Por bondad de su autor, Jorge Cracco (Barquisimeto, 1958), la vida me depara un gozoso privilegio: acceder a la jubilosa lectura de una extraña y extraordinaria experiencia estética. Leer con singular placer una novela rara en todo el sentido de la palabra. Confesiones de un átomo (Editorial Eclepsidra, primera edición, 2018, 285 páginas). Inteligente y lúcidamente prologada por el notable poeta y ensayista caraqueño Rafael Arráiz Lucca, esta novela está escrita en clave polifónica, me atrevería a decir en registro poliédrico, pues en su largo y denso decir narrativo se advierten tonos de delirante inventiva poética con una prosa ceñida al buen decir narrativo.
Llevado de la maestría narrativa de su autor, Cracco, el lector siente que es guiado por un gratificante viaje por los intrincados y laberintos morfogenésicos de una singular antropocosmología multi-pluri-versal.
La escritura literaria de Cracco funda un universo radicalmente paralelo no menos fascinante y enigmático que el que transcurre aquí abajo en la tierra en este mundo chato y apagado de lo real dado constituido que llamamos por comodidad y pereza mental realidad real.
Leyendo este artefacto narrativo confeccionado por Jorge Cracco por momentos el lector siente estar en presencia de un pensador presocrático de la antigüedad griega clásica. Su irresistible atracción por los tópicos de la cienciología de la física cuántica, de la hipótesis del big bang y de teoría del universo en expansión ilimitada de la que nos habla Stephen Hawking en relación con los agujeros negros del espacio. Los personajes singularmente designados con la entidad nominativa de “Fotón Violeta”, “Neutrino Gris”, “Quark Extraño”; y algunos otros sujetos actanciales como “Hidrógeno”, “Carbono”, “Oxígeno”, “Nitrógeno”… de donde se colige la hondura cultural y filosófica del autor de esta fascinante novela sin parangón en la tradición narrativa de la escritura literaria venezolana del último siglo.
Luego de leer esta novela queda en el ánimo y espíritu del lector una intensa sensación de regusto por los no pocos aciertos lingüísticos y expresivos que su autor; los atributos léxicos y verbales del discurso narrativo que exhibe Cracco en esta novela testimonian y dan cuenta de un escritor inequívocamente maduro en las complejas artes de la expresión literaria, pues cada oración, cada frase entretejida a la largo de los párrafos de las casi trescientas páginas de este memorable libro, ostentan pleno dominio del rigor enunciativo del decir en la remembranza. Digno ejemplo de mi anterior afirmación lo constituye la rutilante descripción de la trayectoria que recorre el Neutrino Gris en su enigmático y surreal itinerario.
Grato asombro nos prodiga el escritor en su narrar de prodigiosa factura dicente. El segmento titulado “La infancia” constituye un dechado de virtud didascálica de hondo contenido pedagógico; aprendemos lecciones imperecederas leyendo esta novela y eso, a no dudarlo ni un ápice, es de agradecerlo cálidamente a la taumaturgia verbal de su autor.
Desde estas breves líneas felicito al autor de Confesiones de un átomo por su sustantivo aporte invaluable al enriquecimiento del patrimonio cultural y literario venezolano que viene a incrementar con creces su cauda intangible y su tesaurus estético y espiritual del presente histórico que vivimos.