Este ensayo de un aprendiz de escribidor no ha resultado fácil. Pues hay que ser muy creyente de quién fue Jesus para no cuestionar su gesta. Y nosotros no reunimos la totalidad de las condiciones mínimas para sentirnos legitimados. Felices aquellos con plena legitimación.
El escenario de aquella época ha pretendido ser interpretado por terceros, no limitándose a quienes lo concibieron ni por aquellos que lo adelantaron. El novelista venezolano Miguel Otero Silva, en La piedra que era Cristo (Editorial Oveja Negra, Bogotá, Colombia, 1948) nos brinda una apreciación majestuosa, la cual inicia con Juan el Profeta, Juan el Bautista, Juan el Menguante, Juan el Prisionero, Juan el Degollado, predicados que revelan el rol determinante del personaje en la misión encomendada por Dios, el Padre, a Jesús, su hijo. Prosiguen las páginas de Otero con Satanás, Los Milagros, El Sermón de la Montaña, Caifás, Judas, Poncio Pilato, Barrabás, El Gólgota y María Magdalena, para dibujar con una encomiable gnosis la corta estadía en la tierra del enviado del Dios supremo. Entre otros intérpretes, dudosos en lo relativo a aquellos que admiten sin mayores indagaciones el mandato de Jesús y hasta la ratio de su existencia, incluyendo la sui generis fórmula de su concepción en el vientre de María por obra y gracia del Espíritu Santo, han de mencionarse a Reza Aslan, con su libro El zelote: la vida y la época de Jesús de Nazaret, para quien Jesús fue un hombre lleno de convicciones y pasión, pero a su vez plagado de contradicciones. El movimiento revolucionario que creara fue percibido como una amenaza para el orden establecido que fue capturado, torturado y ejecutado como un criminal. El filósofo español César Vidal hace una contribución determinante con respecto al hijo de Dios en dos libros, Quién es Jesús y Más que en un rabino, en cuyas páginas describe a un Jesús adorado, venerado y admirado por millones y millones de personas, observando que a pesar de ello sus enseñanzas son ignoradas en gran medida por las masas, circunstancia relacionada con la negación de que “nació, vivió y murió como judío”. Particularidad para Vidal indispensable para que se hubiesen entendido sus enseñanzas y el profundo impacto de ellas en la religión. Es de advertir, no obstante, que la mayor parte de la bibliografía, en esencia corroboradora del catolicismo asume como un hecho notorio, de los que no requieren prueba, no solamente la existencia de Jesús, sino la convicción de ser un enviado del Señor con la misión de componer al mundo y que su legado ha sido determinante para la paz individual y colectiva. La convicción de que somos alma y cuerpo y de la corresponsabilidad entre una y otra.
No es nada fácil “el creer” para los de la vida terrena, particularmente, cuando palpamos que esta es cada día más ajena a lo que Jesús predicó y que ello ha sido objeto y prosigue siéndolo de interpretaciones por parte de sinópticos como Mateo, Marco y Lucas, de apreciaciones, como se lee, bastante similares, por cierto, aunque con algunas diferencias, a las atribuidas a Juan, explicativas, como las de los tres primeros a la vida y a la predicación de Jesucristo como “Hijo unigénito de Dios hecho hombre”. En correspondencia con las dificultades reales del ciclo existencial, leemos en Billy Graham “El mundo está siendo llevado a un rápido torrente que se está descontrolando. Solamente un poder puede redimir el curso de los acontecimientos, y es “el poder de la oración”. Alguien ha dicho, estima este pastor evangélico, que una nación no puede mantener su libertad sin la ayuda de Dios Todopoderoso. Y orar abre las puertas de la eternidad a los pecadores salvos por gracia”. Evidencia de que no solo a los católicos nos cuesta creer.
Una de las prédicas atribuidas a los intérpretes de la vida de Jesús es la denominada “Doctrina de la Trinidad”, fundamentada en apreciaciones de la Biblia y conforme a la cual “hay uno llamado el Padre que es Dios, uno llamado el Hijo que es Dios y uno el Espíritu Santo que es Dios”. Se arguye que aceptar la apreciación equivale a compartir la creencia de que “la deidad” ha sido expandida, no aceptable, por lo menos, en Pablo, a quien se atribuye haber escrito “Para nosotros solo hay un Dios, el Padre, tendencia a socavar el crédito bíblico principal de que Dios es uno y el fundamento de toda la verdad de que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios e hijo de David. En el lenguaje católico el principio trinitario de un solo Dios y tres personas está aceptado con rigurosidad como “precepto sagrado”. Por supuesto, navegando entre “el alma y el cuerpo” de sacerdotes y feligresía que ojalá fuese en un sentido y en otro, o sea, “cuerpo sano mente sana”, pero también, “on the other way around”, esto es “mente sana, cuerpo sano”. Sí, como en la educación de la Grecia antigua.
