Ya se hizo público el informe de la OEA sobre el fraude en las elecciones de Bolivia del 20 de octubre pasado. Como se recordará, hace poco más de un mes, la OEA entregó una versión preliminar de sus conclusiones, que llevó a la renuncia de Evo Morales y al principio de la convocatoria de nuevas elecciones. Ahora la OEA entrega la totalidad de sus conclusiones.
El contenido es detallado, técnico y un poco tedioso, pero devastador para Morales, su gobierno, y su partido, el MAS. Básicamente cometieron un enorme delito electoral, parecido solamente en tiempos recientes al que sucedió en México en 1988. Cito el resumen que publica el diario El País: “El documento del organismo aclara que las ‘manipulaciones’ e ‘irregularidades’ cometidas durante los comicios impiden saber con certeza el margen entre Morales y el candidato opositor Carlos Mesa. ‘Lo que sí es posible afirmar es que ha habido una serie de operaciones dolosas encaminadas a alterar la voluntad expresada en las urnas’… la ‘manipulación dolosa’ se dio en dos escenarios: en la alteración de las actas y la falsificación de las firmas de jurados de mesas y en el conteo de los resultados. El flujo de los datos se redireccionó en un momento a dos servidores ocultos que no eran controlados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Los mismos empleados del tribunal permitieron que esto sucediera, según el informe, ‘destruyendo toda confianza en el proceso electoral’”.
Según El País, el documento de la OEA “apunta que Morales ganó debido a ‘un aumento masivo e inexplicable’ de los votos del Movimiento al Socialismo (MAS) en el 5% final del cómputo”… “El análisis estadístico realizado revela que la victoria en primera vuelta de Evo Morales fue estadísticamente improbable”.
Aunque desde luego los académicos partidarios de Evo Morales en Estados Unidos y en Europa hayan llegado a conclusiones distintas, es obvio que no tuvieron acceso a la información con la que sí contó la comisión de auditoría de la OEA de más de 100 integrantes que tuvieron acceso a los servidores, a las actas, a los funcionarios electorales, etc. Puede uno tener la opinión que se quiera del comportamiento de Luis Almagro, secretario general de la OEA, en todo este proceso, incluyendo su apoyo a la candidatura inconstitucional de Evo Morales hace más de un año, pero es difícil suponer que Almagro pudo manipular a un centenar de funcionarios de muchos países.
Hubo un fraude electoral significativo, que en México por ejemplo, con la legislación electoral actual, configuraría un delito electoral. Hasta ahora sabemos que los militares bolivianos no han tomado el poder. Habrán contribuido junto con muchos otros factores a la salida de Evo de la presidencia, pero no la ocuparon en su lugar. Y finalmente todo parece indicar que habrá elecciones nuevas en Bolivia, donde podrán competir todos los candidatos que así lo deseen, salvo Morales y García Linera, en vista de la puesta en práctica meticulosa de las disposiciones constitucionales que el propio Morales redactó hace muchos años. El partido de Evo Morales, el MAS, votó junto con todos los sectores de la oposición tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, a favor de la manera de celebrar el proceso electoral.
Si tomamos en cuenta estos elementos que quizás no estaban del todo presentes el día de la renuncia de Evo Morales, podemos concluir que si acaso fue un golpe, lo fue de manera muy sui generis: después de un intento de fraude electoral generalizado; acompañado de un enorme movimiento popular en contra de ese fraude electoral; sin que los militares tomaran el poder; y con nuevas elecciones ya convocadas, y que tendrán lugar bajo una rigurosa observación internacional. ¿Están seguros de lo del golpe?