OPINIÓN

José Ortega y Gasset: «Soy yo y mis circunstancias» 

por Ángel Lombardi Ángel Lombardi

 

Somos seres vivientes, «nos gastamos y desgastamos» en ello. Las circunstancias son lo que son y las que nos tocaron. No decidimos nacer, ni tampoco de qué progenitores, ni en qué época y lugar. Casi todo lo que pasa no depende de nosotros y muy poco es lo que decidimos realmente.

De nuestros Sí y No (SINO = DESTINO), una parte es consciente y otra parte es producto de usos y costumbres. De nuestra educación y de cómo otras personas influyen en nosotros. Casi todo nuestro mundo personal está sujeto a creencias y propaganda. A no pensar, simplemente a creer y a nuestra absoluta subjetividad.

El «conocerte a ti mismo» socrático y el «llega a ser lo que eres» es una trampa de sofistas. Ambas preguntas o exigencias solo son posibles si se intenta responder a posteriori. Después de una vida ya vivida; es decir, en la vejez. Cuando la vida real se va reduciendo a un plazo cada vez más corto y la lucidez es una de las cosas que se pierden con la senilidad. Distinguir vejez de senilidad es muy importante. Lo primero no te retira de la vida; lo segundo es un vivir-muriendo. 

Regresando al YO, éste no es inmutable, aunque el carácter y la personalidad tienden a ser identificables desde la infancia. Al igual que la genética nos pre-condiciona y las circunstancias nos exigen entenderlas para poder «lidiar» con ellas lo mejor posible; para preservar nuestros lícitos intereses, valores y principios. Y, en lo posible, los de nuestra comunidad, evitando el egoísmo exagerado, de tipo narcisista, y el conservadurismo que pretende eludir, evadir o impedir los cambios que la propia sociedad exige y necesita, y que la razón humana provee a través del conocimiento, la tecno-ciencia y el humanismo necesario que hoy llamamos básicamente derechos humanos: dignidad personal, libertad y lejos de toda discriminación y desigualdad que nos divida. 

Esto último es una UTOPÍA (lugar de ninguna parte). Un lugar y tiempo inexistente. No sé si en algún futuro esto sea posible, pero como ideal, la utopía inspira, alienta y marca un rumbo. La veo necesaria en términos psicológicos e históricos para evitar el nihilismo distópico y la inhumanidad del poder en cualquiera de sus manifestaciones patológicas. Nos redimimos o nos autodestruimos como personas y comunidades.

Quizás aquí es cuando una filosofía, creencia religiosa, un impulso espiritual, una relación íntima, secreta, personal, con el misterio y el silencio que algunos llamamos Dios, nos permita entender quién soy y a qué vine al mundo: a partir de unas circunstancias, comunes a muchos, pero personalizadas en cada uno, ya que nuestra relación con el mundo y las personas concretas encontradas, es lo que nos terminaron definiendo.

Somos seres concretos que siempre estamos en busca de algo: sea de tipo psíquico, material o espiritual. Pero casi siempre seguimos insatisfechos. Somos, inevitablemente, de la raza de Prometeo y Fausto.

A Ortega y Gasset lo leí completo entre mi bachillerato y la universidad, 60 años después esta es mi respuesta existencial a una frase «Yo y mis circunstancias» que me ha interrogado hasta el día de hoy y me sigue interrogando.