OPINIÓN

José Alberto Olivar y la parábola histórica

por Luis Barragán Luis Barragán

 

Nada casual, galopantemente, la sociedad venezolana ha perdido formalidad, compromiso, sobriedad y confianza en sus relaciones, y, por ello, esta incansable anomia que nos atormenta  y el predominio exagerado de la economía informal con sus consecuencias, disfrazada de entusiasta emprendimiento. Cualesquiera gestos y eventos significativos y solemnes, más aún, los actos académicos, llaman inmediata y poderosamente la atención y el respeto de propios y extraños; por cierto, significación y solemnidad que ha perdido por más de dos décadas el poder establecido trocado en espectáculo.

Muy recientemente, la Academia Nacional de la Historia, con 136 años a cuestas, una rareza para el país que prosigue su desinstitucionalización, efectivamente adscribió como numerario al Dr. José Alberto Olivar, cuyo discurso de incorporación de impecable e inspirada factura, añadido el de contestación, suscrito por el Dr. Edgardo Mondolfi, impresionó favorablemente a la audiencia, segura de encontrarse con tribunos de una macerada reflexión capaces de suscitar y orientar el debate, sin estridencias. Al transcurrir los días, hemos constatado el interés creciente de los lectores por la materia tratada: la entendemos como una eficaz parábola histórica que sólo surge de la curiosidad, el rigor extremo, la paciencia, el conocimiento acumulado, la inspiración, la severidad técnica, la humildad, la imaginación necesaria que ha de caracterizar al científico social.

La citada corporación que, valga recordar, es una legítima expresión sobreviviente del Estado, hizo una correcta calibración del novísimo numerario, cuyas credenciales lucen irrefutables, tal como se espera de toda la membresía afianzada por el estudio y la investigación, el ejercicio docente y los textos que perduran por su solvencia académica. Esto, en contraste con otros ámbitos del quehacer colectivo, la adscripción de todo individuo de número parte de exigentes requisitos, calibrada la trayectoria misma de los aspirantes, pues, de ocurrir lo contrario, la institución perdería credibilidad y ganaría en desprecio.

Historiador que ha privilegiado sendas líneas de investigación, como la vialidad en nuestro país, las relaciones civiles-militares, el Esequibo, preocupándole el futuro mismo de la universidad venezolana, aporta una perspectiva  inédita del pensamiento político venezolano con su trabajo de incorporación de título elocuente: “Una mirada al libro El Presidente de Rafael Fernando Seijas (1891). Entre la crisis del liberalismo amarillo y la promesa moralista”. Halando la punta del hilo, logra una importante e interesante interpretación de un período crítico de la vida republicana que da cuenta de una extraordinaria aspiración afincada en aquellos valores destruidos por la realidad política y sus actores, aunque perdurables en la misma medida que pueda comprenderse a cabalidad cada coyuntura, respondiendo en términos estratégicos así el denunciante, por ejemplo, finalmente no vea materializado sus sueños.

Nos consta, el amigo José Alberto desplegó todas sus habilidades detectivescas yendo más allá del citado ensayo, hasta dar con la fecha cierta del deceso del autor, para retratar una época que, aclaremos, cualquier parecido con la actual no es simple coincidencia. Así las cosas, concluimos que Olivar ha sido interpretado por Seijas y no al revés.

@luisbarraganj