He visto y padecido la película de Marko Música, el exitoso influencer venezolano que cumple con una premisa y un ritual de paso de la comedia nacional: hacer un largometraje y buscar un mercado.
Son varios los casos pero entre ellos podemos recordar las fallidas incursiones de Moncho Martínez y Benjamín Rausseo en el género, siendo el segundo el responsable de algunas de las peores cintas de la historia criolla, según la perspectiva general de la crítica.
Dentro del grupo, dos excepciones pertenecen a la misma familia y rama de los Díaz, entre la estimable La empresa perdona un momento de locura del Tío Simón y El reconcomio, un filme sociológicamente interesante a pesar de sus dislates, a cargo del mismo realizador de Los tracaleros y Los muertos sí salen.
Por supuesto, valga la oportunidad para incluir un detalle de storytelling, de narrativa en primera persona.
Soy sobrino de Toco Gómez, quien ha sido una referencia de la industria local, por décadas, protagonizando trabajos ya mencionados y otros de impacto como Aventurera, La voz del corazón y el clásico Compañero de viaje.
Gracias a él conocí el mundo audiovisual desde sus luces y sombras, victorias y reveses.
En su casa descubrí una primera videoteca con títulos personales y algunos trabajos de culto como La naranja mecánica.
En el caso de ellos, fueron inteligentes en buscarse a expertos de cada área de la producción.
Por tal motivo, sus películas ganaban premios y reconocimientos, aparte de refrendar la comunicación con un público a través del sistema de las salas oscuras.
De los setenta a los ochenta dominaron las carteleras con proyectos dirigidos por autores de la talla de Mauricio Walerstein, Alfredo Lugo, Carlos Oteyza y Pablo de la Barra.
La diferencia con Martes de Bendecida es notable y palmaria, al punto de afectar la visualización del fanático del personaje, cuyo problema reside en querer acaparar la creación del guion y la dirección, como si fuese un autor.
Marko subestima el formato.
Rodar una película no es como postear un video de Tik Tok con tus panas o montar un gag por una red social.
En Instagram, la duración breve favorece el desarrollo del humor efímero, casero y chabacano que gusta a la audiencia del emprendedor seguido por millones de personas.
Obviamente, la cantidad de followers no se corresponde con la escasa calidad de la película, así como no garantiza la consistencia formal del contenido.
De chiste en chiste, con escasa gracia, Martes de Bendecida naufraga en el océano del cine subestándar, mencionado y refutado por el colega Pablo Gamba, a propósito del lanzamiento pragmático de una serie de infaustas producciones amateurs y de guerrilla en años recientes.
Por defecto, la saturación de mediocridades provocó la estampida del cliente y el declive del fenómeno en taquilla.
La curaduría y la condescendencia del CNAC tuvieron la responsabilidad por programar bodrios que desanimaron y desalentaron al potencial comprador de los boletos.
Es parte de la cultura paternalista que se asentó en el milenio, por la mala influencia del chavismo. Permitir que los museos se llenaran de nada y de fealdad, que se igualara la oferta para abajo, dando legitimidad innecesaria a un grupo de piratas y principiantes.
La falta de talento condujo al saqueo y el robo del MAC.
La celebración de la improvisación acompañó el surgimiento de una expresión comunal, absolutamente ingenua e inofensiva.
De Marko Música rescato el esfuerzo independiente y la vocación de riesgo en el tiempo de la cuarentena.
Sin embargo, disiento del esquema de su ópera prima y de su trillada explotación de cuestiones objetables, a nombre de una supuesta incorrección política.
Martes de Bendecida es un cúmulo cutre de estereotipos sexistas, homofóbicos y misóginos.
Una película anticuada con burlitas de mujeres canallas e interesadas, de loquitas insidiosas, de pactos telenoveleros con el demonio, cual unitario de los noventa de la gente de Bienvenidos y Cheverísimo.
¿Duros del humor? En realidad, la película refleja una debilidad profunda.
El libreto no se sostiene, la dirección es plana, las escenas redundan, las secuencias suman un ramillete de clichés, la locución explica, los flash backs estiran el trámite.
La comedia es un arte difícil.
Preocupa que continuemos riendo de la trama de un hombre con peluca que canaliza un resentimiento por dos sectores vulnerables: las prepagos y los gays.
La caricaturización de ambos géneros, parece atarnos a un lenguaje de reduccionismo y eterno escarnio del diferente.
Marko se conforma con llamar a las víctimas de su bully con motes como “brustituta”, “marginal” y “marico venenoso”.
“Martes de Bendecida” resume un moralismo conservador, en el que las mujeres pecadoras reciben castigo y aprenden su lección.
Estimo que Marko puede aprovechar su inmensa popularidad para ponerse del lado de los que sufren, ser más empático y menos canalla con su humor.
Es lo que demanda el momento.
En último caso, le recomiendo contratar a un director y un guionista, para su próximo largometraje.
Así irá al grano, no se perderá por las ramas, pulirá su escritura perezosa y encontrará cómo salir del lugar cómodo de graficar páginas vencidas de la farándula degradada.
Flojísima como la inclusión de una retahíla de cameos gratuitos y gritones.
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