Soy un lector impenitente, es el resultado de una disciplina impuesta por un padre maestro, periodista y corresponsal de El Nacional en Portuguesa. Un abanico de publicaciones ocupa mi memoria, son tan disímiles que varían desde las novelas escritas por Marcial Lafuente Estefanía hasta La Odisea de Homero. Varían desde el viaje de Dante, a las historias de Shakespeare, el mensaje filosófico del amor descrito en la Biblia hasta las desventuras del Quijote. Sófocles, Tolstoi, Kafka, Whitman, Borges y Wilde me pasearon por diversos escenarios. Dumas, Mark Twain, Verne y Defoe me hicieron vivir aventuras imaginarias. A Dupin, Holmes y Poirot les debo cierta intuición policiaca.
Manuel Caballero, Cabrujas, Kotepa, Earle y la profesora Milagros Socorro figuran en mi top ten de los mejores “influencers” en cuanto a mi manera de escribir. Todos premios nacionales de periodismo en sus respectivas especialidades.
En honor a mi contumaz y disciplinado comportamiento hoy tuve la oportunidad de leer a mi admirada Milagros Socorro en un artículo en el que aludió a la importancia que llegó a tener José Ignacio Cabrujas para influir en la opinión pública ciudadana.
“Cabrujas se aferraba a los puntos de vistas de, digamos, la izquierda ilustrada, pero lo hacía con un sinfín de gracejos y no pocas puyas a personalidades que ya eran blanco de insultos o descalificaciones generalizadas”. Milagros Socorro
Los artículos eran ricos en descripción y narración, una referencia, una atracción, un capítulo más en cualquiera de sus novelas. Un escrito en busca de fama. Un penique más que contribuyese a su ego y a su economía.
“Fíjate lo mal que lo hicieron los oficiales del intento de golpe. Son unas personas que no saben disparar bien, que no tienen cultura de disparos. Serán brillantes estudiantes de economía, pero cultura de cañonazos no tienen ninguna”. Cabrujas.
¿Serán brillantes estudiantes de economía? De dónde diantres se le ocurrió eso al intelectual de novelas. En qué momento se le ocurrió que el público que le compró a rabiar su admiración, lo asimilaría en forma pedagógica y no a manera de revancha. Los intelectuales podrán saber mucho, pero en política la “embarran en grande”.
Me duele muchísimo expresar que estoy en desacuerdo contigo profesora. Esa frase “Una revisitación completa de la figura de José Ignacio Cabrujas deberá ir más allá de sus columnas” quizás deberías evaluar modificarla un poquito, si es que como presumo tu intención es la de reivindicar el periodismo de opinión como parte funcional de la política.
“Una revisitación completa de la figura de José Ignacio Cabrujas deberá ir más allá, a pesar de sus columnas”.
Tengo razones leídas en los propios artículos de quien sufría por él “MAS de sus tormentos” para justificar tan inapropiada e irrespetuosa solicitud. Profe, es que él jamás dio muestras de ningún acto de arrepentimiento, de ningún acto de contrición por esas opiniones que contribuyeron a conculcar nuestras libertades civiles. Tampoco le escuchamos agradecer a la democracia por su éxito intelectual y profesional.
Reitero el sentirme orgulloso de que gracias a leer a tantos periodistas en los diarios nacionales que ya no circulan, le debo mi espíritu crítico. De allí surge mi desacuerdo público.
Aún recuerdo lo que escribisteis:
Gonzalo Barrios luce solo y hasta aislado. Es como un Gran Gatsby, anfitrión ensimismado de una fiesta en la que todos están en otra cosa. Otra cosa que lo excluye.
Tu conclusión actual se antagoniza con el epílogo que le diste a este artículo que guardo como parte de mi admiración hacia ti. Gonzalo Barrios en la campaña de 1968.
En fin, las masas perciben la nobleza y bostezan con la boca cerrada.
Milagros, la política es muy diferente a la formación en las letras, a la percepción e incluso podría afirmarse que al periodismo de investigación. Profe, quienes creen saber más de política, por ser más listos y más sabiondos en cuanto a metodología profesional y formación académica en letras, olvidamos el nefasto y arrogante proceder de los más sabios, más poderosos, más ricos y más notables criollos, que justo por no escuchar a los diestros y despreciados políticos, nos llevaron a vivir estos nuevos círculos de Dante que giran sin detenerse.
«Prefiero pedir permiso, pedir perdón a veces es un chiste».
@CarluchoOJEDA