Así como en la Apología de Sócrates, impelido el sabio griego a beber el veneno de cicuta en un proceso judicial que reprobaría todo sensato examen ante los principios y garantías del Derecho Procesal moderno, apareció en las redes sociales y medios de comunicación, luego del Macutazo del 3 de mayo pasado, el estratega venezolano J. J. Rendón, acusado de luchar por la libertad que sus propios detractores dicen desear para Venezuela.
Más que entrevistado en los distintos programas de opinión política, parecía interpelado severamente bajo juicios subjetivos de valor, rumor y especulaciones, que no juicios de razón. En ese escenario, creí escuchar como en audio paralelo cuando veía las imágenes de las declaraciones que el estratega daba en los medios, las palabras del referido personaje ateniense en su apología: «… Desearía con todo mi corazón, que fuese en ventaja vuestra y mía, y que mi apología pudiese servir para mi justificación. Pero yo sé cuán difícil es esto, sin que en este punto pueda hacerme ilusión. Venga lo que los dioses quieran, es preciso obedecer a la ley y defenderse.»
Antes de ahondar en el asunto que me inquieta sobre la opinión pública venezolana, motivo del presente artículo, veamos un poco los inicios del destacado asesor y estratega político.
J. J. Rendón es psicólogo, publicista, profesor, activista y estratega político caraqueño, nacido en 1964. Es hijo de un militar retirado, y su madre, fue miembro juvenil del partido Acción Democrática. Ya de su ascendencia familiar se entiende tanto su vocación a la Estrategia, como también a la Política. Sin duda, hay vocaciones que se llevan en los genes y tarde o temprano, reclaman su espacio. Mostró sensibilidad desde temprana edad por el mundo de la cultura y la intelectualidad. Estudió cine, teatro, literatura y se graduó como psicólogo en la Universidad Central de Venezuela. Cursó un postgrado en Ontopsicología en la Scientific and Humanistic Research Foundation Antonio Meneghetti, en Roma. Y se certificó en Desarrollo Organizacional, con especializaciones en Psicología de la Comunicación de Masas, Planificación Estratégica y Gerencia en Publicidad y Mercadeo. Es profesor del Centro Interamericano de Gerencia Política y fue miembro de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos.
J. J. Rendón es conocido por ser el primer consultor en ingresar al Salón de la Fama de la Consultoría Política por la revista Campaigns & Elections. Conocido asimismo por ser uno de los 10 consultores políticos más importantes del mundo. Merecedor de varias distinciones internacionales, entre ellas la Orden del Mérito por parte del Presidente de Honduras, Porfirio Lobo, en 2011 y del Premio Humanitario de Innovación en la sede de las Naciones Unidas. Ha asesorado más de 30 campañas presidenciales, entre las que destacan las de Enrique Peña Nieto y las dos campañas presidenciales de Juan Manuel Santos.
Pero lo que más vale destacar de la trayectoria de este venezolano, a los presentes efectos, es que J. J. Rendón ha desplegado a lo largo de su vida una consecuente oposición a lo que él denomina Regímenes Neo-totalitarios, en particular, a los Regímenes demagogos, genocidas, narcotraficantes y violadores de Derechos Humanos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro Moros. Nadie puede negar que J. J. Rendón tiene 21 años oponiéndose a la falacia del socialismo del siglo XXI, idea mediocre sin asidero conceptual alguno, creada en el laboratorio -versión latina de la KGB-, del Foro de Sao Paulo.
Ahora bien, ante la evidencia de los objetivos de lucha de J. J. Rendón, quiero destacar en este pequeño espacio, la dicotomía que a mi parecer y sorpresa, manifiesta en no pocas ocasiones la opinión pública venezolana, que en un primer momento, de forma enardecida y con toda justificación, solicita a la dirigencia opositora las salidas más radicales, entre ellas la Intervención Militar Extranjera, ante una tragedia venezolana igualmente radical, de un país bajo el dominio de organizaciones criminales internacionales y una población sometida a las más crueles penurias y abusos de poder, y en un segundo momento, parece escandalizarse y cuestionar a priori, sin mayor cautela, las iniciativas reales y concretas que agentes políticos como el protagonista del presente artículo, pueda someter a consideración impulsar, en el cumplimiento de un deber con toda la base jurídico – constitucional que basta, como lo es lo establecido en los artículos 333 y 350 de nuestra Constitución Nacional.
La reciente renuncia de J. J. Rendón el pasado 11 de mayo al cargo de estratega general del Comité Presidencial para atender la crisis venezolana, cargo que ocupó ad honorem desde el 27 de agosto de 2019 ante el gobierno interino del presidente Guaidó, no es la primera o única renuncia que el afamado estratega ha hecho efectiva en el marco de alguna labor desempeñada en su profesión como asesor y estratega político. En esta ocasión se debió a los hechos suscitados por el contrato suscrito con la empresa de seguridad Silvercorp USA Inc., vinculado a la llamada «Operación Gedeón» que tenía por objeto capturar a Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.
