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Irreverentes ante el poder

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Antonio Gamoneda y Rafael Cadenas en la Universidad de Barcelona / Foto Alejandro García / EFE

La universidad y la poesía. En complicidad,  se abrazaron en un emotivo acto realizado el pasado 4 de mayo en la Universidad de Barcelona. Irradiando dignidad, orgullo y esperanza. Con el protagonismo especial de Rafael Cadenas y Antonio Gamoneda, amigos de muchos años, ambos galardonados con el Premio Miguel de Cervantes, considerados los “dos poetas vivos más importantes en lengua castellana a ambos lados del Atlántico”, como lo expresó Noemí Montetes-Mairal, directora del Aula Poética de dicha institución universitaria.

En las palabras de bienvenida a los asistentes, el rector Joan Guàrdia hizo énfasis en el papel de la universidad en la sociedad y su relación con la poesía: “La universidad pública molesta porque tiene la obligación de empujar las líneas rojas, de innovar y definir nuevos territorios. La poesía también es molesta con el poder, y es por esta razón que nos es próxima”.

El lenguaje de los poetas molesta al poder –nos dice después Gamoneda- “ya que la poesía trata de resignificar el lenguaje, mientras que el poder trata de mixtificarlo y vaciarlo de significado”. Se refiere a la poesía como “un pensamiento impensado, sin deliberación intelectual…una aparición que da un significado necesario, inesperado y múltiple a la realidad”; que hace más intensa la sensibilidad y “provoca un estado de conciencia que propicia una actitud de justicia y mejora en la vida diaria”.

Luego, nuestro poeta Rafael Cadenas. Comparte sus recuerdos de otros encuentros de disfrute de la poesía con Gamoneda. Reafirma su compromiso con los valores de la justicia y el humanismo, llama la atención y se lamenta de que no haya “ninguna reacción ante la locura del mundo, y se acepte como algo normal”. Una normalidad –denunció – sobre la cual “los historiadores hacen su oficio opinándola y describiéndola, pero nunca explicando el por qué”. Aún así, se mostró esperanzado al decir: Mientras tengamos lugares como este, “habrá esperanza, un rescoldo de cultura. Si desaparece tendremos algo que es la universidad invisible”.

Durante un buen rato los significados de esas palabras merodearon en mi pensamiento, antes y después de que el acto continuara con el recital de poesía previsto y se encaminara a su final con el uso de la palabra por parte del público para hacer sus preguntas o expresar sus comentarios.

Y aún hoy siguen resonando en mi mente: tanto esa sugerente idea de la irreverencia como elemento común en la complicidad nutritiva que se establece entre la universidad y la poesía; y, asimismo, esa gran desazón que nos embarga con el peligro de que la universidad pueda hacerse invisible, o cuando una realidad preñada de “locura” es vista y hasta aceptada como normal. Una profunda desazón que, por cierto, palpamos hoy con no poca intensidad en la Venezuela de estos tiempos de oscuridad.

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