La ausencia de educación y de conocimiento crítico mantiene al sujeto humano en un estado de servidumbre similar al de la esclavitud. El conocimiento crítico es lo único que posibilita el ejercicio de los derechos, el progreso del individuo, de las instituciones y la consecución de un Estado justo.

Eduardo Vásquez, La razón de la filosofía (ensayo)

I. La guerra entre Israel y Gaza ¿Consecuencias o causalidades?

Para dilucidar escenarios históricos complejos, máxime cuando el espacio ideológico-religioso se convierte en el eje de las diferencias pensativas, todo lo que pudiera ser analizado, reflexionado, criticado y hasta sentenciado en sus componentes de orígenes, causas y consecuencias, seguirán atados en ese oxigonio de espacios cíclicos, y por ende, repitiendo una y otra vez, lo que al final terminará condensado en una lucha a muerte, porque los soportes de “verdades absolutas” entre cualquiera de las partes están asociadas con un silogismo, que en vez de repensar esa estructura inductiva y deductiva que nos lleva a una conclusión sin refutaciones, debería recomponer esos espacios entre sus consecuencias y causalidades.

En efecto, ver el cómo Israel y Hamas, ambos se acusan del bombardeo a un hospital en Gaza con efectos desastrosos de muerte y barbarie sobre víctimas de la guerra originada por ambos; es parte de ese silogismo, al cual ninguno renuncia, y peor, es ver y escuchar al presidente de Estados Unidos diciendo que “no cree que haya responsabilidades de Israel” sobre tal hecho, y en antítesis, que Rusia, o sea, Vladimir Putin, quienes además libran una guerra contra Ucrania, exigir “explicaciones” a Israel, pues, obviamente es otra demostración del inmenso error que sucumbe ante las estructuras del pensar, en este caso, geopolíticas, que no sólo están fracasadas, porque sus “razonamientos” al estar anclados sobre las posiciones de poder, ignoran por completo, que la historia contemporánea, la cual debería estarse recomponiendo con la denominación de historia suprageocomunicacional, y que nos ha impuesto formas de realidades tan distintas, pero tan contradictorias, que hasta la iglesia católica, una de las instituciones más ortodoxas y conservadoras, y basada en nomenclaturas “bíblicas” ha admitido la existencia de matrimonios entre homosexuales – eufemísticamente autollamados con siglas pomposas, que no excluyen las orgías y otras desviaciones pensativas -, pero mantiene férreamente el celibato para sus “exponentes de palabra” mientras aumentan en el mundo, las denuncias de abusos sexuales sobre sacerdotes.

Y es que cuando Israel y Gaza centran en Jerusalén parte de sus diferencias religiosas, o cuando se hacen llamar, el pueblo “judío” o “palestino” no para tratar de repensar la historia que los ha diferenciado, sino para victimizarse ante un mundo, mientras ambos “pueblos” se (auto)destruyen con la fuerza de balas, cohetes y explosiones y en “nombre de Dios”; o más aún, cuando esas mismas diferencias se aferran a esa “biblia” o al “Corán” para dilucidar las características, extensiones y condiciones de vida sobre un determinado territorio, que tiene por encima de todas las cosas, un efecto de inmortalidad y “espiritualidad”, es porque estamos ante la supresión del pensamiento complejo como centro para resolver los problemas más esenciales y prioritarios que requiere la humanidad y en este caso: la paz mundial.

Ya no existen consecuencias o causalidades entre los conflictos ideológicos-religiosos de Israel y Gaza. Lo único que existe entre ambos son realidades de sangre, secuestros, destrucción, y cuánta barbarie pudiera ser narrada en un mundo convulso que intenta con “altos funcionarios” de naciones “poderosas” resolver tensiones, buscando impedir que la ampliación de un conflicto semejante, llegue hasta otros territorios, aunque quienes ahora se enfrenten, continúen matándose por sus “verdades” y “derecho a defenderse”, mientras se multiplican el número de muertos, mutilados y heridos de niños, mujeres y hombres.

