OPINIÓN

Ir o no ir, invitar o no invitar

por Oscar Hernández Bernalette Oscar Hernández Bernalette

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Allí están los dilemas de las próxima Cumbre de las Américas en lo que se refiere a la posición de algunos países de nuestra región con relación a la asistencia, toda vez que algunos no sean convocados por Estados Unidos, país anfitrión, debido a lo que consideran un déficit democrático. Son estos Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Tratemos de respondernos algunas preguntas para entender y ver algunos pronunciamientos para situarnos en perspectiva. ¿Cuáles son las naciones que hacen un llamado de atención con relación a la exclusión de estos tres países antes mencionados? Hasta ahora, México, Chile y Argentina han dado señales en contra de la exclusión. Primera conclusión, están en su derecho, tienen razones objetivas, pero no es razón suficiente para que los inviten o estos últimos  dejen de asistir.

¿Está el anfitrión obligado a invitarlos? A menos que exista un acuerdo tipo Naciones Unidas no está Estados Unidos obligado y esa cumbre ha tenido en el pasado antecedentes en ese sentido, por ejemplo Panamá. ¿Es esto legal? Sí, en mi opinión, legítimo pues creo que no, si lo vemos desde una perspectiva diplomática. Es una plataforma para el encuentro y la generación de mayor confianza en la región. Pero también puede ser un encuentro para desunir y denunciarse mutuamente. Entonces, ¿qué está previendo el país anfitrión?, ¿será que quiere evadir la crítica o una cayapa en su propio terreno? Puede ser.

¿Quién gana si no se invita a todos los actores?, precisamente los que quieren una cumbre tenebrosa, llena de reproches y con poca capacidad para acercar a la región en sí misma. Antes nos dividía la existencia de la Cuba comunista, ahora nos dividen China, Rusia y sobre todo Ucrania. Ha sido la región latinoamericana y del Caribe la menos solidaria ante la invasión.

Pensemos, con más realismo y menos tacto. Estas cumbres no representan lo que deberían en términos objetivos. Se avanza poco y no son garantía ni de progreso, ni de paz, ni generan confianza mutua. Son como cajas de resonancia en donde ya nadie se escucha. Sirven, eso sí, para lo mediático y para aquellos países que quieren reiterar cuál es la visión de mundo.

Entonces, ya que hablamos de visión de mundo, creo precisamente que estamos ante una nueva oportunidad o mejor dicho una nueva necesidad (contradictorio de la pluma de un diplomático), pero creo que efectivamente llegó el momento de una pausa a la globalización, a la multilateralidad hueca, a los organismos internacionales ineficientes y las organizaciones civiles disfrazadas de cualquier forma, pero que poco sirven para ayudar a la creación de un mundo mejor.

Es tiempo de volcarnos a la microglobalización. Esta es, un planeta de like minded, esto es, que estén juntos los países que tienen las mismas causas, las mismas ideas de lo político, del comercio, de las relaciones internacionales, del ambiente, de los derechos humanos, de la integración y pare usted de contar cuántos temas tenemos es las agendas globales. Hay que darle una pausa a la hipocresía. Está descubierta. Que los pueblos decidan qué quieren, qué los hace feliz, la riqueza o la pobreza, la dictadura o la democracia, ser libres o ser sometidos.

El mundo está en una etapa que necesita parecerse a sí mismo y no este melange en donde todos somos un poco de todo y al final somos tan diferentes. Unos amamos la paz y otros justifican las guerras, en sumisión, en el poder y vivir del poder.

Volviendo a la Cumbre, que estén los que quieran estar, con ganas de unir y construir. Ya las Américas debería ser homogénea, pero si no puede, que sea una de múltiples pensamientos. Cada visión asumiendo su propia responsabilidad. Que cada una se encargue de mantener a sus pueblos contentos. Mientras tanto, así como en la vida real, que cada visión tenga su club y que allí estén quienes se sientan a gusto. Para bailar tango se necesitan dos, sincronizadas. Para que las Américas funcione se requiere más transparencia y que cada país se aboque a sí mismo y decida quiénes son sus verdaderos amigos. Como cuando en las familias hay crisis o están desintegradas, la historia también necesita una pausa.