OPINIÓN

Ingrid

por Antonio Guevara Antonio Guevara

Foto AFP

Cuando se hace un cara a cara entre víctimas y victimarios, hay una gran carga de emoción. Generalmente, quien arrastra el mayor peso de esa confrontación es la víctima. Esta lleva como equipaje de mano el perdón, condicionado en la gran mayoría de los casos al arrepentimiento como contraparte. El victimario debería declarar una contrición honesta y sincera; y tener afilado el propósito de la enmienda. En política, y poniendo como meta el poder, con la antesala de una sociedad profundamente emocional como la colombiana; los créditos de la compasión y el remordimiento se distribuyen de manera pareja. En general, los latinos funcionamos así. Con mucho corazón.

Hay que ver el discurso de Ingrid frente a sus secuestradores. Y después sacar conclusiones.

Ojalá todos tengan la oportunidad de ver el discurso que pronunció Ingrid Betancourt en el encuentro que tuvo con sus captores de las FARC. El evento organizado como parte de los acuerdos de paz tuvo lugar en Bogotá el pasado 23 de junio de 2021.

Es un discurso con una carga emocional tremenda.

El proceso de pacificación de Colombia después del acuerdo de paz firmado en La Habana y ratificado en Cartagena de Indias en 2016 entre el Estado colombiano y la guerrilla más antigua, las FARC-EP ha ido cumpliéndose lentamente con más dudas e inquietudes, que verdades y tranquilidades para la sociedad colombiana, la gran afectada después de 60 años de guerra.

Un acuerdo de paz se empieza a materializar con la desmovilización de la guerrilla alzada en armas, el enfrentamiento de las responsabilidades ante la justicia y la materialización de las reparaciones a las víctimas. Solo así, se podrá hacer una reinserción y una integración de la sociedad, sin impunidad y con la apertura de las posibilidades de la participación honesta en la vida política de los líderes rebeldes y sus seguidores. Las armas y las inmensas fortunas atesoradas durante la guerra están allí. Sin inventario y en el poder original. Las heridas por las guerras internas se arrastran en el tiempo con un lastre de rencor, que es difícil de cicatrizar y olvidar.

En cinco años de desarrollo del acuerdo de paz, la violencia en Colombia no se ha detenido ni controlado. Las fuentes de esta siguen vivas y activas. La pobreza que es una de las banderas de la insurgencia se mantiene en las zonas rurales y desde allí, el narcotráfico permanece como principal germen del financiamiento de todos los grupos terroristas que se mantienen aún levantados en armas frente al Estado colombiano. El paro reciente, distribuido en las principales capitales colombianas y focalizado en Cali, señala que hay un detonante activo para desarrollar e intensificar violencia a gran escala, que solo podrá ser capitalizada en el control, por quienes históricamente la han ejercido sin ningún tipo de barreras legales ni morales. La guerrilla. El Estado no tiene el control y el presidente Duque trajina un calvario de decisiones que lo ha aporreado mucho, políticamente, en estos últimos tiempos. Y aún queda camino abierto hasta mayo de 2022.

Y antes de eso, está el tema de las disidencias de las FARC. El manejo de la verdad, en el sentido estricto de la expresión, es una de las fortalezas más significativas de quienes siguen líneas políticas desde La Habana. El doble discurso, la hipocresía, la mentira, la construcción de medias verdades, el disimulo, y el fingimiento, la deformación de la verdad, forman parte de la plataforma programática de medios que se diseñan en un plan para los fines políticos de alcanzar el poder en Colombia y en todas partes donde los aliados revolucionarios del foro de Sao Paulo se hayan establecido. La pulida y refinada maquinaria de inteligencia y contrainteligencia de los camaradas que hace los diseños de operaciones psicológicas, de propaganda y contra propaganda; son los mismos que hacen el marketing político para Gustavo Petro, para Rodrigo Londoño (a) Timochenko y para toda la nomenclatura de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. La nueva, la maquillada FARC para la participación política en Colombia y ante las elecciones presidenciales del venidero mayo de 2022. El reciente atentado al helicóptero que trasladaba la comitiva oficial del presidente Iván Duque, durante una gira por el departamento Norte de Santander, vecino a Venezuela, proyecta algunos hilos que pueden conectarse desde donde se planificó el magnicidio y las ramificaciones que conectan hasta el cerebro desde donde se urdió el plan. El abierto apoyo del régimen venezolano a todo lo que signifique la inestabilidad del gobierno instalado en el Palacio de Nariño, es una bandera que ondea de ambos lados de la frontera común.

Por eso, hay que ver todo el discurso de Ingrid Betancourt en el frente a frente con sus victimarios. Es un emplazamiento muy emotivo que hay que oír en todo su desarrollo y, extraer con toda la delicadeza forense de un análisis. Allí surgirá lo que deja de decir por escrúpulos personales, por conveniencias y hasta por política. Si, por política.

Ingrid hace un paseo retórico por las intervenciones previas de los miembros del secretariado de las FARC-EP que hicieron participaciones en el evento. Como decíamos inicialmente, es un discurso con una carga emocional tremenda. Fueron verdaderas punzadas emotivas, disparadas al centro del sistema límbico del secretariado, tratando de hurgar en los sentimientos de quienes tomaron las decisiones de secuestrar colombianos, de retener seres humanos, de hacer violaciones sin ningún tipo de compasión, de castigar con dureza más allá del sadismo durante el plagio, de asesinar en el mismo cautiverio y de desaparecer los cadáveres hasta la fecha, extendiendo en el tiempo más dolor a los familiares de las víctimas. En algún momento expresó que no había visto que, a alguno de los líderes guerrilleros presentes, se le aguaran los ojos como a las víctimas. No lo verá en ningún momento.

Me fue inevitable asociar el secuestro de Ingrid con el del industrial norteamericano William Frank Niehous en Caracas, el 27 de febrero de 1976. Me hubiera gustado ver en un estrado a Niehous frente al ahora desaparecido Carlos Lanz Rodríguez emplazándolo verbalmente. O a Donna frenteando a Ali Rodríguez Araque o a Fernando Soto Rojas, el hombre que olía a monte; estos últimos, negociadores del rescate. O que le pusieran un discurso de Nicolás Maduro para que asociara la voz con el joven guerrillero apelado el nuevecito de los puntos de retención donde permaneció, que le servía de ordenanza para las baterías del radiecito, los bolígrafos para su escrupuloso diario personal y la prensa que puntualmente le servía, durante el cautiverio, hasta que fue liberado el 29 de junio de 1979.

Me hubiera gustado ese careo de los secuestradores con el norteamericano. Como ocurrió con este de la colombiana.

Los secuestradores de Niehous fueron todos al gobierno con vara alta, desde el primer día de la llegada de la revolución bolivariana al poder en Venezuela. Con toda la impunidad del mundo. Los de Betancourt tienen una gran posibilidad de llegar al poder en las próximas elecciones presidenciales en mayo de 2022 en Colombia. También, con toda la impunidad del mundo.

William Frank Niehous estuvo secuestrado por el Grupo de Comandos Revolucionarios (GCR), el brazo armado de la Liga Socialista de Jorge Rodríguez padre, durante 3 años, 4 meses y 2 días. Ingrid Betancourt estuvo cautiva de las FARC-EP durante 6 años, 4 meses y 9 días.

Como decíamos de entrada, hay que ver el discurso de Ingrid frente a sus secuestradores. Y después sacar conclusiones.