I
Isaac Newton (1642-1727) desarrolló sus leyes del movimiento hacia 1666 (siglo XVII), cuando tenía 24 años. En 1687, a la edad de 45 años, presentó tales leyes en su obra fundamental «Principia Mathematica Philosophiae Naturalis» (abreviado en lo adelante como Principia), en la que explicó cómo las fuerzas externas afectan el movimiento de los objetos.
Los significados y funciones de la forma original de las leyes del movimiento de Newton cambiaron significativamente con el tiempo. Lo común es que en los diversos estudios sobre el tema, se comparen tres etapas de su desarrollo histórico: (1) la parte anterior a los Principia, (2) la versión final de los Principia y (3) una visión moderna, que es el resultado de la evolución del conocimiento durante los siglos XVIII y XIX.
Como señaló Westfall, las leyes del movimiento tal como las entendió Newton en la década de 1660 diferían marcadamente de las leyes del movimiento que plasmó en los Principia (Richard Westfall, 1980, Never at Rest: A Biography of Issac Newton, Cambridge University Press).
Antes de los Principia, Newton adoptó la idea de inercia de Galileo Galilei (1564-1642) y se refirió a ella como «fuerza motriz innata», que sirve como causa del movimiento. También, Newton pasó de la comprensión de Galileo de la inercia como la causa del mantenimiento del movimiento circular al movimiento lineal.
En los Principia, la inercia aparece enunciada asi: «Ley l. Todo cuerpo continúa en su estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta a menos que sea forzado a cambiar ese estado por fuerzas que actúen sobre él» (Newton, I. (1982). Principios matemáticos de la filosofía cultural y su sistema del mundo. Edición preparada por Antonio Escohotado, Madrid, Editora Nacional).
II
Para escribir esta parte me he basado en el trabajo de María Carmen Otero-Neira titulado «Inercia Estructural. Antecedentes y Consecuencias» (Revista Galega de Economía, vol. 11, núm. 1, 2002). Otero-Neira pertenece al Departamento de Organización de Empresas y Marketing de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Vigo, España. Allí es doctora en Administración de Empresas desde 2001 y profesora Titular.
En el lenguaje popular “inercia” significa una tendencia a no moverse o a no cambiar y con relación al cambio en las organizaciones la inercia se refiere a la tendencia de las mismas a permanecer sin cambios o a continuar en una línea estratégica determinada a menos que la estimule alguna fuerza externa. Postular que las estructuras organizacionales están sujetas a una fuerte inercia no es lo mismo que decir que las organizaciones nunca cambian. Lo común es que las organizaciones respondan lentamente a las amenazas y a las oportunidades que ocurren en el entorno.
Por allá por 1984, Michael Hannan y John Freeman publicaron su trabajo titulado «Inercia Estructural y Cambio Organizacional» (“Structural Inertia and Organizational Change”, American Sociological Review, 49, pp. 149-164, 1984).
Para Hannan y Freeman, la inercia, en relación a los cambios del entorno, se refiere a la correspondencia entre los comportamientos de una clase de organización y su entorno. De este modo, las estructuras de las organizaciones tienen una alta inercia cuando la velocidad de reorganización es mucho más baja que la tasa a la que las condiciones del entorno cambian. En palabras menos llanas: si Vr es la velocidad de reorganización y Vce es la velocidad a la cual cambian las condiciones del entorno, entonces si Vr < Vce se dice que la organización exhibe una alta inercia.
El planteamiento de Hannan y Freeman no es que las organizaciones no cambian nunca, sino que una organización particular puede tener una alta inercia en el contexto de un entorno, pero no en otro.
Conocemos que la mayoría de las teorías de adaptación sugiere que las organizaciones son relativamente flexibles para responder frente a las amenazas y a las oportunidades creadas por el cambio en el entorno, alterando las estrategias organizativas y las estructuras para alcanzar la rentabilidad y la supervivencia.
Sin embargo, hay empresas que, tenidas como vacas de efectivo (cash cows), se les extrae inmisericordemente el efectivo, ello sin considerar sus requerimientos internos y sin considerar lo que sucede en el entorno. El punto es importante porque en ciertos ambientes, formales e informales, se habla por un lado de rentabilidad y por el otro de supervivencia y/o sostenibilidad, como si fueran elementos o cualidades distintas y no relacionadas entre sí.
Por allá por 2013 con ocasión de conocer los estados financieros consolidados auditados de Pdvsa del año 2012, tuve la oportunidad de ver cómo su margen neto continuaba disminuyendo al pasar de 18,4% en el año 2000 a 3,4% en el año 2012. En ese entonces, Rafael Ramírez, todavía presidente de Pdvsa, argumentaba que Pdvsa no estaba hecha para ser rentable.
El caso es que si la empresa no es rentable, nada de lo que mantiene o ayuda a financiar será sostenible. Ahora ya saben por qué las misiones desaparecieron y por qué la producción de crudo disminuyó hasta casi desaparecer: casi que mataron la vaca.