II. La suprageocomunicacionalidad: el principal centro para la resolución de conflictos del siglo XXI

Cuando las naciones “poderosas” entiendan que ellos se quedaron en la diplomacia arcaica del siglo XX, y que la realidad ha cambiado de una manera tan desproporcionada en el mundo de las telecomunicaciones, que cualquier persona puede enterarse antes que ellos, de un hecho determinado; incluyendo cualquier acción terrorista, como aquellas que vimos al comienzo de este siglo ante el ataque sobre Estados Unidos en sus “torres gemelas”, se habrá dado un paso importante en comprender que la fenomenología no es una simple denominación epistemológica.

O sea, negar que prácticamente todo gira sobre la base de la suprageocomunicacionalidad, y salvo uno que otro ataque suicida o de algún desequilibrado con una arma o cuchillo; un hecho o acción bélica o de ataque de gran magnitud necesita de manera indispensable del apoyo de las grandes corporaciones tecnológicas: Microsoft, Google, Meta y X – antes Twitter-, y en menor medida de otras con fines audiovisuales, comerciales y financieras, es ver el mundo al revés, o simplemente no comprender las características del pensamiento complejo, y sus implicaciones que necesita el mundo para repensar sus nuevas políticas de relaciones internacionales, donde una guerra como la que ahora sostienen Israel y Gaza, o Rusia y Ucrania, que pudieran ser abordadas en planteamientos con la visualización – no intersección – de una primera comunicación, y controlada por sus propios mecanismos de desequilibrios, que no son más que la proliferación de cuentas falsas, es la única vía para evitar que el terrorismo o los planteamientos bélicos se adueñen y desaten una confrontación entre pueblos y Estados.

Verbigracia, cuando las naciones asocien que la pérdida del poder del avance del Cosmo-Estado (unión de las corporaciones tecnológicas sobre el dominio del planeta), la lograrán haciéndoles copartícipes de los conflictos mundiales, y no con llamados a “rendir cuentas” de sus publicaciones y motores de búsqueda, y que a su vez, existan instrumentos legales que generen la eliminación de cuentas falsas, creando para ello, controles y registros auténticos, con la articulación de identidades en sus poderosos centros tecnológicos, sobre la base de números telefónicos y correos electrónicos, a su vez plenamente identificados, y de esta manera, los llamados “robots”, o cuentas no verificables, disminuirán en tal contexto, y por ende, también, las vías de comunicación de aquellos grupos terroristas o desestabilizadores; aunque en el fondo, los integrantes del Cosmo-Estado, o llamados “grupos de derechos humanos”, vengan con sus arengas a decir que eso es imposible; cuando la realidad nos exige, que la paz del mundo, tiene sus costos; y éstos pasan por disminuir el poder de la suprageocomunicacionalidad, quienes son en buena medida, responsables en velocidad y concreción de cada acción, por sus formas de multiplicación comunicativa, sobre cualquier hecho – bueno, neutral o malo – que se genere en el planeta.

La suprageocomunicacionalidad es un fenómeno que apenas estamos conociendo, estudiando, analizando y reflexionando sobre sus potencialidades, y también sobre sus desviaciones que inclusive pretenden llamarla con el fake news de la “inteligencia artificial”, que irónicamente, tiene respuestas para todas las formas de consumo de interés del mercado, explotación del capital y formas financieras, pero no tiene, salvo “equivocaciones”, concepciones ni nomenclaturas para resolver los conflictos ideológicos-religiosos como los que ocurren en las guerras entre Israel y Gaza, territoriales como entre Rusia y Ucrania, o aquellas que estarían por venir desde Oriente u Occidente.

Quienes están escribiendo la historia suprageocomunicacional son quienes tienen las principales herramientas para detener sus propias desviaciones; pero sólo los Estados están a tiempo de planificar y ejecutar un contexto geopolítico que abandone sus arcaicas y maximalistas formas de pensar y pensamiento «diplomáticas», que sólo nos están llevando hacia un escenario de (auto)destrucción mundial.

@vivassantanaj_


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