El uso de la psicología inversa para la solapada manipulación de las masas con diversos fines, incluyendo la legitimación —al menos en el, a menudo, inicuo juego de las apariencias políticas— de lo ilegal y, sobre todo, de lo ilegítimo, no es en la esfera totalitaria nuevo ni tampoco inefectivo pese a la miríada de oportunidades en las que pasados y presentes tiranos de todo el orbe han echado mano de ella, tal como recientemente, verbigracia, lo hizo Putin en el marco de la promoción de la pantomima consultiva con la que buscó camuflar su mezquino propósito de perpetuarse en el neobolchevique «trono» de todas las «Rusias» y que, de hecho, condujo a la consumación de un fraude electoral, «legitimado» con la participación del 65 % del electorado, que se ha traducido en la imposición de una reforma constitucional que lo permitirá y que, además, facilitará un mayor cercenamiento de las libertades en su nación.
En este caso, esa relativamente alta participación fue el resultado de la introducción —u omisión—, en la «propuesta» de reforma, de aspectos que para unos se relacionan con cruciales reivindicaciones y para otros con la garantía o el socavamiento de lo que consideran una forma de vida cónsona con su extremo conservadurismo, como el matrimonio entre personas del mismo sexo —negado con suma «vehemencia» por Putin en su «propuesta»—, lo que movilizó hacia las urnas a un importante sector de la población que, en un primer momento, no quería prestarse a la farsa a la que finalmente se prestó por suscitar tal ardid la cegadora intolerancia y la división en su seno.
Por supuesto, ya el resultado de la consulta estaba preestablecido, por lo que con tal estratagema no se pretendió en realidad que un determinado grupo votase por un «sí» que, de todas todas, iba a ser la «opción ganadora», sino más bien exacerbar esa necesidad reivindicativa para que, a su vez, se encontrara esta con una esperada oposición. De este modo, ambas fuerzas contrarias, pero desatadas en primer lugar por el efecto que sobre unos —si no sobre todos— tuvo la psicología inversa, produjeron la crítica masa de votantes necesaria para mitigar las más que comprensibles aprensiones que en el plano internacional no deja de provocar el avieso proceder de Putin.
Sea lo que fuere, si bien en la actual coyuntura venezolana los planteamientos y las estrategias del régimen chavista son otros, tanto el mantenimiento de un opresor sistema como fin y la psicología inversa como uno de los más importantes medios para conseguirlo son los mismos que en la también oprimida Rusia de Vladimir el Terrible, y los efectos del particularizado e inadvertido empleo de esta ya empieza a columbrarse, por ejemplo, en el susurro de algunas voces que ya iniciaron la recitación del mantra «Con mi voto no te metas» tras el obsceno discurso pronunciado por Padrino el pasado 5 de julio.
Algunos podrían aducir que se trata de un imperceptible coro de cuatro pendejos del que no hay que preocuparse, pero no es la primera vez, en estos 21 años de desaciertos, que aquello que en principio se reconoce como inconveniente acaba por constituirse en la bandera de millones de «luchadores» que, estimulados por algunos bienintencionados ingenuos y muchos mimetizados colaboracionistas —que en ocasiones como esta se ciñen el disfraz electoralista—, solo terminan entregándoles a sus torturadores renovados instrumentos de tortura.
Otros también podrían argumentar que la oposición de hoy no es la misma que la de ayer, por cuanto son muchas las lecciones aprendidas de un interminable rosario de brutales palizas, pero en una sociedad idiosincrásicamente inclinada a actuar más por «llevar la contraria» que por reflexividad, cualquier supuesto «ataque» a esa fibra tantas veces pulsada por los promotores del vacuo electoralismo podría llevar hacia indeseados derroteros.
El momento, por tanto, es oportuno para alertar sobre un tipo de manipulación que de no ser advertida a tiempo, como en otras ocasiones, podría condenar a la sociedad venezolana a años de mayores sufrimientos por una «legitimación» de lo ilegítimo que, en lo que a la danza de la política internacional se refiere, acabe convirtiendo el asunto de la oposición externa al régimen chavista en un aletargado andar que, a su vez, dificulte aún más la intestinal lucha por la libertad.
@MiguelCardozoM
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