La operación, era vox populi, había sido infiltrada maquiavélicamente por el régimen mucho tiempo antes del domingo del Macutazo. Así lo reveló Cabello, al que identifican como jefe del Cartel de los Soles, en su programa Con el mazo dando del 28 de marzo. La infiltración explica el por qué de la ejecución suicida de la operación, incluso financiada a último momento por el régimen para ejecutar extrajudicialmente a venezolanos comprometidos con la libertad de Venezuela, o en el mejor de los casos atraparlos y así obtener información de inteligencia.
En efecto, en 2010 J. J. Rendón fue el estratega principal de la campaña presidencial de Juan Manuel Santos contra el candidato del Partido Verde Antanas Mockus. Y en 2013, trabajó asimismo en la campaña de reelección del mencionado mandatario colombiano. Fue en esta campaña, que J. J. Rendón fue señalado por el líder de un cartel colombiano de recibir 12 millones de dólares por parte de agrupaciones de narcotraficantes, a cambio de que sus integrantes no fuesen extraditados a Estados Unidos. Ante estas falsas acusaciones, J. J. Rendón negó haber recibido dichos sobornos, de inmediato solicitó se investigara lo conducente, y decidió retirarse de la campaña presidencial de Santos, a los fines de no afectarla. Posteriormente, la Fiscalía colombiana informó que las acusaciones contra el estratega no gozaban de evidencias, y el dinero del supuesto soborno nunca existió. J. J. Rendón fue declarado inocente. Luego de esto, Juan Manuel Santos fue reelegido presidente de Colombia en 2014.
Considerando este precedente de renuncia oportuna, personalmente he cuestionado mis propios postulados iniciales sobre la pertinencia para la imagen del gobierno interino, de la renuncia de J. J. Rendón y su aceptación por parte del presidente Guaidó. Ciertamente, en un primer momento pensé que aceptar la renuncia implicaba que el presidente Guaidó aceptara también, tácitamente, ante la opinión pública, que era imputable no solo a J. J. sino a todo el gobierno interino el fracaso de la operación, cuando se sabía que la misma no se llevó a cabo bajo dirección ni consentimiento alguno de J. J. Rendón, ni del presidente Guaidó, toda vez que no se llegó a contratar de forma definitiva a la empresa Silvercorp USA Inc., pues al contrario se desistió de esa opción irrevocablemente en noviembre de 2019, al no contar con los elementos de confianza suficientes para llevar a cabo un plan de tan importante y delicada envergadura.
En ese momento, a mi manera de ver, que J. J. Rendón presentara una renuncia al presidente Guaidó implicaba una aparente contradicción, que suponía hacerse responsable de culpa ajena, pues ni dirigieron, ni estaban al tanto de que luego de noviembre, el ex boina verde Jordan Goudreau, en unas circunstancias nada claras y bajo quién sabe cuáles motivaciones, se decidiría a proseguir con los planes de una incursión, que ya incluso 47 días antes, se sabía delatada por propia declaración del que identifican como jefe del Cartel de los Soles.
Ya calmadas un poco las aguas, y viendo en retrospectiva la carrera del mencionado estratega (más allá de las presiones recibidas de ciertos sectores «opositores» que de manera oportunista lo conminaban a forma de turbas a beber la cicuta), la referida renuncia, me atrevo a especular, obedecía más bien a un paso táctico necesario, donde cabe resaltar dejó sentado claramente, que la renuncia era en cuanto al cargo, mas no a la causa. Causa que está, en sus propias palabras, «por encima de cualquier ego» pues «la causa es Venezuela». De allí que pienso que habrá que dejar transcurrir el tiempo para que el horizonte del pasado reciente se pueda ver más diáfanamente, y juzgar ante los ojos de la historia si los señalamientos de esa opinión pública venezolana signada por dicotomías, rumores y contradicciones, en verdad tuvieron o no razonable basamento.
Sin embargo, no puede desmerecerse del mérito de haber querido obtener de forma responsable, la consecución del objetivo de liberar a Venezuela de una tiranía, en conocimiento que no hay diálogo ni negociación que valga (sabidos mecanismos dilatorios a ventaja de la Tiranía), atenido a lo que no solo es un derecho en la Constitución Nacional, sino sobretodo un deber (Art. 333).
Finalmente, volviendo a las remembranzas de la apología de Sócrates, cuando mi amigo el talentoso periodista venezolano Alejandro Marcano le preguntó en su entrevista al estratega venezolano si se arrepentía, me parecía escuchar en paralelo a su respuesta, lo que se lee en las líneas del citado texto de la filosofía helena:»… ¿No tienes remordimiento, Sócrates, en haberte consagrado a un estudio que te pone en este momento en peligro de muerte? A este hombre le daré una respuesta muy decisiva, y le diré que se engaña mucho al creer que un hombre de valor tome en cuenta los peligros de la vida o de la muerte. Lo único que debe mirar en todos sus procederes es ver si lo que hace es justo o injusto, si es acción de un hombre de bien o de un malvado. De otra manera se seguiría que los semidioses que murieron en el sitio de Troya debieron ser los más insensatos, y particularmente el hijo de Fhetis, que, para evitar su deshonra, despreció el peligro…».
Mi intuición, que pocas veces me ha fallado en los años de edad que tengo, me dice que aún hay guion por escribir en el futuro de nuestro país, con la pluma del renombrado estratega.
¡Fe y lucha!
¡Viva Venezuela libre!
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