Afirmábamos en la entrega anterior que la actividad política es exclusiva del hombre, de los seres humanos, gracias al privilegio de estar dotados de capacidad intelectual, facultad que les ha permitido ser creadores, inventores, descubridores y, con ello, autores de la cultura, de la civilización que tanto disfrutamos.
En el trajín político reiteradamente se hace mención de importantes y significativos vocablos como libertad, justicia, democracia, derecho y tantos otros. La libertad es un derecho natural, la adquirimos involuntariamente, basta sólo con el nacimiento, con haber nacido vivo, y el Derecho se encargó de darle mayor fortaleza y defenderla al convertirla, junto con la propia vida, en normas inviolables y consagrarlas como los más importante derechos humanos. Esa misma consagración está contiene en el art. 1° de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (Bogotá 1948).
La palabra democracia es otro de los muchos vocablos severamente manoseados en la política; tuvo su vigencia desde allá, desde la antigüedad griega cuando se le manejó en las pequeñas ciudades-estado. Solón (638-559 a c.), famoso legislador ateniense, la definió así: “La democracia es un gobierno en el que el pueblo obedece a los gobernantes, y estos observan las leyes aprobadas por el pueblo”. Naturalmente, la democracia guarda su estrecha vinculación con la libertad y a la justicia. Apoyándonos en ello debemos afirmar que en Venezuela, lamentablemente, no hay democracia. Así se evidencia, y lo constata el hecho de que el actual régimen no acata las instituciones que regulan formalmente el funcionamiento del sistema electoral, como también flaquea en el debido respeto a los mandatos constitucionales.
Otro importante instrumento en el mundo de la política es el voto. Fue y es una muy delicada conquista lograda por el mundo bien civilizado. No es de muy vieja data, Inglaterra lo adoptó en la segunda mitad del siglo XIX, concretamente en 1872 y en Venezuela lo estrenamos en 1947, al consagrarlo la Asamblea Nacional Constituyente. Tan valioso instrumento es para ejercerlo pulcramente pues solo así puede dar auténtica legitimidad a un gobierno.
Siguiendo con la terminología política. La justicia, una de las grandes virtudes, significativo vocablo, también de muy vieja data, pues ocupó la mente de los primeros filósofos: Sócrates, Platón y Aristóteles, aunque debió tener sus comienzos en los presocráticos. Pero, no solo los filósofos se ocuparon diestramente de ella en aquellos viejos tiempos, sino que sigue siendo inquietud permanente de los credos religiosos y políticos al manejarla insistentemente. Justiniano, el constructor de las iglesias bizantinas unificador del Imperio Romano en su obra Las institutas afirma: “Las reglas del Derecho son tres: vivir honestamente, no hacer daño a otro y reconocer a cada quien sus derechos”. En estas sentencias está preceptuada la Justicia que, con el Derecho, es la aplicación ideal de la justicia.