El título que encabeza estas notas no indica, en modo alguno, que en este artículo se pretenda abarcar la totalidad de las inquietudes que caracterizan la vida de los seres humanos. Sería imposible lograrlo, ni siquiera intentarlo. Solo haremos ligeras referencias a algunas de ellas.
Hemos leído que el humanista Miguel de Montaigne, pensador del siglo XVI, tuvo la preocupante inquietud de estudiar y conocer muy bien al hombre. Su fervor por alcanzar semejante propósito le llevó a autoanalizarse, se hacía introspecciones, trataba de penetrarse, pues el hombre que tenía más cerca era él mismo, quizás recordando aquella vieja máxima de la filosofía clásica “Conócete a ti mismo”. Como resultado de sus cuidadosos estudios llegó a algunas conclusiones: una que el hombre es un ser heterogéneo y, por ello, muy difícil conocerlo en toda su dimensión humana; otra, a manera de sugerencia, que el hombre debe tratar de examinarse, de conocerse a sí mismo para que conociéndose bien, bien, se proponga superar sus bajos instintos y así poder convivir con quienes piensan y actúan de una manera distinta. Entendemos esto como una prédica en procura de la necesaria tolerancia y convivencia que debe reinar entre las personas.
Verdaderamente, no es posible concebir la existencia del hombre en sociedad sin relacionarse, sin comunicarse con sus semejantes. Ello en razón de que ningún ser humano es autosuficiente, sino interdependiente. Más aun, esa coexistencia armónica aunque la percibimos como espontánea no lo es tanto, pues no tiene la libertad de hacer cuanto le venga en gana, pues, en toda saciedad humana existen normas de distintas clases: unas venidas del hogar o creadas espontáneamente por ellos mismos en su necesidad de buscar acomodos para organizarse y vivir mejor, otras provenientes de organismos administrativos y legislativos cuyo cumplimiento es obligatorio.
Sabemos muy bien que el hombre, además de inventor y descubridor, es creador. Crea instituciones, donde sus integrantes aportan ideas e iniciativas, además de su propio trabajo. Entre ellas, la más importante y de mayor jerarquía es el Estado. El Estado es la más perfecta organización social creada por los seres humanos y está regida por la Constitución Nacional, en Venezuela. Esta es la suprema ley de la República. En ella, y con base en ella, está establecida la organización de todos los órganos del Estado y su funcionamiento. En otras palabras, allí se implanta la convivencia nacional, la coexistencia de todos los habitantes en sus respectivos quehaceres, como también se les garantizan los derechos ciudadanos y se les imponen las obligaciones, los deberes que deben cumplir.
Entre los derechos está en primer lugar, como el más importante y fundamental, el derecho a la vida; luego, el derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a la propiedad, al sufragio y al libre tránsito. Vivir es compartir, compartir no solo con las demás personas, sino con los otros seres vivos, con el entorno natural, de esa coexistencia se establece una interacción afectiva.
Conforme los hombres sintieron la necesidad de organizarse, de establecer sana convivencia y crear instituciones, igualmente, los países, los Estados guiados por la misma necesidad al no ser autosuficientes, requerir de los otros, y no permanecer aislados, se propusieron buscar reciprocidades y convivencias. Así crearon organismos internacionales, entre ellos, creemos obligante referirnos a la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada durante la IX Conferencia Internacional Americana instalada en Bogotá (Colombia) el 30 marzo de 1948.
A este evento concurrieron embajadores y delegados de 21 países de América y, allí, con las resoluciones, recomendaciones y los acuerdos tomados quedó ratificada la convivencia americana.
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