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Irene Montero, todo por el chofer

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Foto Europa Press

Si las encuestas llevan razón, la Unión Europea estrenó este lunes con grandes fastos en Madrid la presidencia rotatoria del que será recordado como Pedro I El Breve.

Nada gusta más a la burocracia bruselense que las mesas mastodónticas en plan senado de La Guerra de las Galaxias. Y por supuesto plantaron una en Madrid, en la que se sentaron Ursula von der Sánchez, notoria fan del apolíneo referente «progresista»; algunos comisarios europeos y todos los ministros de nuestro eventual gobierno.

Al ver las imágenes me llamó la atención la presencia en el inmenso salón de un espectro político, una suerte de zombi que todavía transitaba por allí: Irene María Montero Gil, nuestra legendaria ministra de Igualdad. Al verla me vino a la cabeza una inevitable pregunta: ¿cómo se puede tener tan escasa dignidad? ¿Cómo es capaz esta señora de seguir ahí después de que el presidente de su gobierno la haya vapuleado en público y una vicepresidenta la haya purgado de las listas?

Sánchez, entre cuyos rasgos distintivos no figura precisamente la piedad, se ha dedicado en su ronda de entrevistas a poner a parir a Irene María, como si no la hubiese hecho ministra él, o como si no hubiese dado por buenas todas las iluminaciones de la hacendada de Galapagar. El presidente que saludaba la ley del «solo sí es sí» como una norma pionera que sería imitada en todo el orbe, ahora suelta lastre y asegura que es de lo que más se arrepiente. El presidente que jaleaba como grandes «avances en derechos» todas las frikadas que se le ocurrían a Irene María, ahora afirma con mueca de pesar que el feminismo de la ministra ha resultado ofensivo para sus amigotes varones.

En el Consejo de Ministros, y en el bolo europeo de ayer, se sienta también junto a Irene María la más distinguida heredera del espíritu de Judas que pulula por nuestra política, Puñales Díaz. Con toda su sonrisa y con toda su ñoñería súper chupi, Yolanda ha purgado sin pestañear a su excompi, a la que pelotilleaba sin límites cuando allá en su era pre-mechas llegó a Madrid como diputada rasa de las Mareas gallegas. Rubricando una traición con pocos precedentes, Yoli ha mordido el dedo de su benefactor, Iglesias Turrión, que fue quien haciendo el pipiolo la convirtió en vicepresidenta de churro y por puro favoritismo.

Irene María se ha visto denigrada por Sánchez y laminada por Yolanda. Un trato humillante. Pero soportará lo que sea con tal de pasearse en coche oficial hasta el último segundo.

Y es que ahí fuera hace frío. A sus 35 años sabe que no volverá a disfrutar de otra bicoca como la que ha tenido con Sánchez. Los cargos en Sumar están cerrados para ella. Sus habilidades profesionales son exiguas. Saturn ya ha cerrado sus cajas en España. ¿Qué le queda? Pues la senda de su pareja, Pablo Manuel: dar la lata en bolos televisivos y alguna asesoría exótica en regímenes bolivarianos.

Flotando en el ambiente queda la pregunta del millón: ¿qué extraña enajenación colectiva se apoderó de España para que llegase a gobernarnos gente de esta categoría?

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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