OPINIÓN

José Gregorio Hernández

por Francisco González Cruz Francisco González Cruz

Octubre es el mes de José Gregorio Hernández, el héroe civil más conocido y querido en toda la historia y la geografía de Venezuela. Nación un miércoles 26 de octubre de 1864 y su nombre es un homenaje al bisabuelo paterno, el boconés José Gregorio Hernández de Yangüas y Mendoza, casado con María de la Cruz Febres-Cordero y Padrón, nacida en San Félix de Curaridal, Mauroa, estado Falcón. Por dispensa especial del Santo Padre Francisco, el 26 de octubre es la fecha escogida para su festividad como beato, pues es tradición de la iglesia conmemorar a los santos y beatos el día de su muerte. El nuestro es una de las poquísimas excepciones que celebra el día de su nacimiento.

Dos años antes, el  22 de octubre de 1862,  contrajeron matrimonio eclesiástico Benigno María Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros y Mansilla en la iglesia de San Juan Bautista de Betijoque, ceremonia que ofició el padre Martín Moreno, y sirvieron como testigos su amigo Froilán García y María Luisa Hernández Cisneros, hermana del novio. 

La festividad de octubre coincide con el mes más importante del estado Trujillo, cuya fecha culminante es el 9 cuando se celebran varios acontecimientos importantes:  la fundación de Nuestra Señora de la Paz de Trujillo en 1557; la creación por los trujillanos en asamblea de la Provincia Autónoma de Trujillo en 1810 y se suman al movimiento juntista iniciado el 19 de abril en Caracas; la creación de la Diócesis de Trujillo en 1957 y luego, el 26 de octubre 1966,  cuando el cardenal José Humberto Quintero bendice el “Santuario del Niño Jesús” en Isnotú.

Su popularidad se debe a que se formó para servir, combinando de manera admirable la ciencia y la bondad, incluso la sabiduría. Fue una persona culta, elegante, modesta y buen hijo, hermano, vecino y excelente ciudadano. También era religioso de disciplinada praxis, y de una espiritualidad superior, en el sentido de que tenía consciencia de sí y de su responsabilidad consigo mismo, con los demás y con la creación. 

Su vocación para servir como médico a todo el que lo necesitara, sin distinciones de ninguna naturaleza, lo hizo muy popular despertando en todos un cariño especial, como se demostró cuando la muerte lo sorprendió en la calle, sirviendo. 

Venezuela sería mucho mejor si tomáramos como ejemplo a su hijo más conocido. Si conversáramos como él lo hacía, sin  ofender a nadie. Si toleráramos como él que tuvo entre sus mejores amigos a personas que pensaban diferente. Si nos formáramos como él de manera integral. Si ejerciéramos nuestros trabajos, oficios o profesiones respetando la dignidad humana y poniendo primero el bien común. Siendo simplemente buenos.

José Gregorio Hernández debe estar en las calles y caminos, en las plazas y en los campos, como fue su vida. También en las escuelas y universidades, centros de salud y en todos los lugares públicos para recordarnos que en Venezuela existen muchas personas como él, que es necesario hacerlas visibles. 

También en los templos, por supuesto, pero la Divina Providencia lo destinó a la calle, a las aulas y a las casas donde lo necesitaran, como lo necesitamos hoy todos los venezolanos.