OPINIÓN

El infierno del Darién

por Omar González Omar González

El Tapón del Darién se ha engullido a cientos, o tal vez miles, de venezolanos que huyen desesperados del socialismo y que buscan anhelantes un mañana mejor en otro país.

Esa espesa selva entre Colombia y Panamá ha significado el último viaje para muchísimos venezolanos que han perdido la vida en medio de un ambiente hostil, cruel y salvaje que no duda en acabar con la ilusión de los temerarios que se atreven a cruzarlo.

Hemos visto videos, testimonios de asesinatos, robos, violaciones y experiencias pavorosas de quienes han tenido la voluntad de echar el resto y andar por los caminos inciertos del tapón selvático y de esa malvada selva que no perdona a nadie.

Son miles los ciudadanos de este país que prefieren poner su vida en riesgos antes de seguir impávidos en un país consumido por el socialismo, hundido en la miseria y corroído por un régimen despótico, autoritario e ilegal que se ha extendido por mucho tiempo … mucho más de lo deseado y de lo soportado.

Y mientras, más y más, connacionales exponen su existencia por esos caminos tupidos de monte, animales salvajes y pasajes inciertos, los responsables del mayor éxodo de Latinoamérica se aferran al poder y consolidan sus alianzas arropados por el mal y su propios odios.

Mientras los venezolanos prefieren vivir la amarga experiencia de insertarse en ese ambiente cruel, los usurpadores reafirman su presencia dentro del eje del mal, ese círculo oscuro conformado por Irán y Rusia.

Hoy Venezuela –o, mejor dicho, los usurpadores del poder– están bajo la tutela de los rusos y los iraníes, le deben hasta el alma, si es que tienen, a los chinos.

Y todo en su afán de materializar su sistema que mezcla una ideología podrida con una mafia destructiva, más afín a la camorra italiana o a los carteles colombianos que a cualquier otra expresión organizativa del mundo criminal.

Además, Nicolás Maduro es solo un títere bajo los hilos que son movidos desde Moscú, Teherán y Cuba; es solo un peón en el ajedrez geopolítico y estratégico de los que están jugando dama china con Venezuela. Es solo una caja chica para los cubanos y una mentoría para los nicaragüenses.

Nicolás Maduro no sirve para nada, es solo un personaje colocado –o mantenido en Miraflores– para cubrir los intereses de los poderosos reales, que tienen sus centros de poder en Europa del Este o en el Medio Oriente; es un monigote que está para servir a sus amos todopoderosos que lo tratan como lo que es, un subordinado.

Empero, por un lado, Maduro trata –alocadamente– de satisfacer a sus dueños políticos y a sus jefes económicos, y por el otro miles y miles de compatriotas se aventuran hacia lo desconocido, salen despavoridos de las fronteras nacionales para buscar en otro lado lo que aquí no pueden tener, es decir, un futuro.

Frente a este panorama tan desalentador, surge una esperanza, y esa esperanza tiene nombre de mujer.

Una líder que podría darle a Venezuela lo que más necesita, entiéndase la libertad de hacer y construir un mañana mejor para cada uno de los venezolanos.

Una mujer que tiene la inteligencia y el coraje para dar un porvenir a todos los venezolanos.

Una gerente preparada para que más nunca los venezolanos tengan que cruzar el Tapón del Darién.

Más nunca tendrán que ir a otro país en búsqueda de la felicidad, porque bajo un gobierno liberal, el ser feliz será posible en esa nueva Venezuela.

Esa mujer no es otra que María Corina Machado.

Y sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.