La India es plenamente consciente del importante rol que le está tocando jugar en la diatriba entre Estados Unidos y China por la primacía global.
Washington, a lo largo del último cuarto de siglo, ha estado estimulando su occidentalización para conseguir que este país, con una influencia creciente en la escena internacional, se convierta en un importante contrapeso en la diatriba que sostiene Washington frente Pekín.
China corteja a su vecino con el mismo propósito. Por ejemplo, desde 2016 en el área de seguridad Xi Jinping propuso sentarse en igualdad de condiciones frente a India en la Organización de Cooperación de Shanghai, cuyo fin es contrabalancear la influencia occidental… y lo ha logrado.
Es así como el primer ministro de la India, Narendra Modi, líder en extremo controvertido, es cortejado por ambos lados mientras el mandatario se muestra como un socio capaz de dialogar proactivamente con Japón, Arabia Saudita, Rusia, Israel, anudar alianzas con los más importantes miembros de la Unión Europea e incluso enamorar a países latinoamericanos. No sorprende que 250 soldados indios desfilaran codo a codo con la oficialidad militar francesa hace dos semanas en los Campos Elíseos como invitados de honor del 14 de julio. Pero recordemos, a la vez, que se trata del mismo hombre a quien durante una década entera Washington le negó la visa por su involucramiento en severas faltas relacionadas con las garantías de libertad religiosa.
Lo que es claro, evidenciado por los acercamientos de los últimos meses, es que el favor de la India en el terreno de lo estratégico y en la identificación de intereses comunes se orienta hacia el lado occidental. Nueva Delhi y Washington dieron un paso importante en marzo de este año cuando acordaron acelerar la cooperación tecnológica en inteligencia artificial, tecnologías cuánticas, computación de alto rendimiento, coproducción de motores a reacción, suministro de semiconductores, vuelos espaciales tripulados, lanzamientos espaciales comerciales y telecomunicaciones además de contraterrorismo. Otro tanto vienen desarrollando en el área de seguridad y militar a través de QUAD en la región indo-pacífica donde coordinan acciones con Japón y Australia.
La dependencia económica de la India con respecto de China complica mucho las cosas. Es cierto que la India es tributaria de China en dos de sus más importantes prioridades que son infraestructura y manufactura, pero no tanto como para alinearse en una monogamia irrestricta hacia Pekín. Las diferencias fronterizas con China son tan importantes que impedirían que algo como lo anterior ocurra y a la vez actúan como incentivos de su alianza con los americanos.
Además, en el lado indio de la ecuación la situación es compleja dada su preferencia colectiva e histórica por la no alineación. En la memoria colectiva del país están presentes sentimientos poderosos sobre la indignidad de la colonización, lo que fortalece una senda hacia la independencia o hacia, en el mejor de los casos, el multilateralismo.
Lo anterior redunda en que las autoridades vienen asumiendo una diplomacia a cada paso más propia y llevan adelante una política externa multivectorial independiente, aunque compartan, puertas adentro y calladamente, muchas de las inquietudes norteamericanas con relación a las desenfrenadas ambiciones de Pekín.
Su alineación con sus socios norteamericanos no es restrictiva y aspira a un equilibrio inteligente. Por delante van sus propios intereses y los tocan con partitura propia.