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Irán, ni acuerdo nuclear ni calma interna

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El ayatolá Ali Jamenei reunido con los organizadores y funcionarios de la organización del Hajj de Irán en 2018

La ventana de oportunidad abierta en la primavera del pasado año se ha vuelto a cerrar, arruinando las tenues esperanzas de que pueda volver a firmarse un nuevo acuerdo nuclear entre Irán y el grupo P5+1 (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia, más Alemania). Y eso es una pésima noticia.

Joe Biden, al frente de unos Estados Unidos que sigue marcando la pauta hasta hoy, ha dejado pasar una nueva oportunidad para revertir el equivocado rumbo adoptado en mayo de 2018, cuando Donald Trump decidió salirse del acuerdo a pesar de que la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) confirmaba que Irán estaba cumpliendo escrupulosamente con los compromisos asumidos en el marco del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), firmado en julio de 2015. Es cierto que por el camino ha ido renunciando a exigir condiciones que no estaban en el acuerdo original –como la no injerencia en asuntos internos de sus vecinos o el fin del programa misilístico iraní–, pero, en esencia, cabe interpretar que ha preferido evitarse problemas si desoía los mensajes de Israel –férreo opositor del acuerdo–, y ha calculado que un posible entendimiento con Teherán supondría entregar más munición electoral a sus contrincantes republicanos en las elecciones que acaban de celebrarse.

Por su parte, Irán también parece haber llegado a la conclusión de que puede soportar el castigo –las sanciones y su condición de paria internacional– sin ceder en cuestiones a las que no puede renunciar sin un coste interno muy considerable. Un coste que tiene menos que ver con el malestar social que ha vuelto a rebrotar tras la muerte de Mahsa Amini el pasado 16 de septiembre, que con el frontal rechazo del todopoderoso Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica en Irán a facilitar un acuerdo si Washington no renunciaba previamente a eliminarlo de la lista de organizaciones terroristas. Es bien visible que en el primer frente los problemas para mantener la paz social no hacen más que aumentar para el régimen teocrático; pero mientras se acumulan ya centenares de muertos y miles de detenidos, incluyendo ya una primera sentencia a muerte por participación en las movilizaciones que se siguen produciendo en muchas ciudades iraníes, el tándem Ali Jamenei – Ebrahim Raisi cree estar en condiciones de resistir, al menos hasta las elecciones estadounidenses de 2024, y mientras China sigue ofreciéndose como una vía de alivio nada desdeñable en términos económicos y políticos (se estima que adquiere diariamente un total de 700.000 barriles de petróleo).

La señal más clara de que la decisión de Trump y la presión israelí no han supuesto ninguna mejora en la situación que afecta al controvertido programa nuclear iraní es que a fecha de 21 de agosto pasado, la AIEA estimaba que Teherán contaba con 55,6 kg de uranio enriquecido al 60% y 331,9 kg al 20%, cuando no debería tener nada. Asimismo, acumulaba 3.621,3 kg de uranio enriquecido al 3,67%, cuando el PAIC solo le permitía un stock máximo de 300 kg. Todo ello empleando centrifugadoras IR-5 e IR-6, a sabiendas de que el PAIC solo le permitía tener en funcionamiento las de primera generación, IR-1. Todo ello significa que Irán ya cuenta con suficiente material para fabricar varias armas nucleares, si lo enriquece hasta el 90%, habiendo reducido sustancialmente el tiempo necesario para cruzar el umbral nuclear –algunas fuentes lo calculan en apenas días, mientras que otras lo elevan hasta los seis meses. Añadido a eso la AIEA ha ido perdiendo capacidad para poder verificar el grado de cumplimiento de las estipulaciones del Tratado de No Proliferación, del que Irán es firmante, aunque ya no sujeto a las condiciones más intrusivas que contempla el Protocolo Adicional.

Esa sensación de que Irán ya no espera ningún acuerdo que le permita volver a reintegrarse en el escenario internacional como un actor más viene reforzado por su reciente comportamiento tanto en el ámbito interno como en el externo. En el primero está demostrando nuevamente su voluntad de apagar la protesta por vía violenta, consciente del alto nivel de descontento de la población por el grave deterioro de sus condiciones de vida, con una inflación que ya supera el 50%, una notable depreciación del rial y una estimación de crecimiento para finales de este año de tan solo el 3%, según el FMI. En el segundo basta con hacer referencia al suministro de armas a Rusia, tanto de drones suicidas Shahed-136 y Mohajer-6, que Moscú está empleando profusamente, como con los previstos misiles balísticos Fateh-110 y Zolfaghar; sabiendo que con ello viola la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU.

En definitiva, todo apunta a que Irán proseguirá intensificando su programa nuclear, acercándose al indeseable punto de convertirse en la décima potencial nuclear del planeta. Mientras tanto, es difícil imaginar que Estados Unidos termine por reconocer el error de su anterior presidente y menos aún por explorar una vuelta a la mesa. De igual modo, también lo es que Israel y algunas capitales árabes, cada vez más alineadas con Tel Aviv, asistan pasivamente a un proceso que afecta a sus intereses vitales. Todo ello sabiendo que no hay solución militar para volver a la casilla de partida, cuando Irán era un socio occidental.

Artículo publicado por Real Instituto Elcano 

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