La gesta de Jesús, como notoriamente conocido, pasa por su condena y su muerte. Roma gobierna y Pilato a la usanza judía se lava las manos, entregando al Nazareno a la plebe para su crucifixión y muerte, capítulos con respecto a los cuales merece traer a colación el palique que extremadamente bien plasma Miguel Otero Silva en La piedra que era Cristo, entre dos Jesuses, el bueno y el malo, este último Jesús Barrabás. La secuencia es así: 1. Me complace mi liberación Rabí (Jesús), pero jamás pensé a cambio de la sangre de un justo. En verdad te digo, manifiesta Jesús, que la culpa es de Caifás y Pilato, no tuya. Maquinaron mi muerte porque mis prédicas sacudían sus pilares de avaricia y odio. Los Pilatos y los Caifases, los lobos y los zorros son bestias de una misma pelambre, 2. Escucha Rabí, quienes gritaban por mi libertad no eran los mismos que pedían que te condenaran. El espíritu de mis discípulos responde el interpelado, es animoso pero su carne débil, huyeron aterrados y la multitud que me había recibido en mi entrada a Jerusalén ni siquiera se acercó al Pretorio. Barrabás argumenta, tu prédica a favor de la conformidad y la mansedumbre disgustó a tus seguidores, particularmente, tu apreciación de que “a la bofetada del adversario era preciso poner la otra mejilla, a lo cual Jesús responde que se refirió a las mejillas del espíritu, a fin de evitar la sed de venganza, dado el empecinamiento del pueblo judío en cobrar el agravio con sangre, 3. Propiciaste Rabí la negativa a pagar los impuestos. Nunca, dice Jesús, lo que propuse fue el cambio de este mundo injusto por otro donde nada se la dará al César, sino todo a Dios, 4. Israel es una perra amarrada a la picota de los invasores, denuncia Barrabás, a lo cual el Nazareno confiesa que “con el Señor triunfará y se consolidará la estirpe de Israel, 5. Hablas Rabí como si nada te fuera a pasar, a sabiendas de que agonizarás y morirás en la cruz, ante lo cual el interrogado responde: “He venido al mundo como luz, para que ninguno que cree en mí se quede a oscuras. Moriré, pero a los tres días resucitaré. El mundo no verá más, pero los que creen en mí sí y pediré a mi padre que les asigne otro abogado, quien estará con ellos para siempre: el espíritu de la verdad. Jesús Barrabás promete a Cristo que tan pronto salga de la cárcel, se dedicará a luchar por la igualdad y la libertad, pero al expresidiario lo asesinan llegando al barrio pobre donde le esperaba su madre, rodeada de podredumbre. Jesús pareciera haberlo predicho, pues cuando su compañero de cárcel salía de la reja de la prisión el Nazareno se le acerca y lo besa expresándole: “En verdad te digo, mañana estarás conmigo en el paraíso”. Así termina la ilustradora conversación entre dos Jesuses, uno bueno y el otro malo, pero en camino a componerse.
Las complejidades del tema nos inducen a pedir excusas, por el atrevimiento de habernos propuesto resumir en este ensayo los lineamientos que le son aplicables, el cual no quisiéramos concluir sin la mención extraída del libro Abandonment to Divine Providence, del sacerdote francés Jean-Pierre de Caussade, del tenor siguiente: “La santidad de los santos del Antiguo Testamento, y de hecho la de José y la Santísima Virgen, llegó a través de la obediencia absoluta a la buena voluntad”, acompañada de las palabras “Creer, creer y creer”. Asimismo, la apreciación del sucesor de José María Escribá de Balaguer, ya siervo de Dios, para quien “el encargo que recibió un puñado de hombres en el Monte de los Olivos, cercano a Jerusalén, durante una mañana primaveral allá por el año 30 de nuestra era, tenía todas las características de una “misión imposible”: “Recibiréis el poder del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra”. Menos de 300 años después, una gran parte del mundo romano se había convertido al cristianismo”. Buen juicio con respecto al Nazareno.
Finalmente, que la Semana Santa a punto de concluir haya animado a los venezolanos para la concordia y el progreso.
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@LuisBGuerra