Por mucho tiempo, el avance de la tecnología y, específicamente, el de la inteligencia artificial seguirá siendo una novedad en Venezuela. Sin embargo, en otros países, aunque esa tecnología no se haya originado en ellos, sabrán de mejores desarrollos y aplicaciones superiores, porque su avance es exponencial. Es comprensible que, entre nosotros, apenas se inicia la discusión, mientras que en otras latitudes ella alcance niveles que van más allá de lo tecnológico, cuestionándola incluso éticamente. Es el elevado precio que pagamos por esta prolongada crisis política y la necesidad de la más elemental supervivencia. Desde el punto de vista tecnológico, nuestro lugar es la cola del mundo entero. Es la dolorosa verdad, porque sabemos que los ingresos reales del venezolano apenas alcanzan para la cesta alimentaria. Vivimos en un país de predominante economía informal en que poco o nada hace el derecho del trabajo por la protección de empleos tan precarios. A pesar de ello, hay que avanzar, decididamente, en todos los aspectos y no desmayar en el esfuerzo por recuperar las libertades públicas, económicas y sociales para superar el atraso y la miseria en la que nos encontramos.
La universidad venezolana sin el debido presupuesto protagoniza una hazaña de supervivencia. A pesar de las limitaciones tan severas, investiga incansablemente con las uñas y busca las maneras de publicar digitalmente porque ya no hay mercado editorial por estos lares que aguante los costos. Los profesores y especialistas se las arreglan para el mejor desempeño académico posible, y, así, abaratando costos y muchas veces poniendo de su propio bolsillo, encontramos dos valiosos tomos de la Universidad Central de Venezuela, bajo el título de Miradas a la coyuntura actual venezolana. Un enfoque multidisciplinario, donde Brenda Yépez, Diana Hernández Cruz y Carlos Peña, compilan diversos trabajos de un necesario rigor académico de talentosos y acreditados autores, gracias a los esfuerzos del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de FACES. Específicamente, deseamos destacar el aporte de Shirley Camaran, Eduardo R. Vivas-Urbaez y Marlin Salvatierra Iriarte: Inteligencia artificial y tecnología.
Los autores en cuestión asumen, didácticamente, una materia compleja que impactará todos los procesos organizacionales en Venezuela. Se dirá que es lógico ese impacto, porque así ocurre en el resto del mundo, pero advertimos que este impacto llega o llegará con una extraordinaria lentitud porque será necesario reintegrar al país a los mercados internacionales, intentando exportar algo más que petróleo, cosa que no haremos si no cambiamos el presente modelo económico. Además, todo pinta que los sectores más privilegiados (nadie duda de la profundidad de nuestras desigualdades sociales), serán los que podrán acceder a las novísimas tecnologías. Aunque ello no compromete a los especialistas en cuestión, me permito comentar que este hecho si desfavorecerá la vida cívica del país. Y quien habla de vida cívica, habla de política y de partidos que, por supuesto, en la oposición, no tendrán ocasión de actualizarse, adiestrar a un personal capaz de actualizar sus estructuras, en provecho de una inteligencia artificial que intentará monopolizar al Estado.
Para entender debemos tener claro el término «IA» de manera técnica, que no es más que la capacidad desarrollada por ciertos algoritmos (“secuencia de pasos finitos bien definidos que resuelven un problema”) de aprender y cambiar por sí mismos hasta tener una respuesta adecuada con un mínimo margen de error, contando con mecanismos de autocorrección sólidos que le permiten aprender a partir de sus propias equivocaciones, pero desarrollada y creada desde el pensamiento humano. Esta herramienta tan poderosa, que ya lo vemos en todos los ámbitos de nuestra sociedad puede ser usada para el bien o el mal.
Por ello afirmo que la inteligencia artificial aplicada al desarrollo del manejo político comienza a articularse en el plano de la información, en el buen o el mal uso de ella, porque a medida que nos alejamos del espacio físico y nos adentramos al espacio tecnológico, nos lleva al político, es decir, al que toma las decisiones, a la tentación de una respuesta simple, emocional y efectista, sin considerar las consecuencias que puedan surgir, ya que puede destruir los tejidos de confianza que han mantenido unidos a la sociedad y que han dado paso al verdadero crecimiento de la humanidad. En consecuencia, siempre debemos tener una aguda racionalidad en el uso de estas herramientas. Tenemos que entender que mantener este modelo en el que estamos inmerso implica, además, la destrucción del futuro de esta sociedad y, por ende, de nuestro país.
@freddyamarcano
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