Los «influenciadores» andan de moda. Novísima «profesión» surgida con las redes sociales. Son especies de captadores de atención por esa vía. Gente que baila y agrada, gente que recorre lugares y promociona, gente que ofrece a cambio de más seguidores y dinero, por supuesto, comidas, bebidas, chistes, grotescos accionares.
El diccionario español, la Academia, aún no adapta ni adopta el término «influencer». Menos todavía el de «influenciador». Desconocer su existencia sería absurdo hoy. Y el término «influenciar» no denota con suficiencia la acción, porque no es sólo influir sino también captar y direccionar, además de encantar, atraer y toda esa mezcolanza de acciones que van sin duda implicadas, ustedes saben.
La influencia actual con las redes sociales se ha vuelto inocultable. Los resultados electorales en Venezuela son una muy viva y reciente muestra de ello. También la persecución posterior, como si de un criminal se tratase, de un terrorista inasible, cerrar WhatsApp voluntariamente, clausurar X por un tiempo extendido y así otras empresas y redes que han venido pagando a su manera también la derrota política del régimen en el poder. Del mismo modo lo vemos en Brasil. Al punto que la izquierda latinoamericana, con Petro sumado a la descalificación, ha optado por vislumbrar un enemigo entre etéreo y material en las redes sociales que proyectan imágenes directas, inmediatas, de la realidad y mueven, conmueven podríamos decir, la intencionalidad de las personas. Rusia y China atrás, obviamente.
Se puede exponer sesudamente acerca del avance moderno de la antigua retórica en las redes sociales. Convencer, encantar, guiar, persuadir, incitar, influir. Para que los individuos compren, para que acudan a algunos sitios, para que disfruten de bailes, imágenes, música, videos elocuentes, podríamos hasta sugerir que con las redes sociales y su uso como influencia surgió otro alcance público inmenso, como el de la imprenta, la radio, la televisión o el cine. ¿Sustitutas? Así, hay estrellas de redes sociales, tan conocidas como algún cantante afamado o algún actor de renombre mundial.
Elon Musk pasará ahora a ser un político, según lo ha anunciado uno de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Pero ya era antes un tipo de mucha influencia, no sólo con el billete. ¿Eso lo convierte de una vez en buen político? Arrastra, sin dudas. Convence, sin dudas. Lo siguen, sin dudas. ¿Apuntará desde ahora a la presidencia de ese país, usando su preeminencia en las redes, siendo, como es, propietario de una de las mayores?
No deja de ser interesante aproximarse a desbrozar estos temas comunicacionales en el fondo. Pero política e influencia en las redes sociales no son equivalentes. Como tampoco retórica y política. Para hacer política se necesita más que influir, mucho más. O, lo que es lo mismo, alguien que maneje bien la retórica o las redes no necesariamente se convierte de inmediato en un buen político. Más allá de que Donald posea una inmensa cantidad de seguidores en redes. Una de las cuales contó con su expulsión, por cierto, por un buen tiempo. Trump fue presidente de Estados Unidos y se ganó también un tiro en la oreja. Muy seguramente volveré sobre este tema tan atractivo para mí. ¿Y para ustedes?
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional