Nicolás Maduro en la rendición de cuentas al país
Foto EFE

El Medio Oriente ha sido y sigue siendo centro de acontecimientos cuya importancia y consecuencias han afectado y afectan al mundo occidental. Desde el nacimiento de Jesús en Belén, entonces parte de la provincia de Judá del Imperio Romano, hasta el surgimiento y difusión de la religión musulmana en lo que hoy es Arabia Saudita, siguiendo con las Cruzadas, el Imperio Otomano y finalmente los acontecimientos que llevaron a la creación del Mandato Británico para llegar al surgimiento del Estado de Israel resultante de una votación de la Asamblea General de la ONU en 1947 que decidió dividir (Resolución 181) el territorio del Mandato  es dos Estados, uno judío y otro árabe. En su momento fundacional nuestra Venezuela votó a favor de tal resolución. Finalmente, el 14 de mayo de 1948 David Ben Gurion proclamó la independencia del Estado de Israel.

En aquellas tierras, que bíblicamente se conocían como Canaan, habitaron, entre otros, los filisteos (de donde deriva el nombre de Palestina con que se conoció la región) hasta que en el siglo XII (a.C.) llegaron y se establecieron los judíos, liderados por Moisés, quien tras  cuarenta años de peregrinación desde su salida de Egipto y hasta su muerte, ya a la vista de la Tierra Prometida, pasó a ser el dominio de las doce tribus de Israel que consiguieron habitar, poblar y desarrollar ese territorio hasta entonces yermo.

Así pues, podemos afirmar con fundamento que el Sr. Maduro está en un error al afirmar que Jesús fue un niño palestino. No lo fue. La Biblia señala que nuestro Señor nació en Belén de Judá como judío, hijo de padre y madre judíos de la estirpe de David.

De la misma manera parece conveniente aclarar a quien hoy ocupa Miraflores que Cristo no fue ajusticiado y crucificado bajo el Imperio Español, como él afirmó, sino que tal acción ocurrió bajo el Imperio Romano. Pobre Nicolás, se equivocó, a cualquiera le pasa…

Lo malo de estas torcidas interpretaciones de la historia es que pueden y suelen traer consecuencias, tal como quedó demostrado en la Asamblea Nacional chavista, cuyo presidente Jorge Rodríguez justificó que su gobierno apoye al pueblo palestino “víctima de la injusta agresión de Israel”. Debe haber leído la prensa con apuro para no enterarse que, en este episodio, el agresor es Hamás (representante de una parte del pueblo palestino) e Israel es el agredido. Hay que entender también que desde el Poder Legislativo bolivariano uno puede equivocarse en medio de tantos problemas que resolver.

La magnitud y fiereza del ataque de Hamás ha permitido que muchos nos preguntemos dónde quedó la legendaria eficiencia del Mossad, agencia israelí de inteligencia, cuando en sus narices se preparó y ejecutó una operación de gran magnitud. Ante ello algunos recuerdan el fracaso de las agencias norteamericanas en 2003, cuando informaron al entonces presidente George Bush (h) que Irak había conseguido obtener armas de alcance letal. Ello era inexacto y desató la segunda invasión norteamericana a esas tierras, cuyas consecuencias aún hoy persisten.

Estimamos que la situación que se ha presentado amerita la declaración de guerra que dispuso el primer ministro, Benjamín Netanhayu. Queda por determinar si se trataría de una guerra interna o internacional toda vez que la Franja de Gaza tiene un estatus impreciso porque el Estado Palestino , cuya existencia es materia de controversia, ni forma parte de Israel ni es reconocido por un número significativo de naciones, aun cuando la aspiración mundial es que ello así ocurra para que por fin se pueda poner en práctica lo acordado entre israelíes y palestinos de coexistencia legal y pacífica entre ambos pueblos enfrentados desde hace décadas por una situación de violencia y terrorismo generada por los palestinos y por otro lado, la construcción de asentamientos judíos sobre territorios que se reconocen como palestinos que da lugar a continuos enfrentamientos.

El tema no es fácil de solucionar. Si lo fuera ya se hubiera alcanzado algún acuerdo luego de innumerables intentos en los que participaron todos los últimos presidentes norteamericanos y otros líderes mundiales, más las siempre fracasadas negociaciones entre las partes involucradas. Esta vez se repite el esfuerzo, aun cuando el presidente Biden ha expresado en términos inequívocos el apoyo de Estados Unidos al pueblo de Israel y lo ha avalado con la presencia en aguas cercanas de un portaaviones y el envío de suministros que ya han comenzado a llegar a su destino.

El riesgo de que esta situación llegue a transformarse en una crisis de escala mundial esta vez sí existe, toda vez que la presencia de Irán prestando apoyo político, financiero y logístico a Hamás y también al grupo paralelo Hezbolá agrega un ingrediente de extrema peligrosidad siendo que ese país es enemigo jurado de Israel y de Occidente en general, además de que dispone de poderío militar suficiente para influir decisivamente. Vale decir pues que a esta fecha no todas las cartas están echadas.

Asimismo, está en gestación la posible violencia que ya asoma en la frontera norte de Israel con Siria y Líbano donde ya se han producido algunos enfrentamientos cuyos efectos y consecuencias habrá que evaluar a la hora de convertir el presente evento en un conflicto internacional de mayor proporción.

Quien esto escribe aboga en primer lugar por el cese de la violencia y el retorno de la paz. Sin embargo, para que no quede ninguna duda expresamos nuestro decidido apoyo al Estado y al pueblo de Israel en esta difícil circunstancia. Aspiramos también a que el estamento político israelí asuma una posición de unidad nacional, dejando para más adelante las críticas que seguramente harán. Los posibles desentendimientos y pases de factura habrán de ser para cuando los ánimos se calmen un poco.

@aapsalgueiro1

 


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