un santiamén. Esos escenarios agrestes obligaron a José Vicente a implementar el empirismo como estrategia permanente, sabiendo que sería la práctica la que formaría al maestro. Aún no se imaginaba que sus días con sus noches estarían para siempre comprometidos con la palabra en ese apasionante oficio denominado periodismo.
Hombre de medios
El incansable trajinar de José Vicente, lo condujo a formarse como periodista, de aquellos hombres que al calor de los acontecimientos recurrían a su talento para formular preguntas, investigar sucesos, escudriñar episodios y esclarecer eventos para comunicarlos con claridad admirable.
Así se formó este reportero integrante de la Asociación Venezolana de Periodistas, AVP, cuando aún estaba lejos de pensarse en una Escuela de Comunicación Social en una universidad.
Su ejercicio continuado en la profesión no fue obstáculo alguno para colegiarse en el CNP que sustituyó la aguerrida asociación de periodistas arriba citada.
Y como era un periodista acucioso e intachable, fundó el diario El Larense, junto a Víctor Barranco, otro innegable comunicador formado en los años convulsos de la prensa. No vacilarán los Carmona para llamar a José Vicente y proponerle que forme parte de El Impulso, la casa editora fundada por Don Federico Carmona el 1 de enero de 1904, siendo director encargado y jefe de Redacción.
Igual cargó ocupará luego en el diario El Informador. En ambos rotativos, su presencia marcaría un antes y un después, según testimonios de sus propios compañeros de labores quienes aún hoy lo recuerdan y reconocen como uno de los mejores periodistas y pioneros de la información.
Y es necesario hacer un inciso para acotar que José Vicente es de la generación de los mejores periodistas en Lara como: Pacífico Sánchez, Luis Rodríguez Moreno, Reinaldo Gómez, Hugo y Homero Boscán, Víctor Barranco, José Ángel Ocanto, Rodrigo Orellana, Esteban Rivas Marchena, Guillermo Rivero Rojas, Francisco Cañizales Verde, entre otros que mil veces merecen ser nombrados y renombrados.
Evocando su trayectoria
El periodista Hugo Boscán comenta que José Vicente proyecta mucha confianza y seguridad en sí mismo a tal punto que opacaba a los demás con su personalidad, evento que no era deliberado. Su sola presencia inspiraba respeto; y la pasión que imprimía en sus labores, era admirable.
Como jefe fue uno de los mejores. Estricto en todo momento. Jamás una corrección con humillación o un desplante a un subordinado, nunca.
Entre los políticos del momento era respetado, por tanto, nadie pudo señalarlo de ser un hombre comprometido con alguna tendencia a pesar de que ejerció el periodismo institucional.
Empero, todos estos escenarios se pudieron reconstruir gracias a las fascinantes conversaciones nocturnas, vía WhatsApp desde Caracas-Barquisimeto-Washington DC, con la hija de nuestro biografiado, Lirio Pérez Petit, que sigue la senda del admirado padre, pero con más ímpetu, pues es heredera de aquel desmedido talento de José Vicente Pérez.
Lirio recuenta que, en el ocaso de sus días, radicado en Caracas, su padre instaló la oficina de prensa de la Policía del estado Miranda; encargándose también de dirigir la oficina de prensa de la Policía del municipio Sucre, una encomienda planteada por el entonces alcalde Raoúl Bermúdez.
Antes había estado al frente de la Oficina de Relaciones Públicas de la Gobernación del estado Zulia cuando el gobierno de Oswaldo Álvarez Paz. Asimismo, trabajó en la Fracción Parlamentaria de Copei en el extinto Congreso Nacional cuando Rafael Caldera era presidente de la República. Acompañó a Enrique Mendoza durante su pasantía por la Alcaldía de Sucre y la Gobernación del estado Miranda.
Muchos años antes, con su entrañable amigo Filiberto Peña, asistirá al III Pleno Juvenil de Acción Democrática realizado en 1964, en donde conoció a Martha Peña, hermana de Fili, de cuya unión matrimonial nació José Vicente Pérez Peña.
En los años setenta, José Vicente conoció a la señorita Lirio Petit, en el diario El Impulso, con quien se casará en 1978, procreando a Lirio Pérez Petit.
José Vicente nació en El Tocuyo el 8 de julio de 1942 y falleció de un paro respiratorio en la Clínica Acosta Ortiz de Barquisimeto, el 3 de octubre de 2014, rodeado de familiares y amigos. El padre y periodista Jesús Larez le dispensó el último sacramento algunas horas antes de iniciar su viaje a la inmortalidad.
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