Es el nombre de la canción surafricana que se ha vuelto viral en las plataformas digitales durante la pandemia por covid-19. Se dice que lleva ya más de 210.000.000 de reproducciones en Youtube y fue el tema más buscado en Shazam durante septiembre y octubre de este año nada afortunado para muchos.
La canción está escrita en venda, un idioma que se habla en Suráfrica. La letra cuenta que Jerusalén es una ciudad celestial en la que se puede estar en comunión con Dios y evoca a mantener la fe y la esperanza.
“Jerusalema” se hizo popular a partir de febrero de 2020 cuando en varios hospitales del mundo se bailaba la canción como símbolo de esperanza para vencer al covid-19.
Aquí en Venezuela hemos visto grupos de abnegados médicos cantándola y bailándola con cierta alegre esperanza, a pesar de la crisis hospitalaria que azota al país desde antes y durante la pandemia. También una línea aérea del sector privado hizo lo propio, y grupos de vecinos de todo el país se han atrevido a hacer lo mismo.
No veo nada malo en eso, confieso. La fe mueve montañas y la esperanza es lo último que se pierde, dicen. Y si me apuran, yo creo que las montañas se apartan cuando ven venir la fe.
Aun más, en la mitología griega se menciona la Caja de Pandora como un curioso regalo de los dioses.
Cuenta la leyenda que, tras haber robado el titán Prometeo el fuego de los dioses para regalarlo a los hombres y el castigo que Zeus le impuso por tamaña osadía, su hermano Epimeteo recibió como regalo de los Olímpicos una compañera: Pandora. Esta fue dotada con todos los encantos que los dioses podían proporcionarle: Afrodita le dio la belleza, Hermes la elocuencia, Atenea la sabiduría, Apolo la música…
Cuando Pandora se presentó ante Epimeteo, lo hizo acompañada de otro regalo de Zeus: una caja cerrada, que bajo ningún concepto debía ser abierta. Epimeteo, deslumbrado ante la gracia y la belleza de Pandora, ignoró la promesa hecha a su hermano Prometeo de no aceptar jamás regalo alguno de los dioses olímpicos, pues eran astutos y traicioneros, y la aceptó como compañera, aceptando al mismo tiempo la caja que la acompañaba, que escondió en lugar seguro.
Pero la curiosidad pudo con Pandora, y un día que Epimeteo dormía le robó la llave del lugar donde escondía la caja, y la abrió para espiar su contenido. Al levantar la tapa, grande fue su desilusión al encontrarla vacía, pero era porque en ese mismo momento escaparon de ella todas las desgracias y males que podían afectar al hombre, y se extendieron por el mundo: enfermedades, sufrimiento, guerras, hambre, envidia, ira…
Más todavía le dio tiempo a vislumbrar en el fondo de la caja algo que aún no había escapado, y corriendo la cerró. Lo que pudo conservar en el fondo de la caja fue la Esperanza, que no consiguió escapar. De ese modo fue sellado el destino de todos los hombres, que a partir de entonces padecieron toda suerte de males, pero incluso en medio de los más terribles de ellos, siguen conservando la Esperanza.
¿Somos capaces los venezolanos de conservar la fe y la esperanza para soportar, trabajar y superar el cúmulo de males que ha “atesorado” el ch… abismo en veintiún años, nueve meses y veinticuatro días de desdichado desempeño en el poder?
A pesar del silencio oficial criminal ante la tragedia de dieciséis menores de edad (uno de cuatro meses) y algunos adultos, todos venezolanos, echados al mar desde la vecina isla de Trinidad y Tobago, que es decir, a su suerte o muerte segura; ante la celebración de un cumpleaños feliz de un sujeto, mientras el país se viene abajo, un dólar en veloz ascenso, por los cielos el alto costo de la vida, hospitales abarrotados y sin insumos; en espera de otra chapuza electoral programada para el próximo 6 de diciembre; aún más, aunque veamos con pena y vergüenza ajenas como bailan y cantan en Maiquetía “Jerusalema”, donde se exhibe a todo el personal con pertrechos de bioseguridad que bien o mucha falta hacen a los empleados de la salud pública, a pesar de eso y más calamidades que padecemos, evitemos caer víctimas de la desmoralización, que es un riesgo que debemos conjurar en lo inmediato.
La peste arruina, destruye, malgasta, lesiona, hiere, daña, perjudica, roba, pilla, tima, corrompe, carcome, contagia, intoxica, delinque, prostituye, mata y asesina. Es preciso no haber nacido en un país, padecer de un resentimiento muy arraigado o ser bien despreciable para odiar a su gente.
Al momento de escribir estas letras me entero de que más de 65.000 comidas diarias dejarán de llegar a los niños venezolanos por la acción criminal que emprendió el gobierno chavista contra el proyecto humanitario de @MiConvive y @alimentasol
Si notas alguna rabia o un altisonante no hagas caso, no es contigo. Es contra el silencio, la vergonzosa mudez, la tranquilidad de la indiferencia.
No es necesario ser un erudito, ni un avezado académico, tampoco un Kelsen ni Justiniano para entender que lo que se vive y sufre en Venezuela es una tragedia y no precisamente griega, o peor, pero saldremos de ella.
Ni en el más delirante de mis sueños dejaré de pensar en la democracia que tuvimos y en la que podemos recuperar y mejorar, formando células, cuerpos de opinión, voces y de voluntades para salvaguardar aquellos valores que son patrimonio inmarcesible en nuestras costumbres, tradiciones e instituciones.
Imposible imponer la imagen de un caudillo sobre la idea de democracia y de régimen de libertades públicas. Insisto, el ch… abismo nunca será un recuerdo provechoso del pasado, pero sí un letrero vigilante del porvenir.
En mi fuero interno canto y bailo mi propia “Jerusalema”, con el sueño de país que todos merecemos verlo hecho realidad, contra esa loca persistencia que pretende borrar la civilidad para imponer el militarismo y la barbarie.