Parafraseando a Marx podemos decir que un fantasma recorre, ya no Europa, sino el mundo entero. Se trataría de varios fantasmas, la insensatez, la frivolidad y la arrogancia del poder (que los angloparlantes denominan hubris). Mientras tanto, el mundo entero, el Perú incluido, parecen caer en abismos insondables.
Los lectores asiduos de mis columnas habrán percibido que tengo una pobre opinión del señor Putin, cuyo apellido se presta en español a juegos verbales injustos para las mujeres a las que antiguamente se llamaba públicas.
Fue uno más del montón en la KGB, truncándose su carrera de espía en el modesto grado (dentro del escalafón ruso) de teniente coronel.
Claro está que Putin ostenta ciertas —llamémoslas— cualidades envidiables para medrar y adherirse a los pasillos del poder, como parte del mobiliario de estos. De esta forma, en el caos de los años noventa en Rusia, un Yeltsin ya decrépito lo designa sucesor, bajo el supuesto de que no era un tipo peligroso.
Mal cálculo pues Putin lo que no tenía de intelecto le sobraba en falta de escrúpulos y hoy concentra el poder en Rusia como nadie en la antigua Unión Soviética, después de Stalin, (Malenkov, Khruschev, Brezhnev, Andropov, Chernenko y Gorbachev encabezaron gobiernos colectivos, dictaduras del partido mas no personales).
Pues bien, habiendo dejado claro que no escribo estas líneas por simpatía a este individuo, el anuncio de una orden de captura internacional en contra de Putin y una funcionaria de su gobierno es un clarísimo ejemplo de torpeza, arrogancia, temeridad e insensatez.
En primer lugar, la sola idea de que la Corte Penal Internacional puede ordenar la captura de jefes de Estado, más aún de países que no reconocen su jurisdicción, es preocupante. De prosperar significaría una transferencia de poder enorme hacia la CPI, que, el día de mañana, siendo como suele ser la composición de estos tribunales, podría ordenar el arresto de la señora Boluarte, por las supuestas y terribles inequidades que vienen ocurriendo en nuestra patria por su culpa, etc.
Pero concentrémonos en el caso de Putin. ¿Qué pretende la CPI con la orden de arresto en su contra? ¿Pretenden que mientras Putin domine Rusia esta se retire de las relaciones internacionales? Puede ser que en medio de la burbuja en la que viven sus integrantes lo encuentren deseable y positivo.
Pero la realidad es distinta. Los desafíos planteados por Putin y las aspiraciones rusas se resolverán en el campo de batalla o en una negociación internacional cuyo resultado será el reflejo del poder relativo de las potencias intervinientes y la habilidad de sus negociadores diplomáticos. No les corresponde a jueces o árbitros internacionales decidir sobre el destino del jefe del Estado ruso, o de cualquier otro en realidad.
El precedente de las actuaciones de los Tribunales de Nuremberg y Tokio al final de la Segunda Guerra Mundial difieren en aspectos fundamentales de la CPI y no por la gravedad de los crímenes objeto de juicio. Estos tribunales se instituyeron porque al final de la guerra los Estados alemán y japonés dejaron de existir. El territorio que dominaban quedó completamente ocupado bajo el control exclusivo de las autoridades militares de los países vencedores. Por último, se juzgó que para extirpar el cáncer del nazismo alemán y militarismo nipón era necesario exponerlos y sancionarlos en toda su miseria.
Pero si esto ocurrió así fue porque no hubo alternativa. Nazis y japoneses quisieron conquistar el mundo y fracasaron. De lo contrario, el mundo hubiese convivido con ellos, quizá hasta el día de hoy.
La única forma de hacer cumplir la orden de la CPI es someter a Rusia a una derrota militar como la de alemanes y japoneses en 1945. No digo que sea imposible, pero sí improbable. Invadir Rusia es una proposición que invita a la memoria los sangrientos fracasos de Hitler y Napoleón. Las grandes derrotas militares rusas, por ejemplo a manos de Polonia en 1920, han ocurrido cuando no ha podido utilizar la profundidad de su territorio ni convocar al General Invierno, pero a un coste enorme en vidas humanas.
Entonces, si la orden de la CPI no serviría de nada ¿para qué la imparten? La respuesta, opina este humilde servidor, es sencilla: quieren demostrar su virtud, su moral, sus elevados principios. Pasar a la historia. ¡Yo ordené el arresto de Putin!
Estoy seguro de que a Putin muchas cosas le quitan el sueño, pero tiendo a pensar que las proclamaciones de la CPI no es una de ellas. Y estas proclamaciones de moral, que irritan pero no pueden ejecutarse, lo único que logran es desprestigiar al conjunto del poder occidental, haciéndolo aparecer fatuo e inoperante. Estoy seguro de que China lo ve así.
Una reflexión final: Entre los estudiosos de la política internacional y las relaciones de poder existen escuelas realistas e idealistas, pero incluso los idealistas comprenden que sus políticas sólo pueden llegar hasta donde su fuerza, léase, poder militar pueden llevárselo. Entonces, si Europa no tiene los medios para apoderarse de la persona de Putin y someterlo a la jurisdicción de la CPI, la insensatez de esta deviene en despropósito doble.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú