¿Hasta dónde puede llegar el poder de los influencers? Es la pregunta de las cien mil lochas.
En Europa, se han aprobado leyes que tienen como propósito regular la actividad de los influencers en las redes sociales. Tales normas obligan a identificar con claridad los contenidos publicitarios, prohíben la promoción del tabaco y los juegos de azar, la publicidad de alimentos poco saludables, los discursos de odio, entre otros tópicos.
El tema, por supuesto, es polémico. Toda ley que busque regular los contenidos y la actividad publicitaria en la industria de la comunicación generalmente suscita acalorados enfrentamientos. Esa ha sido la historia en el pasado, en los denominados medios tradicionales, y será la que veremos en tiempos de redes sociales.
En este tipo de polémicas suelen irrumpir dos polos: por un lado, quienes argumentan que el instrumento legal significa censurar la libertad de expresión y restringir la actividad económica; por el otro lado, quienes perciben que la norma jurídica es un esfuerzo para limitar los abusos, las falsedades y los discursos contraproducentes en las redes.
Los influencers pueden ser modelos positivos de comportamiento ciudadano, pero puede ocurrir lo contrario, que se conviertan en el antimodelo. Todo depende de la calidad de lo que propagan y de los efectos reales que pueden tener sus publicaciones.
En Venezuela, en los últimos tiempos han surgido personajes huérfanos de conocimientos médicos, que publican en las redes cualquier tipo de disparate respecto a la salud. Proponen comer carne cruda como una rutina beneficiosa. Otros ofrecen tratamientos estéticos cuyos resultados pueden ser nefastos: pieles dañadas y trastornos en el aparato digestivo.
Los gurúes sin formación están de moda, dicen disparates, pero reciben miles de aplausos y seguidores. Por si fuera poco, son contratados por empresas y marcas que buscan mejorar su posicionamiento en las redes, lo que constituye una actitud contraria a los principios de responsabilidad social y comunicativa que debe seguir cualquier organización seria.
Existe un temor legítimo respecto a los efectos de una legislación sobre la actividad de los influencers en las redes sociales, dado que puede prestarse a abusos por parte del poder, pero también hay riesgos para la salud colectiva cuando cualquier ignorante, basándose en el paradigma de la libertad, publica contenidos que pueden tener una repercusión negativa en la población.
Desde hace un buen tiempo proliferan marcos de actuación en la comunicación que no deberían ser obviados, es el caso de los códigos de ética y ciertas normas legales que funcionan tanto en la actividad publicitaria como en la prensa. También existe el concepto de autorregulación. Sin embargo, unos cuantos muchachos que pretenden ser “líderes de opinión” y vendedores de productos y servicios, no lo ven así, su percepción es otra: publican cualquier cosa, trátese de un disparate o “publicidad engañosa”, simplemente “porque les provoca”. Y así se ganan la vida.
@humbertojaimesq
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