Candidatos a la primaria de oposición democrática firmaron un programa mínimo de gobierno
Foto: Estefani Brito

Antes de adentrarnos en tan espinoso, pero insoslayable tema, es preciso hacer notar algunas consideraciones. En cuanto a su popularidad y aceptación el régimen está en su peor momento para una elección. Unos llanos comicios, siquiera medianamente transparentes, lo sacarían del poder. Ellos lo saben. Maduro no fue antes muy querido; menos ahora. En esto contribuyen mucho las sanciones que los tienen económicamente más atados de lo que evidentemente quisieran. También es cierto que, como han anunciado, harán todo lo que les sea posible para permanecer. Para ellos es lo que media entre la vida y la no vida, o la muerte.

Por su parte, la elección primaria ha sido un contundente golpe político: ha alentado a la ciudadanía a volver a creer en una posibilidad electoral. Está retomando el rumbo político adecuado. Los candidatos, todos, no uno o una, han hecho su trabajo, deambulando por todo el país, ofreciendo sus propuestas diferenciadas de cambio. Crece el entusiasmo. Se comienzan a generar las coaliciones indispensables. Sin acuerdos ni unidad se complica más el asunto. Algunos, no saben ni pueden llegar a acuerdos, ensimismados. Esta elección previa ha desconcertado al régimen: se respalda con militares de alto rango, ataca con violencia verbal, psicológica y física, usa la represión acostumbrada, la que tanto le ha servido. Usa la violencia política y la violencia política contra la mujer. Le resulta fácil esto. Pero ha ido más en su contra.

Si bien el régimen dice que no va a negociar su salida, una salida electoralmente limpia, se sienta con Estados Unidos y con algunos mínimos factores opositores. Esto es conocido. Y, aunque no se cuelen secuelas evidentes de sus desacuerdos, sigue latente y se debate entre un sí y un no. Donde, sabemos, aferrarse al no le resulta más cómodo, especialmente para conservar lo poco de galería que le queda. No abrirá las compuertas con riesgos mayores, por más desencontrados que estén. Por más hundido que perciban el barco. Buscarán y aplicarán lo que tengan que aplicar para evitar un resultado adverso, en su caso fatal.

Más o menos en ese territorio se encuentran los inhabilitados. Pero la primaria se trata también de unificación de criterios nacionales con un propósito: salir de la tiranía por la vía electoral. Algunos han entrado en la dinámica aunque no creen en ella, como bien sabemos. Pero la aprovechan. Son los menos atenidos a la realidad, a las circunstancias. Hemos escuchado, y no de un solo partido político, la necesidad tozuda de mantener como sea a los inhabilitados como candidatos. Que quien gane llamará a las calles, a la protesta. Hemos vuelto a escuchar ruidos de sable sin sables. Hemos regresado a ver la Isla de la Fantasía, cuando más nos golpea la veracidad cruda de lo circundante. Afortunadamente, y tal vez producto de esas negociaciones antes mencionadas, uno de los candidatos inhabilitados ha dicho que está dispuesto a retirar su nombre. Ha llevado a la Plataforma Unitaria el planteamiento de desistir con los inhabilitados. La Plataforma debe cuanto antes, no solo tomar nota, proceder al acuerdo para las sustituciones, ahora mismo mejor.

El camino de insistir con los inhabilitados lleva a la calle, a provocar la abstención, a la confrontación contra el poder sin poder alguno que mostrar, sin militares, sin armas, sin real apoyo internacional. Ese camino lleva a la reiteración de la más segura derrota. Es el terreno del régimen, en el que el régimen se siente más cómodo. Y es mentira que los veinte senadores americanos, de cien que son, van a resolver el producto de esa confrontación. Ya habían empezado con que ese no era el Consejo Nacional Electoral ideal, como si ellos fueran capaces de colocar otro en este momento. Ese es el que es. No hay atajo actual para la realidad ni tiempo hasta el próximo año para torceduras de brazos sin fuerza.

El régimen, despreciable, terrorista, cruel, inhumano, canalla, tiránico y -ponga el calificativo que más le desahogue- ha decidido su CNE, ha amenazado la primaria con el TSJ y ahora con ese mismo CNE, ha dicho con quienes no se va a medir, por las razones que sean. Tiene varios otros medios para evitar esa medición. Unos enunciados, otros no, porque no se enuncian. No van a cometer la torpeza, si es que torpeza fue, de algunos opositores. Y de eso se trata, de evitar más torpezas. Porque el propósito está trazado, insisto: unidad para sacarlos electoralmente. Llegar a una transición requiere no de una sino de varias negociaciones y sostenerla requiere de mucha fortaleza. Con malcriadeces y con aferrarse al pasado verborreico sin acciones contundentes no es como se llegará a la transición. Se trazó una ruta electoral. Quieran o no, esa es. Pero no serán elecciones en Suiza, en Suecia, en Alemania, en Estados Unidos ni en España de por sí tan complicadas a veces. Son estas elecciones aquí. Quien considere que puede alterar el rumbo de las cosas que proceda, pero ya, no queda mucho tiempo.

Es justo ponderar que no es entreguismo. Es obrar inteligentemente para obtener el mejor resultado. ¿Parece poco ser partícipes de la liberación del país? Pero no estamos para  guerritas épicas, románticas, del siglo XIX. Se trata de llegar a acuerdos opositores liberadores, atendiendo la realidad real. No la ficción. Se trata de que juntos, con las mejores estrategias, tenemos la posibilidad de lograrlo. No la vamos a despreciar ni a botar por niñerías. Los inhabilitados deben abrir paso; debe acordarse cómo. Es lo que está planteado. Lo otro sería entregar la primaria, que tan buenos efectos ha causado, a las fauces del terror, si las acaba -tiene varios modos para lograrlo- reinará el si no soy yo, nadie. O llevarnos a la abstención porque el CNE y porque son atrabiliarios y no nos dejan y bla, bla, bla. No es el momento de aventuras ni cuentos. Es el momento para estadistas, para trazar el hoy y el futuro a veinte, cuarenta, ochenta años. Los cortos de mira quedarán al margen. Resolvamos con el mejor criterio. Pero pronto. Luego puede ser demasiado tarde.


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