OPINIÓN

Iván nos recuerda que se nos agota el tiempo

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

Dependiendo, sea tonto o cómplice, enriqueciéndose con patrimonio de los venezolanos que cada día es menos, o víctima del peor, nefasto y patibulario gobierno de la historia, será Iván Duque, nombre de familia y bautismo, o Iván Márquez, para disimular como hacen los delincuentes.

Algunos políticos y politiqueros están cada día más alejados de la realidad. Mientras la evaden irresponsablemente, el mundo observa impactado cómo las FARC anuncian su retorno a la lucha armada, de lo cual deberíamos estar intranquilos y preocupados. Situación que agrava la relación entre los países, a la vez que constituye una amenaza contra la estabilidad de la región.

El video terrorista cambió el panorama político de la región. Quedó claro para la comunidad internacional que el régimen castrista en Venezuela representa una peligrosa intimidación. Estados Unidos, Colombia y Brasil, entre muchos, entienden que el cese de la usurpación debe cumplirse sin demora.

Márquez, el apodado, nos advierte que no le gusta la paz, sean cuales sean, buenos o malos, los acuerdos firmados, y Duque, el decente, le indica al delincuente, que no le va a permitir traicionar, delinquir, ni financiarse o beneficiarse traficando cadáveres, secuestrados, sufrimientos, drogas, violaciones de los derechos humanos. Y para que quede claro, no solo pone a las fuerzas militares a aumentar la presión protectora de la paz, sino que además coloca precio a las cabezas de los criminales, porque todos ellos, líderes y seguidores, están siempre hambrientos de dinero.

En Venezuela hay otro Iván llamado Nicolás que, enredado en sus propios errores no entiende o comete a propósito, tuvo el descaro de darle la bienvenida al denominado Iván, delincuente, criminal público y confeso, porque por la diabólica interpretación del socialismo no solo cree que la revolución es matar, robar y enriquecerse a costa ajena, sino porque maneja al país como su finca. Que no lo es, pero además de perverso y desfachatado, es sordo a todo lo que no sea lo que él, para bien y especialmente para mal, considera.

Lo que ambos “Ivanes” no expresan, es que al desastre corrupto e incompetente que llaman gobierno, y a quienes llevamos cargados en la espalda hambre, temor y esperanza, se nos acaba el tiempo. Que está llegando –o llegó– el momento del ahora o nunca.

Avanzando el siglo XXI, con su socialismo retorcido para sacarle el jugo posible, no solo estamos invadidos por ladrones y delincuentes de producción endógena, cubanos heredados del castrismo que hambrea a sus paisanos, y chavismo que estableció caminos de miseria, hambre y hundimiento venezolanos, sino por rusos que entrenan a militares en el uso de armas modernas que no son gratis y quieren cobrar. Los enviados de Putin puede que estén satisfechos de molestar a sus adversarios de siempre, los estadounidenses, pero en realidad tienen una industria de la muerte montada sobre una economía débil de tercer mundo, y necesitan recuperar montones de dólares que el ex espía, y desde hace demasiados años zar elegido de Rusia, le fió al militar venezolano que jugaba beisbol y murió de cáncer antes de alcanzar su meta de heredar a Fidel Castro. Mal le salió la jugada, no solo falleció en manos cubanas, sino que la herencia dejada a su relevo fue el envejecido, descolorido y obediente Díaz-Canel.

Se nos acaba el tiempo. La única certeza es que hay colombianos que rechazan la paz y venezolanos que permiten a los patibularios de Colombia que se pacifiquen ganando dinero en media Venezuela. En las tierras neogranadinas el Iván demócrata planta cara y sus militares derrotan a los asesinos narcoguerrilleros, que en las venezolanas los malhechores se esconden y en especial, de militares que puede estén contentos o descontentos con lo que sucede, pero siguen siendo obedientes a sus líneas de mando, y solo actuarán después de que los civiles, poco disciplinados, terminen de salir a las calles, no para derrocar al salvaguarda, pero sí a buscar el sustento y tranquilidad que la revolución fallida, distorsionada, no solo ofreció y no cumplió, sino que ha logrado convencer, incluso a cómplices que empiezan a preocuparse, que jamás cumplirá.

Se puede alegar “falta de estrategia, incumplimiento de palabra empeñada, errores, equivocaciones u omisiones” que, en realidad, son complicidades en la corrupción y afiliación societaria de quienes disfrutan riquezas en negocios con el régimen. Existen sectores opositores no involucrados en la podredumbre delincuencial, los aliados internacionales están al corriente y ahora se voltean a escucharlos. Son conscientes de que la oposición oficialista es el principal obstáculo que tienen que enfrentar, como demuestran sus acciones.

Venezuela se está convirtiendo en el Irán de Suramérica. Así como la república islámica utiliza a Hezbolá para desestabilizar a los países vecinos, Venezuela emplea organizaciones terroristas para perturbar a sus colindantes.

En el futuro cercano tendremos que contener, lidiar, no solo contra la miseria y pobreza, sino luchar frente al pillaje guerrillero. Y desde ya porque en la disyuntiva entre devastación y recuperación, el tiempo se agota. De lo contrario, caeremos en las garras depredadoras del Foro de Sao Paulo y sus infames aliados.