¿La vida debe ser a veces como un hecho teatral? ¿Qué creen ustedes? Yo pienso que no. La significación de cada minuto de vida es infinitamente valiosa. Por ello cuando me siento ante una farsa no tengo disyuntivas de si odiar o amar. La respuesta es siempre amar auténticamente. A Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo, en la capacidad de la regeneración de su bondad, cuando esto sea posible. Enfrentar y destruir el mal cuando sea preciso, también por amor a Dios y para salvar a las familias de los monstruos que atentan contra la humanidad.
Las grandes transformaciones de la humanidad pueden producirse a través de hechos o situaciones violentas, pero la mayor y más grande transformación definitiva, y que se funda en el alma de los seres “por los siglos de los siglos amen”, es aquella que se produce por amor al prójimo; que es el modo como el “Supremo Autor” nos pide que le demos demostración de haber entendido ese amor infinito de él hacia nosotros.
La presencia de personeros del narcocriminal régimen venezolano en la ceremonia de beatificación de José Gregorio Hernández, el médico más amado y venerado en la tradición religiosa y popular de Venezuela, nos señala la importancia que tiene para dichos personeros hacer una mueca de presencia, cual actuación de teatro, como si respetaran realmente tal ceremonia y creyeran en su significación profunda para la abrumadora mayoría de nuestro pueblo venezolano.
Fingir un respeto a creencias y opiniones de la jerarquía eclesiástica venezolana, y hacia el propio Santo Padre, cuando se ha hecho evidente durante la tiranía que no es así, no es tan grave como fingir sobre asuntos de la propia trascendencia espiritual de la Iglesia, como lo es la comunión del “Cuerpo de Cristo”. Los asuntos de naturaleza terrenal que también merecen absoluto respeto hacia y por el hombre, como es hacia su libertad, y por la democracia en un país, nos indican cuán dañada está su naturaleza humana y pervertida su actuación como sujetos que se dicen conductores de una nación.
El arrepentimiento sincero, y la rectificación es la más grande de las transformaciones que conducen al perdón del ser humano pecador; como de hecho pecadores somos todos en distintas medidas. Ojalá que José Gregorio Hernández Cisneros sea un motivo verdaderamente relevante de valor compartido por todos, mujeres y hombres de Venezuela, para que de inmediato podamos constituir un gobierno de emergencia nacional que tenga en la propia Fuerza Armada, la familia venezolana y la sociedad civil, junto con la Iglesia Católica, los actores garantes ante la comunidad internacional, lo que permitiría atender de inmediato la crisis y salvar vidas de enfermos, hambrientos, desnutridos, desvalidos, y en general, de una sociedad desfalleciente que pide a pleno sol de rezos y de noches de gritos de los torturados, la salida del poder de los secuestradores y asesinos que han martirizado tanto a sus semejantes, impunemente.
catedrainternacionallibertad@gmail.com
@gonzalezdelcas