En Argentina, como en España, las encuestas patinaron. Javier Milei, un recién llegado a la política, que se identifica con VOX, se alzó con el triunfo de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del domingo. Patricia Bullrich, la candidata y ex ministra de Seguridad (2015-2017) de Mauricio Macri, que pide mano dura contra la violencia, le siguió en la preferencia del voto. Su adversario en la coalición Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, se convirtió en el gran derrotado de la noche junto al peronismo viejo, nuevo y de las dos últimas décadas: el kirchnerismo que representaba, a su manera, Sergio Massa, ministro de Economía.
Los pronósticos demoscópicos se equivocaron, pero la suerte no está echada. Las elecciones, las de verdad, se celebrarán el 22 de octubre. La diferencia entre Milei (30 %) y el bloque de Juntos por el Cambio de Bullrich, es muy estrecha (28,27 %) aunque la deriva del voto personal de Rodríguez Larreta, en parte, puede ser un misterio.
La coalición oficialista Unión por la Patria de Massa (27, 26 %), quedó en tercera posición (sumado el 5 % de Juan Grabois) cerca de Bullrich, una hazaña si se tiene en cuenta que su carta de presentación es una inflación en torno al 120 % que triplica la que heredó de Macri el actual Gobierno de Alberto y Cristina Fernández.
El vencedor de estas primarias generales es un economista de 52 años, un showman histriónico que se hizo popular en los programas de televisión donde ponía el grito en el cielo (y en el infierno) para suplicio de los realizadores y contertulios. El triunfador de estas PASO es también el hombre que propone anular la polémica ley del aborto, dar carta blanca al comercio de órganos humanos, otorgar libertad para la compra de armas, clausurar el Banco Central y dolarizar (oficialmente) la economía. Dicho de otro modo, provocar un terremoto en los cimientos de una Argentina que no resiste más.
Milei, bajo esa apariencia de payaso despeinado, ha logrado seducir a los más jóvenes y a un sector de la población hastiado de la violencia y arruinado, una y otra vez, por los sucesivos gobiernos. En la campaña prometió ejecutar a «la casta parasitaria que ha arruinado al país». Lo hizo a ritmo de rock & roll y con chupa de cuero negro. La letra y la música de su canción caló profundo por diferentes razones.
Su despegue no puede desligarse de la depresión económica (y de la otra) de Argentina, pero tampoco de los últimos acontecimientos de violencia. En un par de semanas tres muertes violentas han sacudido al país y en especial la de una niña de 11 años, Morena Domínguez, a la que unos «motochorros» arrastraron durante metros para robarle el «celular» que la cría no soltó. Murió en el hospital.
La muerte de la pequeña provocó la interrupción inmediata, como gesto de solidaridad, de los actos de campaña de todos los candidatos. Milei, duro entre los duros, contra la delincuencia aprovechó el descontento y la ira de una población que se resiste a convivir con el narcotráfico y con los bolsillos vacíos.
Patricia Bullrich dura como Milei ha tenido mala suerte al tenerle enfrente, pero podría disponer de tiempo de aquí al 22 de octubre -y con los ánimos más calmados- recuperarse. Si Sergio Massa, un perfil modelo Pedro Sánchez sacó lo que sacó el domingo ella -y hasta él- podrían llegar a la final en una segunda vuelta.
Pero el fenómeno de la noche y quién sabe del futuro en la Casa Rosada sigue siendo Javier Milei. Actual diputado, ausente de la mitad de las sesiones de la Cámara, atravesó un bache significativo cuando le reprocharon poner a la venta sus candidaturas y sumar a sus listas al mejor postor. El hombre que, como aquel Podemos original, llega con el discurso del combate a la casta, no ha acusado un golpe que a cualquier otro le hubiera pasado una alta factura en las urnas.
Algo similar podría decirse de Axel Kicillof, el exministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires que el domingo, en esta provincia que concentra un tercio del padrón electoral, logró ser el más votado.
Lo dicho, la suerte no está echada, pero la partida ya tiene un claro al favorito.
Artículo publicado en el diario El Debate de España