En los actuales momentos en los cuales se establecen estrategias de orden sanitario y reinicio o reapertura económica de las actividades suspendidas por las cuarentenas en todo el mundo, es necesario destacar la importancia de los mecanismos de integración regional que funcionan muy bien con la Unión Europea y que fracasan en los sitios donde más se les necesita, como América Latina, África Subsahariana o las regiones de Asia y Oceanía, donde el poco desarrollo económico, la crisis social y la debilidad institucional parece ser inversamente proporcional a su deseo de integración regional, para superar sus problemas comunes.
Esta semana se dio el caso de la aprobación de un gigantesco paquete de recursos financieros para asistencia de la economía de los países de la Unión Europea, como reseñan todos los medios de comunicación importantes, en términos similares a los siguientes:
“Líderes de los países de la Unión Europea han aprobado este martes por la mañana un paquete de recuperación económica para hacer frente al impacto de la pandemia del nuevo coronavirus, y han acordado destinar a la lucha contra la recesión a causa del covid-19 unos 750.000 millones de euros (alrededor de 859.000 millones de dólares) en subvenciones y préstamos (Russia Today). Emmanuel Macron, uno de los artífices, junto a la canciller alemana, Angela Merkel, del mayor pacto financiero en la historia del club: 1,8 billones en total, incluidos los 750.000 millones de euros del fondo contra la crisis de la pandemia. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha calificado el paquete como “un auténtico Plan Marshall”. “La Comisión Europea se endeudará por primera vez en la historia para financiar programas”, ha recordado Sánchez, quien ha añadido que se trata de un hecho “inédito”. Sánchez ha detallado que España recibirá 140.000 millones de euros (el equivalente al 11% del PIB español) en seis años. De esta cantidad, 72.700 millones corresponden a subsidios y el resto a préstamos. El plan pactado por los 27 destinará 390.000 millones a subsidios y 360.000 millones a préstamos, desembolsables en 70% entre 2021 y 2022. Bruselas calcula que la suma del fondo, del próximo marco presupuestario (1.074 billones) y de la triple red de seguridad de préstamos para sistemas de regulación de empleo, gasto sanitario y avales a empresas (540.000 millones entre los tres mecanismos), logrará una movilización de recursos equivalentes al 17% de la Renta Nacional Bruta (RNB) de la UE, superior a la acometida por Estados Unidos (15,9%) o China (4,2%) para responder a la pandemia. (El País) ”.
De lo anterior, podemos deducir que los mecanismos integracionistas si funcionan en los países desarrollados, pero tienen problemas casi insuperables para establecerse dentro de los otros continentes, como vemos en forma cotidiana casi todos los días, más para analizar estos casos, debemos partir de un parámetro de investigación aplicable a todo el planeta, así que utilizaremos el sistema de las Naciones Unidas conocidos como Geoesquema que divide al mundo en zonas geográficas por continente: África (5), América (4), Asia (5), Europa (4) y Oceanía (4).
Por razones de espacio, nos limitaremos al continente americano, debido a la cantidad de espacio requerido para explicar los mecanismos de integración en cada una de las 22 subdivisiones del mundo en cuestión.
En nuestro Continente, se admiten dos divisiones conocidas como América Latina y el Caribe, dividida en tres subdivisiones (América del Sur, América Central y el Caribe ) y América Septentrional.
A pesar de todos los esfuerzos realizados, incluyendo la fundación de la OEA el 30 de abril de 1948, bajo las banderas del panamericanismo, de lo cual es justo decir, solo existe una manifestación deportiva que hace honor a este espíritu (Juegos Panamericanos), donde todos los países con una sola excepción, hacen presencia con sus mejores delegaciones (mundiales y olímpicas), reiterando con ello, la imposibilidad cultural de realizar una especie de integración político jurídica al estilo de la Unión Europea, más aun con instituciones parlamentarias electas con voto popular para legislar sobre asuntos comunes. La sola idea de una política de integración regional de canadienses y estadounidenses con el resto de América Latina, es una idea que prácticamente, no existe en su vocabulario político de sus clases políticas dominantes en ninguna época, llegándose al caso extremo en Estados Unidos de no aceptar hoy día a Puerto Rico como Estado federal de su República, a pesar de que 70% de los puertorriqueños viven dentro de la Unión Americana, de la misma forma como en el pasado rechazaron anexionarse a República Dominicana (1870) y Cuba (1898) por razones económicas y políticas de los grupos de poder dentro del Congreso estadounidense. [i] (Ver Nota al Final)
Habiéndose aceptado este hecho, queda la situación de América Latina y el Caribe, que durante muchos años ha tratado en diversas formas de mecanismos integracionistas como el Pacto Andino, Caricom (Comunidad del Caribe), Mercosur, Celac, Petrocaribe, Aladi, Alianza del Pacífico, SELA, Unasur, SICA, ALBA, Mercado Común Centroamericano, entre muchos otros que han creado una cantidad de órganos como el Parlamento Latinoamericano, Parlamento Suramericano, Parlamento Amazónico, Banco del Sur, entre otros mecanismos inútiles para lograr crear instancias integradoras que sirvan a los propósitos de los ciudadanos de “a pie” como muy bien lo pueden atestiguar los millones de venezolanos en el exterior en materia de pasaportes, licencias profesionales y títulos universitarios, que son desconocidos de un país a otro con cualquier reglamentación o excusa inimaginable, aun si en ese país hay una escasez evidente de trabajadores de ese tipo en cuestión.
El hecho de hablar el mismo idioma oficial (castellano) y usar el mismo Derecho Continental ha ayudado muy poco a la integración en América Latina, debido a la incapacidad de alinear los intereses locales y regionales a consideraciones supranacionales de interés común, lo que convierte a la integración regional en un discurso electoral que es explotado desde México hasta Argentina, sin las más sinceras intenciones de cambio de conducta que haga posible una real integración para acelerar un desarrollo económico y social común, menos aún para situaciones de emergencia tales como las que vivimos actualmente, por lo que las celebraciones de la Unión Europea, por su pacto para la recuperación económica parece ser un caso demasiado alejado a nuestras realidades políticas cotidianas.
De hecho, la sola discusión de un proyecto para la recuperación económica pospandemia de cada país, parece ser incluso una tarea colosal imposible de consensuar entre los grupos económicos y políticos, por lo cual terminan adoptando la versión del gobierno en funciones, para luego no cambiarlo o no hacer nada, al producirse cambio de gobierno, por las razones que sean.
Esperando en algún momento que se realice algún intento serio de integración latinoamericana, que no sea simbólico y responda a las necesidades cotidianas y extraordinarias de nuestros países, seguiremos esperando década tras década…
[i] Como no faltarán “imbéciles” que negarán estos hechos históricos, pueden esperar el próximo artículo titulado “mitos de la política en América Latina”.