OPINIÓN

Iván, el amable

por Carlos Sánchez Torrealba Carlos Sánchez Torrealba

Foto: Ricardo Gómez Pérez

 

A estas alturas del partido -no sé si por suerte o por desgracia- uno insiste en escribir y en hacer arte con la expuesta o la tácita aspiración de construir, de aportar, de enseñar, de dejar algo…. Es una corriente alterna y en esa me puso la vida. Asunto que agradezco.

Desde esa corriente que partió hace siglos de nuestras más antiguas culturas originarias y también del occidente del que seguimos siendo costra, desde esa corriente, pues, insistimos en decir, en escribir, en actuar, en movilizar, en provocar que ocurran sucesos, portentos, una que otra novedad… A veces con tanto fervor que la palabra puede trocarse en pasiones para caracterizar, en potentes imágenes oníricas, en legítima poesía tangible.

Corriente alterna que energiza la cotidianidad para volverse torrente fecundante que te permite salir a bailar al medio de la calle en cámara lenta, y en una danza a todo pulmón poner allí en escena el cuadro de la Libertad guiando al pueblo… De armar un dispositivo teatral que te permita ofrecer a trescientos sesenta y cinco actrices y actores caracterizando a José Gregorio Hernández permaneciendo de pie, estoicos y risueños frente a Miraflores hasta que ocurra lo que todas y todos deseamos…. De hacer una película, dos, unas joyas de película, unos largometrajes magníficos de bajo presupuesto con el alumnado de cine de la Escuela de Artes de la UCV y aquello se constituya en unos de los hitos del cine nacional.

Sin duda que el memorioso Don Iván Feo, mi llave, fue uno de los maestros en Venezuela de esa corriente alterna de la que vengo hablando. Un entrañable Maestro que nos enseñó el arte de maravillar, de querernos más gracias a nuestras capacidades histriónicas que él cooperaba para hacerlas más visibles a uno y al resto de la humanidad. Iván nos enseñaba hasta a corregir amorosamente, rigurosamente, siempre guiando y siempre guiado por los dones de la ternura.

Iván siempre fue amable con nosotros en el TET y conmigo en particular ¡Cómo se lo agradezco! Alguna vez me envió un correo que ahora comparto:

“Querido Carlos, hace un rato ya vi Acto Cultural y, de nuevo, feliz de verte actuar.

Salvaste mi sábado. Yo conozco bien la obra y puedo decirte que estás parado donde es.

Hay cosas -muchas- en donde mejoras lo que hacía Briceño.

Con el resto del elenco unos están mejor que otros, pero en general no desdicen. Algunos, como la niña, excelentes.

Hay cosas que creo son de concepción, de dirección, pero eso lo hablaremos algún día, más adelante.

Enhorabuena y recibe un gran abrazo, hermano.

Iván”.

Junto al beisbol que tanto quiso, junto a la música, junto a los boleros que tanto encumbró, junto a la publicidad donde fue campeón, junto a las potentes películas que nos regaló, junto a todos esos fervores llevo soñando con él toda la noche. Con él y con su compañera María Simonette de mi corazón que, de tanto amarlo, terminaron pareciéndose hasta físicamente (¡Sí! Iván sin barba era muy parecido a su Simona). Y es que, carajo, a Iván no se le ocurrió mejor idea que marcharse temprano, a destiempo, y yo no alcancé a despedirme.

Gracias, Maestro. Junto a tus otros alumnos y todos estos que te queremos, te aplaudimos de pie hasta el final y más allaíta, hasta la proa del horizonte, allá donde terminan el país portátil y las repúblicas de aire, allá donde siempre estará la musa Ifigenia para conjugar el verbo amar por siempre y en todos los tiempos.

Abrazos y bendiciones para tu Simona y la familia, caballero.

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