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Foto: accesoalajusticia.org
Es necesario resaltar algunos aspectos para afirmar, ante la llegada del nuevo momento político, que es la hora de no dedicar esfuerzos a señalamientos nimios, en donde se resume la propagación masiva de la tiranía: “No existe esperanza”. Debemos resumir algunos aspectos, indicativos del escenario a construir, para la preparación de una intervención humanitaria, de la cual hemos hablado en varias oportunidades.
El delito colectivo, cometido por estos asaltantes enfermizos, en el parapeto que simulaba, lo que debe ser un solemne acto previsto constitucionalmente, surge paradójicamente, lo que los votantes decidieron, un gobierno legítimo, un presidente reconocido, con “auctoritas”, ante el mundo, que se reforzará en próximas coyunturas y con el desastre teatral de este cártel, ya conocido en las máximas instancias de la seguridad hemisférica.
Para los países democráticos del mundo constituye prueba fundamental la bochornosa escena – allí precisamente se abrió el cauce para organizar una intervención militar-, tal como lo declaran los expresidentes Uribe y Duque.
Otra ganancia importante para las fuerzas que luchan por la libertad fue confirmar que los llamados dirigentes opositores del pasado solo desean la caída de María Corina Machado y del presidente legítimo Edmundo González Urrutia.
Es evidente la demostración en estos aislados personajes, del surgimiento de lo denominado por Spinoza «La pasión triste”, falsos opositores practicantes de la misantropía, conducta socialmente dañina, que impulsa la reaparición de ciertos personajes, hablando de negociación, a costa de los más elementales principios morales. Señalaba Montaigne: la cobardía hace personajes crueles.
Dicho esto, subrayamos que urge para los países democráticos -a partir del ridículo circo- declarar que Venezuela se convierte en un problema de seguridad nacional, y debe ser tratado subrepticiamente, es decir, en estricto secreto. De allí depende la nueva realidad geopolítica mundial.
Está claro- así lo señalé en el año 2018– que una pandilla que comete numerosos delitos de lesa humanidad, hambruna progresiva, que niega el derecho a la salud y sus jerarcas son acusados de actividades criminales, solo saldrá con el uso de la fuerza. Se han cumplido todos los pasos demostrativos del ataque a la voluntad de un país y que se juramentan falsamente, con sonrisa criminal, cínica y despótica.
Agotados los llamados de los organismos internacionales, de centenares de países, no queda otra vía que apelar a lo que se denomina “Intervención humanitaria”, bien estudiada en un ensayo del Doctor José Alejandro Consigli, publicado en el anuario Argentino de derecho internacional.
Define la intervención humanitaria como “acción unilateral de uno o varios Estados en territorio de otro Estado, que haciendo uso de la fuerza armada, intenta proteger derechos esenciales de la persona humana, sin distinción de nacionalidad”.
No se puede permanecer indiferente ante el teatro criminal que la tiranía de Venezuela ha instaurado, muriendo cada día inocentes, niños, enfermos, personas ajusticiadas, cárceles llenas de rehenes políticos, el crimen multinacional que se exporta con la drogas, apoyo al terrorismo global, confiscación de la propiedad y el grave problema que otros países deben enfrentar al recibir oleadas de personas que huyen del infierno, de la muerte, de la injusticia y el hostigamiento permanente.
Caracteriza el concepto, el uso de la fuerza sin consentimiento del Estado, que la padece, pero hoy el presidente legítimo puede solicitarla y sin autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Este instrumento tiene su base general en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que en su artículo 28 plantea, que los derechos y libertades deben ser plenamente efectivos. Además, la carta de la Naciones Unidas, expresa que los Estados miembros deben actuar contra la amenaza a la paz y seguridad internacional, en el marco del capítulo VII .Respetar los derechos de las personas es un mandato “erga omnes”, por lo que los Estados no solo deben exigirlo sino actuar en consecuencia.
También plantea el investigador ya citado, que los Estados tienen el deber de tutelar los derechos humanos, superando los confines geográficos y políticos.
El papa Juan Pablo II, en 1990, sobre la violencia en numerosos países, dijo “los principios de la soberanía de los Estados y de la no injerencia de sus asuntos internos – que mantienen todo su valor- no han de constituir, sin embargo, una pantalla detrás de la cual se pueda torturar y asesinar”.
Ante el sufrimiento masivo y el agotamiento de medios diplomáticos y políticos, ante la imposición de organismos violatorios a la Constitución, ante el crimen sistemático, se impone la organización de un bloque de países, que, con sus respectivos ejércitos, rescaten al pueblo de Venezuela y pueda regresar la democracia, la paz y la libertad. De eso debe ocuparse organizadamente el gobierno legítimo, para estructurar y hacer realidad este rescate.
Como señala Hannah Arendt, “la esperanza, una de las virtudes teologales, debe convertirse también en una obligación cívica”.
Muchas salidas se estudian y pueden combinarse. Lo peor es entregarse, eso no existe.
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